EL SUEÑO DE LA GENERACIÓN PODEMOS
Yes, we can, Sí se puede, fue el lema de Barack Obama en su campaña de 2008. Del Sí se puede, salió Podemos, generación que había ido calentando motores bajo el movimiento mileurista, 2005, siguió con ¡Indignaos!, creyó en las Primaveras Árabes, 2010, y acampó en la Puerta del Sol, 15‑M, 2011, hasta terminar en partido en enero de 2014. 2020 es su cita ‑no con las urnas, que también‑ con la generación que le tomará el relevo.
Aplicando los quince años, de generación en generación, a los cuarenta que van desde 1975 hasta 2015, echen la cuenta: caben tres generaciones y una al venir en 2020. Visto desde el lado utópico de quienes quisimos cambiar España y el mundo ‑no desde la política conservadora (UCD, PP, Ciudadanos) o refractaria al cambio (PSOE, UPyD)‑, cada generación ha tenido una esperanza de revolución o su contrario: de vivir una experiencia optimista equivalente.
El sueño de la Generación PCE (1975‑1989, muerte de Franco; caída del Muro de Berlín) fue una España federal y republicana con una democracia avanzada (desde el Partido, bajo las pautas del eurocomunismo de Estado). Es la generación de militantes o exmilitantes que hoy tenemos 60 años bien cumplidos. Después vino la Generación Berlín (1989‑2005), que ronda ahora los 45 y cuyo sueño fue un mundo plano y sin bloques, bajo movimientos sin fronteras y oenegés en el marco de un Estado del Bienestar. [Un inciso. El bienestar era creíble a condición de que se lo dieran al grupo de jóvenes del que estamos hablando: mileuristas o erasmistas, profesionales con carreras liberales: nos creímos la igualdad de oportunidades porque eran nuestras hijas y nuestro hijos y nos venía muy bien para lo que de verdad pasaba en el suburbio o con las clases trabajadoras, emigrantes o mendicantes.] El sueño de ese mundo plano duró bien poco, hasta las Torres Gemelas, Nueva York, 11 de septiembre de 2001, imagen metáfora de un mundo que se venía abajo. Ante semejante sacudida de conciencia, cuajó el tercer y último sueño, tampoco esta vez cumplido aunque sus protagonistas no lo sepan: un mundo ‑¡vale!, no de una- de tres culturas, de alianza de civilizaciones donde quepamos todos, refugiados incluidos. Esa es la Generación Podemos (2005‑2020), gente que hoy calza de 30 años para arriba, jóvenes que llevan 22 años de mayoría de edad y con derecho a voto.
Cuando Podemos se fundó como partido, Pablo Iglesias (1978) tenía 35 años; Íñigo Errejón (1983), 31; y Juan Carlos Monedero (1963), 51, y quizá por ‘mayor’ abandonó la dirección y critica hoy el infantilismo de Podemos. Si me tomo como referencia, Monedero sería mi hermano menor: en 1975, mi hermanillo con 12 años; yo, en el movimiento estudiantil y en el PCE de los últimos coletazos del franquismo. Pablo Iglesias sería mi hijo mayor: el que viajó a la Puerta de Brandeburgo; y Errejón, mi hijo pequeño: el que viajó con Erasmus. Lo cual me da una proximidad afectiva ‑los quiero, son mis hijos‑ y una distancia: yo desconfié primero. El caso es que para 2020 sale al mercado laboral y electoral la Generación [de la] Crisis (empezó en 2008), cumplirá veinte años quien nació con el milenio, gente que no conoció la peseta, Generación Post o Posbienestar que el bienestar con minúsculas se lo tendrá que buscar por su cuenta porque pensiones y prestaciones ya no serán lo que eran. Si se preguntan ustedes si Podemos ha tocado techo: sin duda alguna. Si se preguntan si ha pasado el tiempo de Podemos: le queda una legislatura para fijar su rumbo. Y si me preguntan a mí ‑viejo topo convencido de que hace falta que todo vaya mal para que todo vaya bien‑ digo que Podemos ha vuelto a sus orígenes: un bluf tan inconsistente como inconsistente ‑y un poco pija‑ fue la conciencia mileurista, habiendo, como había, por debajo seiscientistas y quinientistas; como inconsistentes fueron las Primaveras Árabes y Hessel y Sampedro con ¡Indignaos!, rivaival de los valores de la vieja Europa; y con lo fácil que es pedir y pedir sin aclarar quién paga la factura: el capitalismo que, desde Podemos, no se cuestiona. Podemos tampoco cuestiona Occidente, límite del que no nos consta que planteen salirse. Todo, muy Yes, we can, del señorito Obama.
Otro bluf para un suflé.
Daniel Lebrato, 28/06/2016
Me parece estar leyendo el soliloquio de un alma arrepentidoa y contrita de sus pecados. Algo así debió pensar aquel que al caerse del caballo vio la luz en lugar de las estrellas. Cualquier dia me dará una apoplejía al saber que mi querido comunista irredento se ha afiliado a Ciudadanos o a otro club del mismo estilo. Nunca puedes estar seguro de lo que la vida pondrá ante nuestros ojos.
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Me ha gustado mucho amigo. Bss
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