En 2005 cuando empezó en España el área de Igualdad y Coeducación en la enseñanza pública, el lema fue “Sin igualdad no hay coeducación”; lema pensado para lo que se veía venir: que sería imposible coeducar en el aula habiendo niñas con su tapado islámico. Aquella batalla se perdió cuando feminismo y Junta de Andalucía dictaminaron que el velo no era discriminación sino cultura.
Casi quince años después (pasado el feminismo por el pasapuré de las mareas del 8-M que están por la igualdad macho hembra sin cuestionar ni uno ni otro campo) el lema sería al revés: “Sin coeducación no hay igualdad”.
Ayer en un bar en el entorno de la Feria de Abril, tuve necesidad de un váter de asiento, y no de un urinario, así que me metí en el servicio de señoras. Cuál fue mi sorpresa cuando el camarero casi no me deja entrar y tuve que replicarle que qué sabía él lo que yo necesitaba, y luego, a la salida, tuve que aguantar a una flamenca que me increpó en inglés (se ve que me tomó por guiri despistado): –It’s the ladies toilet! -me dijo airada. –Yes, i am a ladie! -le respondí educado. Lo dicho. Sin coeducación no habrá igualdad.