Nacido en 1954, el sueño de mi generación, Generación Pce (1975‑89: muerte de Franco – caída del Muro de Berlín), fue una España federal y republicana con una democracia avanzada.
El sueño de la Generación Berlín (1989‑2005) fue el Estado del Bienestar.
Y el sueño de la Generación Podemos (2005‑20) fueron tres culturas en alianza de civilizaciones, refugiados y migrantes, oenegés de acogida.
Curiosas especies del siglo 20 que trascendieron con vigor al siglo 21 fueron los anticomunistas sin comunismo y los demócratas sin democracia:
demócratas occidentales, que habían conocido la democracia, para quienes, pese a las críticas, la democracia seguía siendo lo menos malo que se conocía, y demócratas orientales de democracia asistida, para quienes la democracia sería lo mejor de lo mejor, a la altura de progreso y libertad.
La humanidad se rendía al anticomunismo, -ismo el más curioso porque sociedad sin clases que pudiera llamarse comunista no hubo ninguna. En 1991 lucía la Onu sus misiones de paz por Yugoslavia y regiones de la antigua Urss, también 91 el año de Ucrania.
La democracia fue tan soberbia que hasta la ascensión de Donald Trump (2017) se hizo parecer como rareza o decepción a un sistema magnífico; nunca, como negación de la democracia en sí misma. Cuando Putin movió guerra por Ucrania, mi querido demócrata no supo dónde meterse.
Por la república, demócrata y de izquierdas, andalucista, ecologista y feminista. De todo ese ropero se viste nuestro personaje. Ecologismo y feminismo son parte de lo políticamente correcto, y ¿el andalucismo? ya vieron a Juanma su noche electoral. Por la república pasea el Psoe y el bipartidismo y hasta la mismísima Casa Real.
Las prendas en redes sociales son ser demócrata (frente a fascista o autoritario), de izquierdas (frente a derecha como Juanma) y andalucista por las clases bajas: esa ideología que se deja verbalizar dándole a los y las y a todos y todas, español de la @rroba y de la equiX o al femenino plural para todos los plurales. No se trata de comunicar sino de que su público receptor perciba esos registros y piense: ¡es de l@s nuestrXs!
En cuanto a ser de izquierda, ¿qué significa ser de izquierdas estando la clase obrera desaparecida? Una parte de la antigua izquierda se definió anticapitalista y otra reescribió clases trabajadoras donde ponía proletariado. Eso hizo el Pce de Santiago Carrillo, 1977. Absténganse el club de fans de Julio Anguita y el club de fans de Pablo Iglesias. Esas izquierdas no han hecho más que pedir y pedir al Estado del Bienestar, lo que ‑si bien se piensa y sin rigor fiscal‑ es carta a los reyes magos o cheque sin fondos de hablar por hablar.
Taimados de IUP culparon al Procés pro referéndum, que promovió la coalición electoral Junts pel Sí, del ascenso de la ultraderecha en España, C’s y Vox. Al final, y en tierras catalanas, el sí o el no siempre se podrá corregir por leyes de turno o nuevo referéndum. Pero, en la España neoliberal de amplio espectro (modas, tatuajes), donde se da el derecho a decidir, al andalucista por la república feminista demócrata y de izquierdas le quedará una cara de facha y de malaje autoritaria difícil de corregir.
Que se jodan.
Cuando me vengan pidiendo el voto útil para la próxima, yo con no votar tengo bastante.