

La noticia según el usurpador o intruso:
Un agente literario en Grecia confunde y toma la imagen de Daniel Lebrato por la de José Antonio Moreno Jurado. Lo cual me sitúa al borde del Iliso, como pocos. Tecleando en Google el nombre del poeta y el mío salimos 433 mil veces en 0:63 segundos; con Fedro, 20.700 en parecido y vertiginoso tiempo. Debo a José Antonio tantísima emoción en la poesía y en la vida, que me parece erratamente, morenamente conjurada, esta equivocación que me hace a mí más gracia y más favor que a él.

La foto del error está sacada de la entrada Intrusismo en la Feria del libro de Sevilla, publicada en eLTeNDeDeRo el 20/05/2017. Un día antes, jueves 19 de mayo por la tarde y en la caseta Padilla Libros, se ve a Daniel Lebrato (a su vera, Rafa Iglesias y Padilla hijo) firmando ejemplares de Poemas secretos, último libro de su amigo Moreno Jurado, como si fuesen suyos.
–¡Qué poca vergüenza y qué más quisiera éste que escribir como los ángeles!, le estampó el bolso en la cabeza una admiradora y buena conocedora del auténtico José Antonio Moreno Jurado. Ya dijo Marguerite Yourcenar que A la larga, la máscara se convierte en rostro, y Pedro Navajas: Si naciste pa martillo, del cielo te caen calvos. –Calvos no: ¡clavos!, corrige el idiota al idiota dispositivo receptor de voz antes de darse a la fuga perseguido por plagio por la sección literaria de Interpol. Queden ustedes con Fedro como el Albatros, firmado, en principio, por Daniel Lebrato, pero, visto lo visto, vaya usted a ver. Por último, albatro es casi anagrama de lebrato.
FEDRO COMO EL ALBATROS
Ses ailes de géant l’empêchent de marcher
Charles Baudelaire
/ a JAMJ /
Bajaban de la acrópolis turistas
de dos en dos, en grupo, gente sola.
Traían con el sol en los talones
sus cámaras cargadas de cultura
y democracia. Esto que ven será
‑dijo la guía‑ espejo del futuro:
aquí estudió Protágoras con Sócrates,
aquí fue el Siglo Quinto; aquí, el Banquete
–hoy, musgo y lagartija y una sombra
que desenfoca fotos y elegías:
la explotación del hombre por el hombre.
Y Fedro, el descreído,
duda, como el albatros, de sus alas:
si es él ‑no un dios‑ el que hasta el mundo baja.