El primer origen de la violencia es físico: macho vence a hembra. Contra la fuerza bruta del varón, se puede hacer poco. El segundo origen es la pareja o la familia. Contra eso, se puede hacer mucho pero sería enfrentarse al Estado ‑la Iglesia, al fondo‑ como garante de pensiones bajo un sistema de bienes gananciales. Corresponde a las mujeres renunciar al sistema ganancial y a las tres figuras génesis de la desigualdad: ama de casa, por un lado, y cabeza de familia, por otro; y mujer madre de una prole que viene al mundo sin estatutos. Con que se anticipen las capitulaciones de hecho y las condiciones de maternidad a los convenios reguladores al divorcio, la violencia habría perdido mucha de su nociva energía, que es de raíz económica y de modos de vida. El día contra la violencia contra la mujer que el lema sea: ni una persona dependiendo de otra que no pague y cotice por ella y por sus servicios prestados. Porque, si malas son las relaciones laborales y de empresa, peores son, y en un limbo legal, las relaciones de familia.