Carta abierta a los Tres Bomberos Sevillanos

El bueno, el feo y el malo

EL BUENO, EL FEO Y EL MALO
Carta abierta a los tres bomberos sevillanos

La acción protagonizada por los tres bomberos sevillanos detenidos en Lesbos mueve a la pregunta: ¿y qué hacían allí los tres bomberos sevillíes? La letra bonita del episodio, que pinta a los tres como verdaderos héroes, nos dice que pertenecen a Proem Aid, una organización creada a raíz de la imagen del pequeño niño sirio cuyo cadáver quedó tendido en las playas de Lesbos. No hay que olvidar que la génesis del problema sirio es la política de reparto de Oriente Próximo, chapuza obra de las potencias occidentales, Francia, en primer lugar, Inglaterra, Estados Unidos, en conflicto con una realidad donde aparece Rusia, con intereses en la zona, y sobresale Alemania, que ha visto en la inmigración siria una mano de obra barata para las fábricas alemanas y corregir de paso su envejecida pirámide de población. Sobre ese mapa, lleno de descosidos y de intereses petrolíferos, la foto del niño muerto conmovió el corazón de nuestros tres hombretones que se apuntaron a la primera oenegé que pasaba por allí y allá que se fueron a Lesbos para arreglar el mundo, mundo que, si lo piensan, también España, como aliada de Occidente y parte de la UE, ayuda a inestabilizar bajo el pretexto de todos contra el extremismo islámico que agitó París la noche del viernes 13 de noviembre.


Lo cual nos lleva a reflexionar sobre las tres caras de Occidente en el tercer mundo: la militar, presencia de ejércitos que creen que aquello es suyo; la solidaria, de oenegés como la de nuestros bomberos; más la turística, para que sigamos yendo a Damasco, a Alepo o a Palmira.


Entre la gente hay cierta aprensión a los despliegues militares, aunque tampoco mucha, desde que, con ocasión de la Guerra de los Balcanes (antigua Yugoslavia, 1991), se propagó la falacia de la guerra justa, que tanto daño ha hecho a la juventud, para la cual alistarse en las fuerzas armadas no es ir a la guerra (en el extranjero: no habiendo guerra civil, ya me dirán), sino a misiones de paz, qué hermoso: suena casi a solidario. Puede, digo, que la intervención armada levante cierto rechazo, lo que está claro es que la intervención solidaria, de oenegés como la de nuestros bomberos, genera admiraciones y sustenta campañas miles de Acnur, de Amnistía Internacional, de Médicos sin Fronteras, de Change.Org, para que sigan siendo ciertos el bueno, el feo y el malo, las tres caras de lo mismo: la oenegé, el turismo (del turista de países ricos mal vistos por los nativos pobres) y los militares. Menos emoción, señores bomberos, con el lado de la tragedia que les interesa y más compromiso contra el papel de España (y el de ustedes como ciudadanos españoles) en el tinglado internacional. Basta de ejércitos y de oenegés en misiones de paz y basta de turistas occidentales con su cámara y su boba admiración por países donde se vive como aquí vivíamos hace cien años: ¿qué valor es el atraso? Y más reparto de la riqueza y del progreso, de la igualdad y la coeducación (¡esas mujeres tapadas!) entre los pueblos del mundo.


Otro día hablamos de cómo la verdadera solidaridad (como el verdadero amor) no se divide (entre adultos y niños, por ejemplo). ¿Y no tenían ustedes dónde hacer el bien más cerca de sus casas, por Sevilla o por el Aljarafe? Y otro día hablamos de cómo no hay héroes sino papeles ajustados a la psicología de algunas personas cuyo heroísmo no existe: se llama realización personal y ustedes, solidarios, se realizan como se realizaban los jesuitas y las monjitas que iban de misión a los negritos: creídos de una superioridad moral que más tiene de soberbia que de altruismo.

Daniel Lebrato, Ni tontos ni marxistas, 22 01 2016

Niño muerto en isla de Lesbos

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