Yo estuve en el 11-S

Lazo de luto

YO ESTUVE EN EL ONCE ESE

Yo estuve en el once ese. Y usted y usted, si tiene la nacionalidad española, inglesa o estadounidense. Que yo no votara a José María Aznar para presidente de España no me desvincula del tipo que nos metió en la Guerra del Golfo. Los golfos eran, ya saben, Bush, Blair y Aznar (la BBA), aquellos que, cuando se desvelaron las patrañas de la guerra, aún salieron con este argumento que habrán oído muchas veces: “el mundo está mejor sin Sadam Husein”, respuesta de manual de autoayuda que no niega esta otra: “el mundo estaría mejor sin Bush, Blair y Aznar”, a los cuales no recuerdo que hayamos sentado en el banquillo de los acusados ni llevado al Tribunal de la Haya por crímenes contra la humanidad, ni recuerdo objetores de nacionalidad, yo, español, el primero. Cuando hoy, quince años después, monten el ceremonial de minutos de silencio, música funeral, flores, cera, globos al aire por cada una de las víctimas, no estaré en esos recuerdos de andar por patria y desearé solamente una cosa: que se mueran, que se mueran, que se mueran quienes, antes que los pilotos suicidas contra las Torres Gemelas, pilotaron el negocio de las armas y del petróleo. Maldición eterna.


Escrito en Tinta de calamar. Inglaterra, septiembre de 2002. Recordarán el caso Kelly. Asunto, invasión de Irak, Segunda Guerra del Golfo. El lunes 16 de septiembre, y por hacerle la cama a la invasión, la oficina de prensa del primer ministro Tony Blair había forzado una mentira oficial y supuestamente científica. Para atrapar, más que atraerse, a la opinión pública a favor de la guerra, manipularon de lo lindo. Sadam Husein, la bestia negra del imperio, tenía a Inglaterra a su alcance con armamento químico o biológico, y a tan solo 45 minutos desde el three, two, one, zero, fire, fuego. Y a tomar por saco la democracia. TdC, 67


ONCE ESE

11-S.
No es Nueva York.
No es Radio Nacional.
No es el mismo telediario en todas las cadenas.
No hay un mando a distancia.
No es una película de efectos especiales.
No es en blanco y negro.
No es el humo del puro de Edward G. Robinson ni el wínchester de nicotina que encendía la Flaca.
No son dos torres gemelas.
Ni dos aviones.
Nadie está saltando hacia la nada.
Ningún alcalde ha dicho que la patria del primer capitalismo del mundo está en peligro.
Ni españoles acudid a salvarla.
No cambia el paisaje ni el escenario de yo era un tonto, Alberti, y soy dos tontos.
Juan Ramón, Lorca, no es la ciudad sin sueño.
No son los marines.
No es Allende en su palacio de la Moneda.
Será Madrid, el 11 de marzo de 2004, y será Londres, el 7 de julio de 2005.


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