
De mejor a peor, lo suyo es partir el bacalao, que es ser el jefe, después conocer al bacalao, aunque venga disfrazao, que es ser espabilado o astuto y, lo último, que te den o que te metan la bacalá, que es que te han engañado. Para poner el bacalao en tanta frase hecha, hay que imaginar el bacalao rey de las salazones de pescado (como el jamón, de la carne) en un mundo sin frigoríficos donde la sal (por algo, el salario) y la salazón o la salmuera eran conservantes más que vitales para dar de comer a mucha gente sin que se estropease el rancho. El bacalao debió alcanzar tanto valor de uso, que hasta serviría como valor de cambio, como cuando decimos ¡y un jamón! podríamos decir ¡y un bacalao!, aunque no consta. bacalao está en español desde 1519, dice el Corominas. Una teoría asegura que cortar el bacalao viene de las plantaciones de las colonias españolas del Caribe y América del Sur, África o Filipinas, donde el bacalao servía como alimento a los esclavos y quien corta[ba] el bacalao era el capataz o encargado de la plantación. Otra hipótesis pone su origen en los tiempos del hambre en España, donde el bacalao era alimento básico y de los más baratos y cuando tiendas de ultramarinos o colmados colgaban un bacalao entero y hacia abajo (igual que un jamón) como anuncio o reclamo del establecimiento. En Sevilla, la Cuesta del Bacalao era, y es para los mayores, Argote de Molina, en cuya esquina con Placentines estaba la tienda El Bacalao. Antonio Burgos relaciona el bacalao de los soldaditos de Pavía, de las tortillitas de bacalao y del bacalati con tomati; el bacalao de los estandartes de las cofradías y el bacalao cuaresmal. El bacalao debía ser cortado con un cuchillo largo y afilado, tarea reservada al propietario o encargado del comercio, no al aprendiz que pudiera haber. Entre el artisteo, también se oye decir ¡Cómo está el bacalao!, por significar que el espectáculo está todo él saliendo genial. En te conozco, bacalao, aunque vengas disfrazao, la palabra bacalao puede estar ahí meramente por su rima pero, por lo que sea, entra en una relación de mérito entre lo que vale y lo que no vale y, de ahí, a meterle a alguien la bacalá no hay más que un paso.
El Diccionario del Argot de McGraw-Hill recoge la bacalá como aparato genital femenino. A la Francisca le güele la bacalá un montón. comer el bacalao es hacer cunnilingus. Juan José Antequera Luengo, en sus Modismos comparativos de Andalucía (Sevilla, 2007), recoge el dicho más mierda que el coño de la Bacalá, oído por Juan de la Plata, quien a su vez lo recogió en su Vocabulario jerezano (Jerez, 1991), donde también figura el dicho más mierda que el coño de la Bernarda, siendo la Bacalá una pobre mujeruca de la calle, con fama de sucia, que debió morir alrededor de 1980. bacalada llama el diccionario (desde el de Autoridades) a un bacalao curado, definición que, observa la Academia, no es aplicable entre los pescadores del Sur, donde la bacalada o bacalá es una especie de brótola o pijota, de menor calidad, que secada al sol y puesta en salmuera es muy apreciada por los pescadores. De ese aprecio vendrá el soltar la bacalá, que es soltar dinero. En Jérica, Castellón, la bacalá consiste en el reparto a todos los asistentes, sentados en círculo, de pan, vino, nueces y bacalao. Y forma parte de las fiestas de la Divina Pastora (tercer domingo de septiembre) y patronales de Santa Águeda (5 de febrero), con vaquillas, toro embolao, misa, procesión, ofrenda y bacalá. Que ustedes partan el bacalao y no les den nunca la bacalá.
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