Las jornadas “por la paz y no violencia” se hicieron “contra la paz y el desarme”. De pronto “la paz”, que fue siempre un concepto geopolítico (su contrario: la guerra), consistía en que al profe (pijo) no le rayaran su Wolkswagen Golf en el instituto (de barrio), o algo así: mezclar la Sexta Flota con el diario cotidiano es mezclar agua y aceite, sobre todo en los sitios donde la paz es equivalente al status quo: ustedes no se muevan, viene a decir el amiguito yanqui como lo dice, por ejemplo, en Palestina. Entre nosotros (los dos pacíficos): la Historia siempre ha costado alguna violencia, sobre todo porque las clases tenedoras nunca han dado de sí para repartir pacíficamente lo que tienen, sino que ha habido que arrebatárselo. Pedirle paz al miserable es un sarcasmo de ricos bien nacidos que aspiran a que su mundo de privilegios no se mueva. A quien lo dude, vea la historia y las personas que están detrás de las Jornadas Escolares por la Paz y Noviolencia: el sindicato APIA, el instituto La Paz del profesor de religión, Federico Mayor Zaragoza, Rosa Díez y el Ejército Español, que llegó a participar con descaro en algunos encuentros. ¡Cualquiera hablaba en las Jornadas de desarme!
Daniel Lebrato
EL BURKA (CONTRA OCCIDENTE)
Ni tontos ni marxistas, ahora que llega el Mundial, hagamos la crónica del partido Burka contra Occidente. Tácticas y alineaciones.
Por el equipo Burka juega el tapadismo como sistema integral y concepto de vida, lo que deja en el banquillo el lenguaje de modas y de supuestas libertades. No seamos frívolos. ¿De qué moda hablamos, cuando se trata de un hábito que una sociedad impone a las mujeres?, ¿de qué derecho o libertad hablamos? Cierto que el tapadismo se mide en grados y tantos por ciento de superficie mujer tapada: desde el pañuelo hasta el burka, pasando por chadores y otros mantos, saltan las diferencias. Pero llamar libertad a esa escala de tapados es negar lo principal: el tapado en sí, la ocultación por sistema de la mujer, tapado que empieza en las niñas con la primera regla y obliga a las muchachas de por vida; tapado que se hace pauta en botones y escotes y que incluye una esperanza de boda y de sexualidad distintas para hembras y para varones; tapadismo que incluye poligamia y malos tratos, aunque los varones resulten monógamos y buenos esposos. Decir que la muchacha se tapa pero menos, es igual que decir “mi marido me pega, pero no mucho” o como el personaje de Tres sombreros de copa que iba a casarse “pero poco”. Entre las lecturas secundarias que cabe hacer del tapado están la coquetería, la identificación religiosa, cultural o feminista, caso de mujeres militantes que van tapadas. A todas ellas habría que decirles que a quién quieren engañar, que mil feministas con burka por gusto no anulan una sola tapada a la fuerza por un mundo macho.
Frente al Burka, ese torpedo que desconoce el Estado y las libertades, a Occidente no se le ocurre otra cosa que alinear Estado y libertades. Por Estado se entiende esa institución para resolver problemas que las personas solas no podrían resolver, y por libertades las que tal vez se ejercen por propia voluntad. Y aunque la vida de un demócrata occidental de clase baja suma muy pocos actos de voluntad (la libertad tiene un precio, hay que pagarla, y es incompatible con la necesidad), entre nosotros se lleva la apetencia universal a la libertad o a las libertades. Por la libertad se hizo la Revolución, nuestros Gobiernos son laicos y las religiones privadas. Por la libertad nos damos leyes de igualdad y coeducación que, con Ministerio o sin Ministerio específico, ya no pueden volver atrás. Superada la fase obvia de que no se pega a las mujeres, aquí vamos contra el techo de cristal que desvía a las mujeres de sus carreras y las devuelve a casa cuando son madres. Conocido el techo de cristal, aquí andábamos, contra el piropo, quitándonos el pegajoso asfalto del autoengaño y del qué guapa soy, cuando en eso llegó el burka y mandó parar.
Para saber por qué en España el sencillo partido contra el Burka, ganado de antemano, está resultando tan complicado, hay que remontarse a la broma del milenio: la Alianza de Civilizaciones y las Tres Culturas. En las constituciones no escritas de las tres culturas no figuraban ni la socialdemocracia (no digamos el socialismo) ni la igualdad de los sexos ni la justicia universal ni nada que corrigiera el error Israel. Como iconos de la paz y la tolerancia nos propusieron Gandhi, Mandela, John Lennon, unidos a Juan Pablo II o a Teresa de Calcuta, palomas y laureles que pinten los escolares todos los 30 de enero y se les hace propaganda del ejército de paz y de las misiones de guerra justa. Arca de la Alianza fueron las Jornadas escolares por la paz y no violencia contra la paz y el desarme, que pasó a mejor vida. Paradoja de la no violencia ha sido el incremento del gasto militar y, encima, con el chantaje a los sindicatos: si no es fabricando lanchas y aviones militares (llamados de transporte) habrá que cerrar astilleros y aeronáuticas en crisis. Ya metidos en culturas ‑dijo el obispo‑, aquí en España la mayoría es católica y lo demócrata será que la religión se quede en los planes de estudio y que la Iglesia siga dictando con su almanaque litúrgico el calendario laboral y las fiestas.
