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Óptica Sevilla: Semana Santa.

Estadio_Olímpico_de la Cartuja
Estadio Olímpico de la Cartuja, propuesto Carrera Oficial para la Semana Santa de Sevilla.

No lo digo yo. Lo ha dicho el año sabático. Las fiestas de Sevilla son todas prescindibles. Marque usted, feriante o cofrade, la casilla que corresponda: hermandades, Iglesia, Maestranza, ganaderías, socios y titulares de casetas; todo lo que ha vivido a la sombra del Ayuntamiento bajo pomposo título de Fiestas Mayores de alto interés turístico, por su contribución a la economía de la ciudad y todo ese etcétera que el coronavirus se ha llevado por delante y que el año que viene podría volver a volver.

La Semana Santa cambió su ser tras la madrugá del 2000 y, a partir de ahí, tal cual predijo Juan Bonilla, “nadie conoce a nadie”.[1] Nadie conoce a nadie porque, por encima del Consejo de Hermandades y del propio Ayuntamiento, llegó Orden Público (CECOP: Centro de Coordinación Operativa) y mandó parar: vallas de separación por todas partes (más, a la salida y entrada de la procesión), rigurosas filas de espera para verlas venir (propio de Cabalgata de Reyes, en atención al público infantil), sillitas de mano dónde sí y cuándo no, fin del cangrejeo, rigidez de horarios (por retransmisiones tv) y mucha, mucha, policía para una masa que hasta el 2000 se preciaba de una autogestión que daba gusto: esa era la bulla; bulla tan sabia para acertar a dónde ir, como indulgente ante leves libertades que se disculpaban con tal de no molestar y que ningún infractor dejara sin vistas al chico o a la persona más bajita. Verdad que siempre había alguien en la fila que cuando usted, por libre o en caravana de libres, pedía paso franco educado, saltaba el malaje:

–Por aquí, ¡ni uno más!

Pero eran los menos y si sabías navegar entre el gentío evitando la Carrera Oficial, podías ver todas las cofradías y todos los pasos del día y hasta te sobraba para hacer escala en algún bar, Cruzcampo o manzanilla, con su buen urinario sin excesiva cola y medianamente limpio.

Todo lo cambió la ciudad del orden y no es extraño el actual rechazo por parte de capillitas laicos que hemos sido.

Pensando en laico, lo normal sería la Ciudad proponerle a Iglesia y Consejo de cofradías una de dos:

–Un circuito interno o Carrera Oficial por Catedral o gradas adentro de la Catedral

o hacer la Carrera en el Estadio Olímpico de la Cartuja y allí las procesiones dar vueltas las que quieran. El público paga su entrada. El espectáculo empieza y acaba. Estadio cubierto, a prueba de lluvia. Fácil acceso. Amplio aparcamiento. Servicio de orden privado o concertado con el CECOP. La ciudad, limpia de cera y paja. Y al turismo le daría igual. ¿Cuál sería el problema?

¡Como si la Macarena lleva publicidad de Coca-Cola o al Gran Poder lo patrocina una inmobiliaria!

Está muy mal acostumbrada esta ciudad de la gracia a la que no le vemos tanto la gracia.

Mañana en la Óptica: la Feria de Abril de Sevilla, que ya en parte hemos visto pasar por [eLTeNDeDeRo].

[1] Juan Bonilla: Nadie conoce a nadie (1996), novela ambientada en Sevilla, con la Semana Santa y los juegos de rol de fondo. Se hizo película del mismo nombre dirigida por Mateo Gil (1999).


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Si ayer cerrábamos con un poema de Manuel Machado, ahora es su hermano Antonio Machado quien nos da esta estampa de un niño siempre buscando a Dios entre la niebla, niebla que bien podría ser entre dos plazas: la plaza de San Juan de la Palma, de la Amargura, y la de Los Carros, hoy de Montesión, en lo que va del Palacio de las Dueñas, donde fue criado, hasta el Domingo de Ramos y hasta el Jueves Santo, si no un poco más arriba San Pedro, La Mortaja o Los Gitanos. He aquí el niño:

   ES UNA TARDE CENICIENTA Y MUSTIA,
destartalada, como el alma mía;
y es esta vieja angustia
que habita mi usual hipocondría.
    La causa de esta angustia no consigo
ni vagamente comprender siquiera;
pero recuerdo y, recordando, digo:
—Sí, yo era niño, y tú, mi compañera.

    Y NO ES VERDAD, DOLOR, YO TE CONOZCO,
tú eres nostalgia de la vida buena
y soledad de corazón sombrío,
de barco sin naufragio y sin estrella.
    Como perro olvidado que no tiene
huella ni olfato y yerra
por los caminos, sin camino, como
el niño que en la noche de una fiesta
    se pierde entre el gentío
y el aire polvoriento y las candelas
chispeantes, atónito, y asombra
su corazón de música y de pena,
    así voy yo, borracho melancólico,
guitarrista lunático, poeta,
y pobre hombre en sueños,
siempre buscando a Dios entre la niebla.

