Buscando al joven Marx en su película
el Día de Andalucía (de hasta el moño
de, andaluces, levantaos y pedid tierra
‑al señorito, se supone‑ y libertad),
entre palomitas y una cero cero infame,
me encontré a mí como quien dice tal como éramos.
Y éramos pedantes, sectarios, dogmáticos,
igual, igual, igual que el joven Marx.
No había 28‑F. No éramos parias.
Estábamos de vuelta de la guerra fría.
Al salir del cine, mientras pedíamos
asilo político en un bar y una cerveza
de grifo en condiciones para olvidar agravios,
de arriba abajo me escaneó mi novia:
–Con esa pinta y con tu oído, Danielito,
demasiado, el Manifiesto Comunista y,
no digamos, la Internacional.