la ciudad y las bicis.

Como usuario de la bicicleta adulta, urbana y laboral (de las de pedalear en traje y llegar sin sudar), discrepo del Plan Urbano Municipal. Prefiero la bicicleta RGC y DGT, homologada por Industria, que es universal en España, y que en Europa y el mundo, se sabe lo que es por carretera o por ciudad, que la bicicleta de carril, al arbitrio de hoy este plan, mañana aquel otro, o de tal o cual asociación.

Si yo tuviera poder de decisión (que lo tendría si el carril bici se sometiera a referéndum local, como debería ser), privaría a los ayuntamientos de competencias sobre la bicicleta, más allá de las que tienen sobre el resto de los vehículos (que nunca colisionan con RGC o DGT). Ciudades del Sur, Cádiz, Sanlúcar, se muestran muy inclinadas por el modelo Sevilla, que tritura y hace inviables las ciudades para las bicicletas ‘de antes’. Y a Sevilla (donde es casi imposible ir en bici si no se va como peatón con ruedas) me remito.

Rutas son amores y no buenas razones, y no hay carril bici para tanta calle de sentido único por los cascos históricos. Además, el carril es muy caro por cuanto exige una gran inversión en obra pública que, después, hay que mantener. En tiempo de crisis, sin fondos europeos y con las arcas municipales al mínimo, ¿quién paga esa alfombra roja que al final es lo que requieren las asociaciones bici?

Lo que sí compete al Ayuntamiento es el adecentamiento de la red de carreteras y calzadas municipales; un Plan de actuación sobre el carril derecho, sobre husillos, alcantarillas, registros o bordillos que, cuando se encuentran en mal estado (por baches o zanjas de obra mal repavimentadas), obligan a la bici a renunciar a su carril natural (por la derecha, el de vehículos lentos) y a invadir con peligro carriles más rápidos o a ocupar, para desesperación de conductores motorizados, el centro y el ancho de toda la calzada. Con PMU o sin PMU, esa sí que sería prioridad de un Ayuntamiento que redundaría en beneficio no solo de las bicis sino de toda la ciudadanía, vaya a pie o vaya en transporte público o privado. Yo usaría a voluntarios ciclistas, varones y hembras, del cuerpo de Policía Local como rastreadores, testigos o notarios de lo que cuesta a una bici circular por la derecha. Añadamos bicis piloto que llevaran en transportín o en bici aparte una criatura al colegio. ¡Sería una encuesta maravillosa!

Final, para en Sanlúcar de Barrameda.

Para vigencia de la bicicleta ‘de antes’, basta ver las que circulan (en proporción, más que por ninguna otra parte en Sanlúcar de Barrameda) por la carretera de la Colonia que va a la Algaida, muchas de ellas por madres o abuelas que usan la bicicleta como lanzadera de cercanías y para recados y trayectos cortos que en la colonia se hacen siempre largos. Yo aprendería de eso. En vez de ir de enterado salvabicis mirando a Ámsterdam o a Berlín (como hicieron, nuevos ricos, en Sevilla y con fondos europeos que ya no), yo aprendería de mis mayores, que aprendieron de los suyos.


Daniel Lebrato, BiciCultura, Sevilla Sanlúcar

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