En términos políticos, lo bananero es, como lo populista, algo tenido en poca consideración democrática por quienes dictan la calidad democrática de una democracia (o dictadura). Como yo no estoy en ese juego (también desdeñé el auge del populismo, antes llamado demagogia), digo tan solo lo que he leído: EUA, etiquetador máximo de democracias (Cuba, Venezuela), se encuentra en casa con su propia república bananera. Bananas, para entendernos.
Si nos quedamos con el asalto al Capitolio y sus locas imágenes de personas vestidas de vikingos, de guerreros sioux, estatuas de la libertad y otros majaderos, es momento de devolver a Estados Unidos el término despectivo inventado por el escritor O. Henry para designar a Honduras y Guatemala (1904) y que Woody Allen recuperó en su segunda película, Bananas.
El Partido Republicano y su líder tenían la oportunidad de hacer inefectivo el mandato de Joe Biden, y les bastaba seguir dominando el Senado. Allí se vetaría cualquier intento de iniciativa legislativa del nuevo presidente. Bastaba con que conservaran dos senadores en el estado de Georgia, un referente en los estados del sur, escenario de Lo que el viento se llevó, y desde 1992 bastión republicano. Pero se interpuso en su camino una mujer negra, demócrata y con diez años de trabajo político sostenido a sus espaldas. Stacey Abrams ha logrado reconstruir el Partido Demócrata en Georgia utilizando la organización Fair Faight, convenciendo a tres minorías -mujeres, negros y latinos- de la importancia de votar y ayudándoles a superar los obstáculos burocráticos para hacerlo. El resultado son dos senadores demócratas en Georgia que sustituyen a los republicanos, dejando el Senado en un empate 50-50 que la vicepresidenta Kamala Harris puede resolver con su voto como presidenta. A esta victoria contribuyeron, y mucho, los políticos republicanos que se negaron, por considerarlo una medida comunista, a que los estadounidenses recibieran un cheque de estímulo de dos mil dólares, rebajando su cuantía a seiscientos. Donald Trump intentó convencerlos de que lo aumentaran, informado quizá de que el 65% de los ciudadanos apoyaba la medida. Así que cuando acudió a su mitin en Georgia para movilizar a sus votantes el único argumento que le quedaba era el que esgrime desde que perdió: nos han robado las elecciones y vamos a hacer una marcha sobre Washington para quejarnos.
La imprevisión logró que el Capitolio quedara cerrado durante cinco horas, mientras las hordas arrasaban los despachos y menudeaban los disparos. La proclamación de Joe Biden como presidente con los votos del colegio electoral tuvo que esperar a las tres de la mañana del jueves. Hasta Trump acabó llamando a la calma a los suyos diciéndoles, eso sí, que les amaba por lo que estaban haciendo.