vísperas.

Fernando, Josele Reyero y Daniel Lebrato en el Bar Rodríguez

CABALLERO A LA JINETA
en las eneas de las tabernas, nada tan serio
como esa religión de ver el mundo
del otro lado del humo del tabaco
y en la mano, como única clepsidra
de un tiempo inmemorial, vaso de vino
cuando la tarde no es tarde ni en dos
divide el día el sol del mediodía.
Basta saber que habrá cigarro y ronda
que llamaremos siempre la penúltima
y que cenizas y conversaciones
se irán despacio y por la misma senda
que las vaquitas y el hombre que las lleva
o el cadáver, si lo tienes, de tu enemigo.

De siempre, he adorado y me ha dorado la piel la cerveza de los viernes a medio día, cuando la jornada semanal termina. Hablo de un tiempo varón sin sobresaltos. Quienes cobraban el jornal por semana, gente de la construcción y de servicios, también maestros, bancarios y oficinistas que usaban la semana inglesa y el horario intensivo, componían en los bares una especie bulliciosa en la que yo me zambullía. Ahora que soy profesor emérito mi reloj interior me sigue dictando su costumbre y, aunque mi agenda es de libre disposición, me señala que es viernes a medio día (podrían ser las tres de la tarde) y me lleva a esa bulla donde no es rara la conversación sobre mujeres (en rancio, llamadas parientas), sobre el partido del domingo o a qué pueblo se va este fin de semana. De los viernes, los más señalaítos son aquellos que inauguran vacaciones escolares. Y, de los bares que me rodean, el que más escolares y proletas recibe es, sin duda, el Bar Rodríguez, en su esquina de Plaza San Antonio, adonde van a dar, atraídos por el sol y la Cruzcampo, uniformes, monos azules, pintores de brocha gorda y corbatitas de cuello blanco. Sobre esa hora, me viene a la cabeza lo que yo escribí por una víspera de vino y rosas en Macharaviaya, Málaga, a donde habíamos ido en busca de Buly y Sonia, majestades de aquellos mambos entre la cerámica, la pintura y la literatura: Caballero a la jineta.

CABALLERO A LA JINETA
en las eneas de las tabernas, nada tan serio
como esa religión de ver el mundo
del otro lado del humo del tabaco
y en la mano, como única clepsidra
de un tiempo inmemorial, vaso de vino
cuando la tarde no es tarde ni en dos
divide el día el sol del mediodía.
Basta saber que habrá cigarro y ronda
que llamaremos siempre la penúltima
y que cenizas y conversaciones
se irán despacio y por la misma senda
que las vaquitas y el hombre que las lleva
o el cadáver, si lo tienes, de tu enemigo.

/ a Buly, a Sonia, a Jose Marrodán /

/ a Fernando y Josele, que posan en la foto de ayer viernes /


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