LA INMACULADA Y EL SÍ DE LAS NIÑAS
A esta hora en mi ciudad tocan campanas por la Inmaculada Concepción de María. No hace falta decir lo que la inmaculada representa, no un rito antiguo (en España, desde 1644) sino una antropología (de andros, de varones) de andar por casa: que el sí de las niñas lo dieran las niñas sin haber conocido más varón que el que por las familias les fuera destinado, para casar y ser madres de heredero varón o de otra muchacha virgen. En la moderna lucha por las ideas, la mayor derrota ha sido la del feminismo, sustituido por la femineidad, obviando que las mujeres ni de lejos habían resuelto su lucha histórica por su identidad como mujeres ni por sus derechos como ciudadanas. Con frecuencia hablamos de la trata de niñas en otras confesiones religiosas y no miramos cómo trata a las niñas la religión católica. La obsesión de los padres de la Iglesia y de las familias por domeñar la sexualidad llevó a Sevilla a proclamar antes que nadie el dogma de la Inmaculada, dogma que proponía un modelo de castidad para las mujeres buenas y abría paso a la mala mujer, a la descastada, a la puta. La Hermandad del Silencio, en San Antonio Abad, lleva en sus reglas el voto de sangre y la espada para defender el dogma con el que se comprometió en 1615, hace 400 años. A quien niegue o ponga en duda la inmaculada concepción de María, se le corta el cuello, y se acabó la discusión. Hubo un tiempo en que los tunos de toda España venían hasta Sevilla para una Inmaculada de indiscutible borderío. Los chulillos de la tuna, esos que añaden una cintita por cada mujer conquistada, se tomaban la Inmaculada con la pose de otro sevillano, don Juan Tenorio. Las noches del día 7 por la plaza del Triunfo (de la Purísima Concepción) y por las calles y bares del barrio de Santa Cruz eran vísperas de carnaval, de profanas canciones de ronda hasta las tantas y de recogerse de amanecida con unos churros con chocolate para bajar la borrachera. Ante aquel despropósito, no tardaron en intervenir los purísimos varones de Sevilla, siguiendo las consignas de Palacio Arzobispal y del Consejo de Hermandades. Personas, grupos y asociaciones de base se echaron el pañuelo celeste al cuello, como boy scouts marianos, y compensaron el clavelito, clavelito, de las primeras tunas con cantos devocionales al totus tuus de Juan Pablo II. Adormecida la lucha de clases y olvidada la lucha feminista, otra iconografía se abría paso con algo, ellas también, de inmaculadas: las mujeres de obediencia islámica, adaptación curricular de las inmaculadas de Murillo. Hace falta ser descreído para no ver en todo esto la mano de Dios, o sea, de los servicios de inteligencia occidentales y vaticanos. Paradojas de la vida: mañana, 9 de diciembre, es el Día internacional del laicismo. Que ustedes lo reflexionen bien.
La fiesta según Sevilla, 08 12 2015