
El título nos lo da Francisco Canos (partner & investor) en el financiero DiarioAbierto.es de 12/04/20, sobre cálculos de seguros por defunción en la coyuntura coronavirus:
«Frente a la pandemia, se ha elegido proteger la vida humana a toda costa. Quizás sea un artículo provocativo y poco ético. Decisiones que pueden traer consecuencias graves exigen tener la mayor información posible. El valor económico de un español medio sería de unos 2 millones de euros.» [1]
Dos millones de euros es mucha pasta, inhumana pasta, pero sirve para, aún reducida a la mitad o a la cuarta parte, hacernos idea de lo que vale ser madre.[2] Supongamos 500.000, 100.000 euros, por lo bajo, lo que una mujer en edad y voluntad de ser madre tendría que depositar, sola o en sociedad, para emprender la maternidad a su costa, y no a costa mía a través de impuestos al Estado del Bienestar ni de ayudas o subvenciones que estarían por ver.
Es fácil el repudio a Bill Gates y eugenistas. Es peliagudo el tema por cuanto se presta a tanta interpretación. Es literario. Distópico. Pero, a lo que íbamos, y que me disculpen colegas de matemáticas. La economía crece y va para arriba aumentando el dividendo o, a lo que vamos, disminuyendo el divisor. En época de abundancia o de progreso (vacas gordas) mandan los dividendos, pero en época de crisis o recesión (vacas flacas) se impone hablar de los divisores, las bocas que hay que alimentar –quiere decir currículos hacia una vida digna– por unidad familiar cuando, además, se agigantan las cifras del paro por sobra de mano de obra.
Reconocida la superpoblación del planeta (algo en que coinciden todas las analíticas), ¿qué sentido tiene fomentar o subvencionar natalidad y familias numerosas? Y usted, hombre o mujer en la edad, ¿no tendría que plantearse la cuestión antes de ir al maternal?
Otro día hablamos de políticas de adopción que podrían ser alternativas –aquí en casa, domésticas– humanitarias cara al tercer mundo. Y de cómo instituciones y oenegés pro infancia y pro vida quedarían desactivadas, con tanto negocio como tienen detrás, no siempre claro, con tanta cruz de rebote y tanta Iglesia camuflada; instituciones que ninguna hace nada por lo esencial: ¡adiós a la industria armamentística! No hubiéramos hablado de refugiados, de infancia Siria o similar.
–¿Cuánto vale una vida humana?, de Francisco Canos
–Eugenismo, de Julio Pérez Díaz, del CSIC
[1] 54 años de vida activa (de los 16 a los 70) multiplicados por renta per cápita contributiva. Detalles y tablas, en diarioabierto.es.
[2] Al decir madre y no padres estamos dándole a la mujer reconocimiento y obligaciones. El varón, como socio, o la implicación de la familia (esos abuelos que dicen: Tú, tenlo, que nosotros te lo cuidamos), no anulan la maternidad intransferible, al margen –o además– de los acuerdos o contratos privados que la mujer pueda establecer entre ella y su pareja, entre ella y abuelos o entre ella y todo lo que legalmente se pueda poner por escrito. Quien se escandalice por este lenguaje, piense que ya se hace en los casos de vientres de alquiler. Se trata de cambiar ética y perspectiva pero para el Estado sería igual: una forma de reglar por documento público. Y quien ahí vea una pérdida de libertad o individualidad, piense que también se puede renunciar, por escrito y por adelantado, a todo servicio público que pueda venir del Estado a favor del ser que va a nacer: sanidad, educación, vivienda, etcétera. Las cuentas claras y el bienestar, más claro todavía.
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