Una encuesta de Irísaz Sociedad Civil nos pregunta a gente de Sevilla por la percepción que tenemos sobre nuestra ciudad. Este encuestado, para empezar, desconfía de sociedades civiles en la medida que admiten la existencia de la sociedad militar, la sociedad religiosa o la sociedad política. Quejarnos de la política o de los políticos sería un tópico. Quejarnos de la gente común sería otro tópico. Dicho lo cual,
Sevilla es el espejo donde se mira la actual política patrocinada por el llamado Estado del Bienestar: sociedad fuertemente clientelada a mayor voto para el Psoe a través de la oferta de empleo y subvenciones de la Junta de Andalucía. Susana Díaz, Macarena y Gran Poder, Betis y Sevilla y el ¡arsa y ole! cara al turismo y las fiestas, son el espejismo de una ciudad que caerá del sueño en cuanto un musulmán radical estalle su artefacto entre nosotros. Eso, por lo que toca a la proyección exterior de la ciudad. En cuanto a sus entresijos internos, ¿qué decir de la mendicidad, de la desigualdad y del feísmo de quien enseña su muñón en calle Sierpes a cambio de una moneda?, ¿qué decir del qué hay de comer de quien hurga en los contenedores de basura?
De ejemplo del cainismo sevillita entre clases medias, sirve el Plan Sevilla Bici que no esconde el rechazo que la Sevilla del automóvil siente por la Sevilla de la bicicleta, y hablamos de dos gestiones en manos izquierdamente próximas: una mano el Psoe, desde tráfico y urbanismo, y otra mano Izquierda Unida (el tiempo que formó coalición en el gobierno municipal), desde participación ciudadana. Al día de hoy, Sevilla en bici por el casco antiguo: salvo si circula por la alfombra roja o verde de los itinerarios bicis de Izquierda Unida, más acera‑bicis que carriles (que, diez años después, muestran su deterioro como obra pública y a ver de dónde salen los dineros), los feroces adoquinados en bruto que el Psoe no ha refilado (en nombre, se supone, de conservar los empedrados históricos) parten el culo y taladran el cuerpo de ciclistas por la calzada. (Sonríe el conductor en su 4×4 y el ciclista se queja y toca el timbre por zonas, por su presencia en bicicleta, escasamente peatonales.) Total: una pareja cogida del brazo no puede pasear por Sevilla (un carrito minusválido, tampoco) sin descomponer la pareja (¡se ven tantas parejas en tándem o fila india!), sin saltar obstáculos (Sevilla: la ciudad de los bolardos), sin subir y bajar ridículas aceras (que marcan el carril‑coche) y sin que le piten unos y otros. Y eso que Sevilla era la ciudad de las personas. Mientras no acabemos con el señoritismo, cuya capital mundial es Sevilla.
Próximamente, el carril‑cofradías por la Carrera Oficial, el carril-paseíllo por la Maestranza y el carril-paseo de caballos por la Feria de Abril. ¡Qué arte!
Daniel Lebrato, eLTeNDeDeRo, 21/02/2017
# enlace a Triana en primavera (photwalk, sábado 25 de marzo, con Juan Duque)
De acuerdo. Si acaso, chirría la expresión «y un jamón» al final. Pero no porque resulte inquietante que se haya convertido en un medio idiomático de rechazo nombrar un producto tan apetitoso, sino por el choque semántico frontal con las referencias en el texto al mendigo que hurga en la basura para encontrar algo que llevarse a la boca…
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