EL ÁNGEL REBELDE
Non serviam, no serviré, dijo Luzbel a Yavé.
Íbamos camino del milenio en el instituto de aquel barrio de Sevilla. El cura de Santa Aurelia, profesor de religión, ya se había ido y en su lugar venido el típico profe de religión joven, casado y marchoso que gastaba bromas con Montse, Monseñor el obispo. Y se llevó a la muchachada de calle. Él y la jefa de lengua prepararon el decenio 2000‑2010 con Jesucristo Superestar, vestíbulo de las Jornadas Escolares por la Paz que vendrían. Ya saben, palomas, laureles, gandhis y calcutas todos los 30 de enero en institutos y colegios. Donde “paz y desarme”, pusieron “paz y no violencia”. Menudo cambiazo. El mayor gol que le metieron la Iglesia y el Ejército a la Junta de Andalucía, Consejería de Educación y centros educativos. Yo me rebelé, y lo pagué. El cura Ángel, se hubiera rebelado antes y, mejor, lo cambiaron. Pasados diez años, en mayo de 2010 me encontré a Ángel en la plaza de San Lorenzo, domingo y Corpus. ¿Creerán que me emocioné? Ángel vivía entonces su retiro en el asilo de sacerdotes de Santa Clara, espacio que algunos meses más tarde se relacionaría con un crimen, sin duda pasional. La pasión de Ángel Esteban Burgos era su Jesucristo vivo por Tierra Santa, a donde viajaba cuando podía, y de eso hablábamos, de su cristo evangélico, del que anduvo en la mar y no en procesión. En otro dios no creía. Las fotos conmigo fueron las últimas. Murió, de cansado y enfermo, poco después. Pareado al asilo de sacerdotes está la sede de la Casa de los Poetas, no de la Poesía, a donde me llevan en procesión el próximo jueves (publicidad).
IES La Paz, abril de 1997. El profesor Lebrato defendió la objeción de conciencia (asistencia voluntaria) ante la representación (cortando clases y obligatoria para todos) de Jesucristo Superestar, obra que dirigía Pilar Márquez con los Padres Blancos, de los Remedios. El periódico El Corcho puso un cartel de protesta en profesores: “Jesucristo Superestar teatro no es ni el instituto una parroquia”. La respuesta del Claustro fue una defensa cerrada en banda de Pilar Márquez. Otro día el director pintó y regaló un abanico a Daniel Lebrato representando un bestiario con la leyenda: “El zorro destapa la hipocresía de la asamblea”.