Antonio Machado, Soledades (1903)

Semana Santa, el espectáculo de la civilización.

madrugá por Rafa Iglesias

¡La madrugá es las Torres Gemelas de Sevilla!
Pasamos de la papeleta de sitio al estado de sitio.
(Rafa Iglesias)

 

Las religiones, una de tres, o se reparten el mapamundi, o se reparten las ciudades (una, al centro y, las demás, a guetos o extrarradio) o se lían a palos, que es por donde va el yihadismo. Lo que la historia no conoce es la coexistencia pacífica de distintas confesiones sometidas todas al poder civil.[1]

Tesis de tres huevos

Franco puso la Ley de libertad religiosa (1967)[2], la Ucd (derecha previa al PP) puso el Concordato con la Santa Sede (1979) y el Psoe puso la Alianza de civilizaciones (2007). Total, las religiones palante y el laicismo patrás. Concejalías de cultura y fiestas mayores pusieron el resto: el turismo religioso como potenciador del pib y para crear empleo y combatir el paro. Camino de Santiago, Rocío o Semana Santa se consagraron como distintivos de la marca España. Que haya algún crimen en el Camino, ciertos abusos en la Aldea o desórdenes por Semana Santa, también los hay en el fútbol: efectos secundarios de fenómenos de masas. Más policía, entonces, más cámaras de vigilancia, más medidas de acceso y seguridad.[3]

Antítesis con incidentes callejeros

Recuerde el alma dormida que las procesiones invaden la ciudad, no la ciudad las procesiones, y que los actos incívicos, vandálicos o incluso terroristas son de justicia ordinaria; no, que algún capillita querría imponer el ‘estado de Semana Santa’ semejante al estado de excepción o de guerra. Dicho lo cual, la degradación o pérdida del público ‘de calidad’ es normal cuando la calidad se subordina a la cantidad, más público forastero, que es lo que buscan cofradías, Ayuntamientos y medios propagandísticos.

Síntesis con separación Iglesia Estado

Aplicando legislación, las hermandades tendrían que cumplir el Reglamento de espectáculos públicos y pasar por la Ley orgánica de reunión y manifestación.[4] Y sin subvenciones. Las procesiones desfilarían como iniciativas privadas acogiéndose a su libertad de manifestación (derecho al que no podrían acogerse otras confesiones religiosas, siendo la católica la única que puede alegar, entre nosotros, cultura, costumbre o tradición). Y, siempre, con tal de que dejen la ciudad como estaba, ni rastro de cera. Y lo mismo vale para el público asistente: como si se le cobra una entrada o papeleta de sitio (de pie o con su sillita); como si sacan al cristo con anuncios de Burger King o a la virgen con publicidad de Coca-Cola. Lo que no querrán es que sus emociones particulares las siga pagando yo a través de impuestos; yo, que me vine a la playa huyendo de procesiones y donde también me cobran el iva en el chiringuito.

Colofón

Vargas Llosa se queja de la civilización del espectáculo (bodrio ensayo de 2012). Al revés. ¡Valiente espectáculo está dando la civilización! En vez de quejarnos de las redes sociales como casa tomada, ¿para cuándo las ciudades como espacios protegidos que no pueden perturbar autos de fe, cucusclanes ni clérigos ni legos penitenciales? Donde manda la religión, no duerme nadie.[5]

[1] Tal fue el ideal de la Alianza de civilizaciones: Occidente, cristiano; Oriente, islámico; Israel, ni se discute.

[2] La Ley de 1967 vino con su Registro de entidades religiosas de iglesias, confesiones y comunidades religiosas. La diferencia entre asociaciones y entidades no es menor. asociación (como en ‘asociaciones políticas’, que son los partidos) pone el acento en el componente social. entidad sugiere que un ente existe al margen del factor humano.

[3] Y si, como ha ocurrido este año en Málaga o en Sevilla, tumultos y estampidas o situaciones de pánico se multiplican por Semana Santa, ya verán cómo hay quien patenta semanas santas de riesgo y de ¡pelea, pelea!, mezclas del amigo invisible con San Fermín con tomatinas de agosto con turismo de borrachera y juegos de rol. Juego de rol hubo en Sevilla la madrugá del año 2000, culta y niñata escenificación o performance de Nadie conoce a nadie, novela de Juan Bonilla, un año antes. Puestos a lucubrar, cabe un Camino de Santiago sin señalizar (yincana que el participante tenga que superar) o un rali al Rocío sin caminos ni veredas.

[4] El derecho de manifestación fue solución durante la Segunda República para desfiles religiosos y actos como los funerales. Lo cuenta Juan Cobos Wilkins en su novela Pan y cielo (2015).

[5] Final por Lorca en la Ciudad sin sueño (1929).

Rafa Iglesias marchas-procesionales

Final de Rafa Iglesias: en derecho político, el estado de sitio es un régimen de excepción que debe ser declarado por el poder ejecutivo, en particular por el jefe de Estado, y con la autorización del órgano legislativo correspondiente a ejecutarlo.