Cumpliendo con la Alianza, España sostiene a Israel y equipos israelíes siguen jugando ligas europeas. En el festival de Cine Europeo, no falla la película israelí, ninguna palestina. España sostiene a Israel con la memez de que Israel es una democracia y con el burka sostiene al rey de Marruecos y a su área de influencia: el mundo árabe bipolar ejemplificado en los jeques de la Costa del Sol y la inmigración para la recogida de la fresa. Árabes del petrodólar, Israel agente de Estados Unidos, la Iglesia de Roma: ¡esas eran las tres culturas! Para ser la voz de esos tres amos, mi país ha dejado tiradas a las mujeres que al otro lado del Estrecho hubieran evolucionado contra los malos tratos y seguido la escondida senda por donde han ido igualdad y coeducación, leyes de vida y de Historia que en Occidente han sido.
Ocurre que la Historia fue manipulada. Pasó cuando el amiguito yanqui jugó con fuego islámico (Bin Laden, agente de la Cía) para desanimar el marxismo y los análisis de clase que empezaban a hacerse en países árabes bajo influencia soviética. Los conservadores árabes, como tontos, vieron en los imanes la perpetuación de un mundo propio que a nosotros nos parece, no por árabe sino por antiguo (622 años más antiguo), muy visto aunque parezca exótico y le hagamos turismo; muy inculto aunque se llame cultura y muy violento aunque se manifieste pacífico.
Como acción-reacción, asistimos a un reforzamiento nacional catolicista. Valores en vías de laicismo o de extinción resurgen en la Iglesia y en el pueblo cristiano al amparo de las civilizaciones. Si usted acentúa su cultura con su burka, yo acentúo mi cultura con mis monjitas. Y las procesiones en alza y las campañas pro vida, y los grupitos de base que todo lo cantan y exteriorizan: ¡vamos a la casa del Señor! En cuanto a las tapadas, un toque de liberalismo, otro toque de tolerancia y su poquito de distinción: hay burkas bellísimos y en burka empezó el baile de los siete velos. El [desa]guisado está servido: el Estado ha ganado tiempo para crear un problema que no existía: la marea burka hubiera podido cortarse a tiempo en la frontera. Convidados al convite y con el enemigo en casa, opinión y editorialistas juegan ahora a deshojar la margarita del que sí o que no de tal Consejo Escolar de un infeliz instituto de enseñanza, o de la ordenanza municipal de tal o cual Ayuntamiento. Hemos hecho de algo objetivo (el tapadismo como sistema) algo subjetivo y opinable, hemos hecho de una cuestión de Estado una cuestión bipartidista PSOE PP, y somos tolerantes con lo que no tolerábamos: el maltrato a las mujeres por sus varones; incluso entramos en sus bazares y les compramos sus mercancías.
Que me perdonen mujeres PSOE o Izquierda Unida, Isaac Rosa o editorialistas de Público; que me perdone la militante polisaria tan dura con el Gobierno y tan blanda con su marido: es lógica la repugnancia ante el burka, más repugnancia cuanto más fino, más culto, más sexy y menos burka. Porque de la moda y de lo bonito en la muchacha al taparse podemos dudar, de sus varones tapadores ya parece que no. Es la película y está en cartelera: los hombres que tapaban a sus mujeres.
¿Vamos a verla o vamos al fútbol?
Daniel Lebrato, El burka contra Occidente, 6 del 6 de 2010
Nota:
Las jornadas “por la paz y no violencia” se hicieron “contra la paz y el desarme”. De pronto “la paz”, que fue siempre un concepto geopolítico (su contrario: la guerra), consistía en que al profe (pijo) no le rayaran su Wolkswagen Golf en el instituto (de barrio), o algo así: mezclar la Sexta Flota con el diario cotidiano es mezclar agua y aceite, sobre todo en los sitios donde la paz es equivalente al status quo: ustedes no se muevan, viene a decir el amiguito yanqui como lo dice, por ejemplo, en Palestina. Entre nosotros (los dos pacíficos): la Historia siempre ha costado alguna violencia, sobre todo porque las clases tenedoras nunca han dado de sí para repartir pacíficamente lo que tienen, sino que ha habido que arrebatárselo. Pedirle paz al miserable es un sarcasmo de ricos bien nacidos que aspiran a que su mundo de privilegios no se mueva. A quien lo dude, vea la historia y las personas que están detrás de las Jornadas Escolares por la Paz y Noviolencia: el sindicato APIA, el instituto La Paz del profesor de religión, Federico Mayor Zaragoza, Rosa Díez y el Ejército Español, que llegó a participar con descaro en algunos encuentros. Cualquiera hablaba en las Jornadas de desarme.
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