Etiqueta: Pablo Ruiz Sánchez

dos de cine.

La revista literaria [eLSoBReHiLaDo] glosa para ustedes dos cortos cortísimos de dos jóvenes directores, Manuel Benito de Valle y Pablo Ruiz Sánchez. Manuel Benito nos trae Como Keith Richards (3:27 minutos de duración) y Pablo Ruiz The Fog (La Niebla) (4:09). En Historias de Fama, una tortuga y un cortacésped pueden leer algunas claves.

Privilegio nuestro es que cuenten con nosotros, Daniel y Pilar y círculo Villalobos, que por ahí salimos entre cameos y figurantes.


 

lo que la fama esconde.

Profesor Lebrato con Rafa Iglesias, Manu Sánchez y Álvaro Martín

Escrito en Tinta de calamar: En 2008 una hija de Emilio Silva, luchador por la Memoria Histórica, estudiaba cuarto de primaria. En su libro de sociales o ciudadanía la chiquilla lee que las primeras elecciones democráticas con voto masculino y femenino se habían celebrado hacía más o menos 75 años. El padre echó la cuenta. A 2008 le quitas 75 y, lo sabía, ¡1933! ¡Cierra la muralla! Fecha invisibilizada.

Igual que hay conquistas de la República de las que no se habla, hay currículos maquillados. Quien ocupó un cargo o prosperó en la inmediata posguerra lleva un vencido invisible a su lado. El Fernán Gómez, maestro represaliado, de La lengua de las mariposas, dejó una plaza vacante en su colegio que alguien vino a ocupar. Lorca y el 27 dejaron hueco en los libros de texto que está por ver si los Panero y los garcilasistas hubieran merecido. Sirve también el celebrado autor de El por qué de los dichos, José María Iribarren. En 1936 el general Mola lo nombró su secretario. Iribarren tenía un vencido invisible que le sirvió de asistente, le llevó fichas y carpetas para El por qué de los dichos (1955).

Mas vengamos a lo de hoy, con un actor y un realizador recientemente desaparecidos a los que la muerte, esa inmortalidad, no hace, por muertos, ni mejores ni peores: [1]

Junto al actor Arturo Fernández otros florecieron en parecidas fechas y sobre parecidos muertos, exiliados o represaliados, pero qué distintos sus inútiles combates. [2] Narciso Ibáñez Serrador, esa máquina de hacer tele, no admite comparaciones porque el medio no existía en República y primer franquismo. Para dejar al hombre del Un, dos, tres en su lugar, hay que ver y evaluar su escuela secuela: concursos donde pobres luchan entre sí ante pobre audiencia por el millón o el coche. La gente o necesita la suerte en la España del Cupón y de la Lotería o necesita Saber y ganar demostrando unos conocimientos que manifiesten que merecen mayor reconocimiento (que parece venir de ‘reconozco’ que ‘miento’).

Recordarán ustedes las películas El show de Truman (cuyo anticipo en Chicho fue el mediometraje La cabina, 1972) o Slumdog Millionaire, donde se extreman el Un, dos, tres y el Saber y ganar y el Responda otra vez hasta la extenuación. La vida no puede pender de un cástin.

Vean el clip I am Dive, The Fog (La niebla), intensa pieza visual de apenas cuatro minutos dirigida por Pablo Ruiz para el repudio de la mirada del otro. Y escuchen a Manu Sánchez, como Íntimo Vilima que es, a nada que Álvaro Martín le ponga el íntimo micro por delante. Otro Manu Sánchez es posible. Sin amiguito invisible cuya plaza ocupe, sin renunciar a sus dotes de creactor, Manu Sánchez demuestra que se puede hacer reír con humanismo, y no alienación, sin eludir el qué hacemos aquí en el mundo de la artistía. Pónganse los cascos, este es el enlace, y escuchen, mientras hacen sus labores, Íntimo Vilima Manu Sánchez.

En la foto de portada, tres con sentido del humor y un serio: Rafa Iglesias, Manu Sánchez, Álvaro Vilima y, de pie, Daniel Lebrato.


