Sevilla, Andalucía, España, anda metida en fiestas como motor económico, lo que ha abierto una guerra entre el viejo sector terciario y las nuevas formas de hacer (VFTs, VTCs, Airbnb), al fondo, la controversia sobre la súper población entre una vecindad autóctona que se siente amenazada por tanto turismo y unas alcaldías que no paran de inventar o de recrear más y más fiestas. Paralelamente, el pensamiento crítico arremete contra los toros, en nombre del animalismo, o contra las procesiones, en nombre del laicismo. A todo esto añadan –para quien lo siga– el debate en época electoral.
[eLTeNDeDeRo] propone algo sencillo y barato y democrático. Estado y corporaciones autonómicas y municipales dejan de financiar, subvencionar o alentar fiestas que serían privatizadas y devueltas a entidades particulares promotoras y autorizadas.
Seguiría habiendo procesiones pero acogidas al derecho de manifestación (como hacen los sindicatos) y las hermandades se comprometerían a dejar las calles del itinerario tal y como estaban, sin rastro de cera y todo perfectamente limpio; seguridad y fuerzas de orden correrían también por cuenta de las cofradías, que antes de la cruz de guía habrían depositado la cantidad en euros suficiente para el Ayuntamiento cubrir esos servicios de recogida y limpieza subsidiariamente. A usted y a mí la Semana Santa nos costaría cero euros. Algo es algo.
Seguiría habiendo corridas de toros pero no como fiesta nacional sino particular de la sociedad taurina y bajo las mismas condiciones de policía y protección civil que se han dicho para las procesiones. Y así iría todo. La Feria de Abril –montaje y desmontaje, incluida la portada–, correría por cuenta de la sociedad feriante a través del registro de casetas y puestos y atracciones; los partidos de fútbol, bajo responsabilidad de los Sevilla y Betis convocantes.
Conseguiríamos tres felicidades.
Primera. Desactivar polémicas que nos dividen. Menos palabrería entre partidos políticos, clase política a la que le va la marcha procesional y el clarín de los paseíllos.
Segunda. Pasar de un turismo de fechas a un turismo de sitios. Como Roma, Londres, París o Nueva York que, siendo las más turísticas del mundo, reciben turismo todos los días del año.
Tercera. Las instituciones públicas sacarían los dineros desde donde prevarican con nuestros impuestos la Iglesia o las grandes ganaderías, por no salirnos del cartel de Fiestas de Primavera de la ciudad de la gracia.