Mi cuñada Rocío no estaba segura si el día de su santo era hoy domingo o mañana, Lunes de Pentecostés y de la procesión de la Virgen del Rocío. La duda le venía por recibir ella felicitaciones de otras partes de Europa donde Espíritu Santo cae en domingo. El conflicto viene rebotado del domingo o lunes de Resurrección, día que la católica y romana España coloca en domingo pero la Europa protestante en lunes, Lunes de Pascua.
Todo nos lleva –a partir de un primer plenilunio de primavera, dato astronómico que no deberíamos discutir– a lo de “al tercer día resucitó”, y todo porque al cronista no se ocurrió aclarar lo elemental:
–Jefe, al tercer día ¿inclusive o exclusive?
Porque si a usted le dice el albañil que tiene de obra en casa o el zapatero a quien ha encomendado sus zapatos ¡Señora, esto está en tres días!, es lo primero que pregunta, ¿incluido o no incluido?
Todo parece que, en la Judea de aquel tiempo, rabinos y entendidos, profetas y mesías, ahí que andarían a la greña por un quítame allá ese milagro –que no, que no es milagro; que si es agua, que si es vino– en reto permanente por demostrar habilidades que entusiasmaran al pueblo, y uno de ellos:
–A este (el vivo o muerto) te lo resucitó yo en tres días.
Cualquiera puesto en lenguaje de calle sabe que ¡A que te doy tres ostias!, es amenaza aproximada. Y los tres mosqueteros tampoco fueron exactamente tres. O sea, salvemos al evangelista, que estaría el hombre refiriéndose al plazo medio estimado para las resurrecciones (ver La vida de Brian), y culpemos, si acaso, al choque de iglesias; entre la auténtica, que es la de Roma, y la quisquillosa y por algo llamada protestante.
Yo acabé por llamar a mi cuñada Mary Rose [meriróush], reminiscencia de Las chicas de oro, serie de televisión. Y hoy, a nuestros 66, es la primera vez que el Rocío y mi cumpleaños coinciden. Los próximos 66, ella, quizá –que da gusto verla–, pero yo les aseguro que ya no estaré. Dejo, por eso, para que ustedes lo lean (en edición de bolsillo para pantalla de sus teléfonos móviles) el último libro de poesía que publicó en vida y en imprenta Daniel Lebrato: Predisposición de las uvas, Padilla Libros, 2011. Aunque de lectura no siempre poética –hay mucho hígado–, les puedo asegurar que empieza y acaba en brindis. Que lo disfruten.
Y, Mary Rose, da gracias que te pusieron Rocío, y no Pentecostés, Pente, Espíritu Santo, Espiri, Salto la Reja o Inclusive.
Enlace a Predisposición de las uvas (libre de tasas y virus)
Muchas gracias, Daniel. Y que viva la virgen del Rocío. Y si vive 2 días, mejor que uno.
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