Etiqueta: Don Quijote

para no hablar de soberanismo (receta).

Para no hablar de soberanismo, llamemos referundismo a lo que está pasando en Cataluña. No hablemos de un soberanismo que no se ha ejercido ni de un independentismo que nunca se ha dado. El truco es viejo. Esa trampa de anticiparse el significante (la palabra) al significado (la realidad) nos dejó un gigante anticomunismo contra un ismo que jamás existió y que siempre fue molino, mi señor don Quijote que sale ahora por los cerros de Úbeda de la unidad popular, como si fuese nuevo y milagroso bálsamo de Fierabrás. Del independentismo (como del comunismo y de otros ismos demonizados), se podría decir lo que Jorge Manrique, de Jesucristo: que en este mundo viviendo, el mundo no conoció su deidad. Así pasa con la independencia de Cataluña que, sin haberse producido, tiene ya los anticuerpos preventivos cuando el paso honroso en que estamos es: quién ejerce la soberanía en Cataluña (y en Andalucía y en Extremadura o en Asturias, patrias queridas). Y ahí, con democracia o con unidad popular, Cataluña será lo que quiera ser. Escríbanlo cien veces por carilla, a ver si se les mete en la cabeza y, si no, a ver si tienen huevos, digo argumentos, para hacer otra tortilla.


la pared.

machete al machote 20170612.jpg

Entre el clavel y la espada (1939‑40), de Rafael Alberti, nos trae un eco de entre la espada y la pared. pared, en inglés the wall, el muro, de Pink Floid (1979) y de Wall Street.

Una pared une y separa a los amantes en la Fábula de Píramo y Tisbe, romance de Luis de Góngora (1618). La pared es canción de Bambino (Utrera 1940‑99); Entre la espada y la pared, de Fito & Fitipaldis.

entre la espada y la pared (446.000 resultados en Google) significa que, hagas lo que hagas, lo tienes crudo, y viene de cuando los espadachines se batían el sable, que algo tiene que ver con el machete y con a machetazos.

poner pies en pared (1.590G) o pie, en singular (5.650G), es tenacidad, insistir con empeño, de cuando los muchachos se retaban a trepar con soga por una pared, a ver quién llegaba más alto. Lo cuenta Ludaico Duver, quien nos trae esta cita de Quevedo en Cuento de cuentos (1626): Poner pies en pared no sirve de nada; yo lo he probado viéndome en trabajos, como oía decir: No hay sino poner pies en pared; y sólo sirve de trepar, o dar de cogote.

Figuradamente, las paredes hablan [lo que la gente calla]. Antes, tenemos las paredes han oídos y los montes ojos / las paredes tienen orejas y oídos / las paredes oyen (51.000G): frase proverbial que recomienda cautela cuando se trata algún secreto. las paredes oyen está en Gonzalo Correas, Vocabulario de refranes y frases proverbiales (1627). Y en La Celestina (1499): Callemos, que á la puerta estamos e, como dizen, las paredes han oydos. Y en el Quijote (1615) 2,48, en boca de doña Rodríguez, quien después de poner de vuelta y media a Altisidora y a la duquesa, suelta esta retención: Quiero callar, que se suelen decir que las paredes tienen oídos. Y en Las paredes oyen, comedia famosa de Juan Ruiz de Alarcón (1628).

Antítesis de las paredes oyen serían más sordo que / sordo como una tapia y las paredes hablan (234.000G); hablan, y de qué manera, desde los grafitis.

Este “machete al machote” (13.800G), escrito en versión vasco taquigráfica (76G), está en las paredes de Bajo de Guía, Sanlúcar, Cádiz, donde no es raro este tipo de feminismo pinturero.

machete al machote 20170612

enlaces:
Fábula de Píramo y Tisbe
La pared,
de Bambino

 

la literatura no salva.

La manipulación de la Historia con fines partidistas no es rara ni nueva, y al juego se prestan la historiografía oficial y los libros de texto, pero también los medios, las artes y la literatura. Lo vimos cuando estudiábamos el 98, aquel Cid y aquel don Quijote que cada uno interpretó a su imagen y semejanza de una idea de España. La reescritura tiene sus propios géneros específicos y, así, el recurrente cine del Oeste o de esclavos negros de los Estados Unidos: algo sigue pendiente en la conciencia estadounidense ‑en la sociedad de ahora mismo‑ que al cineasta mueve, esparce y desordena. Lo mismo podría decirse de nuestra literatura ambientada en la posguerra, posguerra que no termina nunca de acabar. Viene esto a cuento de El hoy es malo, pero el mañana es mío, última novela de Salvador Compán. La virtud del autor, su honradez intelectual, consiste en no manipular con ojos del presente un pasado que ya quisiéramos modificar; manipulación que otros novelistas se permiten hacer, y vamos a no dar nombres en este país donde series como Cuéntame cómo pasó o El ministerio del tiempo van directamente a la percepción que el pueblo español tiene de un frustrante pasado. Los personajes y los años 40‑60 son los que fueron. Enhorabuena a Salvador Compán. Cambiada España ‑ese cargo de conciencia ‑, cambiará su novelística.

–Enlace a  Lo que queda de Franco.