Si en el hombre y en la palabra hombre caben machos
y hembras, hembras y varones, hombres y mujeres
(como sostiene la Academia y se demuestra en
la explotación del hombre por el hombre, que es un lobo
y que tropieza dos veces en la misma piedra),
cómo hablará una mujer en femenino singular
sin que, universal o epiceno, hable por su boca
todo el género humano.