[1] Dicho en Jorge Manrique: «No curemos de saber / lo de aquel siglo pasado / qué fue de ello; / vengamos a lo de ayer, / que también es olvidado / como aquello.»

[2] Ahora, por Yourcenar y su Alexis o el inútil combate.


casting y castigo.

Rosalía Las uñas como arma del feminismo

Mecano en los 80, con letra de Nacho Cano: No me mires, no me mires, déjalo ya, que hoy no me he puesto maquillaje y mi aspecto es demasiado vulgar para que te pueda gustar. Sombra aquí, sombra allá, maquíllate, maquíllate. Y de aquellos polvos, estos lodos: Sostiene la cantante Rosalía que las uñas simbolizan la feminidad y son un arma. Oído lo cual y sin entrar en el origen y evolución de (pues no es propio de [eLTeNDeDeRo] justificar lo presente por que haya sido historia), parece indudable que todo lo que llamamos maquillaje (del francés maquiller, jerga teatral del 19 cuando actores y actrices se aderezaban en el camerino) o cosmética (del griego ‘adorno’) ha llegado a la España del hombre y el oso (cuanto más feo, más hermoso) en soporte femenino y sería estupidez o demagogia sostener otros antecedentes, como causas médico sanitarias o como distintivos de tribu urbana. Hablamos de una idea de la belleza (sea o no saludable) y Rosalía tiene razón: las uñas simbolizan la feminidad, no el feminismo (tampoco ha dicho del arma: ¿para atacar o defenderse de quién?).

El caso es que alguien podría hacer –la ha hecho ya– una lectura feminista más allá de Rosalía. Pintarse la cara, las uñas, calzar tacones o lucir escote son marcas de mujer y lo siguen siendo aun cuando varones por orgullo gay o culturizados por la igualdad de sexos hayan adoptado esos usos, también la coleta a imitación del largo pelo de las mujeres. Todo, todo, es resultado de siglos de hegemonía masculina sobre una población femenina que o quedaba al margen (mujeres de clases populares) o acentuó sus rasgos para triunfar sobre, o medirse con, el macho dominante (caso de las mujeres sabias o de alta nobleza). Solo dos modas recientes se han trasvasado del macho a la hembra: el tatuaje y el pirsin, pero ese trasvase, signo de una homogenización característica, no anula lo esencial: los roles son roles y están hechos a la medida de quien mandaba en el resto: el machismo como precipitado histórico que fue haciendo una doble construcción a partir de la división primordial entre la falda y el pantalón, entre el rosa y el azul, entre la muñeca y el balón. Y dentro de esa gran división, como en dos poderosos bandos o ejércitos, el detalle de un toque personal, de un adorno o pintado más o menos, pierde relevancia: lo que importa es el conjunto, quién manda aquí y cómo deberíamos emprender la descorporeización[1] del personaje hacia una sociedad más seria e igualitaria; no, que, después de las campañas y mareas Me too, No es no y 8-M, el feminismo sigue teniendo en la moda su más peligroso aliado. Cuando una cantante se señala por sus uñas, mal le irá y nos va. Y cuando un colectivo, de pronto feminista, quiere seguir siendo feminista sin bajarse de sus tacones, sin que le miren el escote o sin que el largo de su falda signifique nada, es que tacones, escotes y faldas significan, ¡vaya si significan!

Sepan más sobre labios maquillaje ojos pirsin tatuaje uñas tacones y quédense con el corto Rabo de toro (0:46), rodado en los estudios Palacios Malaver de Cenarte en Sevilla; con la actuación de Eli Finberg bajo la dirección de Pablo Ruiz Sánchez, quien realizó The Fog (La Niebla), con música de iAmDive y con nuestra participación y contra la pesadilla de los medios que tienen machacadas a las criaturas que dan su vida ante la cámara por un buen casting.


[1] desomatización no valdría por cuanto significa transformar problemas psíquicos en síntomas orgánicos.