EL JARDINERO INFIEL
Uno de los géneros veraniegos entre quienes disfrutamos de segunda vivienda (a veces tan habitual o más que la primera) es la reunión anual de esta segunda comunidad. De las comunidades, ya sabemos por Álex de la Iglesia que concitan lo peor y más bajo de nuestro ser. Egoístas, insolidarios, a veces fachas nos volvemos tratándose de mi casa, mi entrada, mi escalera, mi garaje, mi silencio, mis vistas, mis niños, mimimí. Las comunidades de segunda vivienda suelen ser peores que las de primera, porque el bolsillo es más rácano; las exigencias, más arbitrarias y pasajeras, y la confluencia, más difícil por cuanto nos juntamos quienes usamos la casa todos los meses del año con quienes vienen en agosto y, el resto, o no vienen o la casa la tienen puesta en alquiler. Este propietario o propietaria de estación solo entiende de películas con destino a la playa o a la piscina, esos escenarios que en invierno cambian tanto. En mi comunidad los estacionales van a lo bonito y barato (y que lo bonito parezca caro) y los perennes vamos a lo práctico: que no se filtre el agua ni se inunden los bajos cuando lleguen las lluvias, que, por la humedad, no se vaya la luz y, con la luz, el portero automático, el motor del agua y el agua, ni las señales de radio tv o de internet. Mi comunidad se constituyó un verano y empezó muy fuerte optando por plantar especies vistosas y olorosas. El bando práctico no es que fuera enemigo de jazmines y jacintos, pero llegó el invierno y se vio que había que juntar para el ascensor, sótano, plazas de garaje y una conectividad tan lamentable que nadie sabe ni dónde está el cuadro de comunicaciones, ese que te pide la compañía que viene a instalarte la wifi o Imagenio y por dónde demonios va la fibra óptica. Frente a eso, los estacionales, con que la comunidad esté limpia y presentable cuando vienen, tienen suficiente. Lo cual se refleja en las cuotas. Nadie quiere pagar ni un euro más de lo que viene pagándose hace diez años. El caso al que vamos es que el bando estético cuenta con un propietario que es jardinero. (Debo aclarar: la comunidad tiene nombrado su propio jardinero, que no es él, naturalmente.) Este es un hombre que simplemente se aburre y busca quien también se aburra con él. Como siempre accede a una vecina o un vecino presidente, tesorero o secretario (a veces, él mismo) con firma en el banco, el hombre gasta dinero y planta o remueve tierras contando con que nadie va a estar en contra de esa adelfa tan bonita. En esta reunión última, una vecina estética que iba a estar ausente nos había dejado su voto delegado y el encargo de darle voz a una petición suya que venía a ser una especie de carta vegetal a los Reyes Magos: quiero que planten esto y aquello y lo de más allá. En atención a su ausencia, y solo por eso, su carta petición se leyó al empezar. Un vecino argumentó que, con todos los respetos, antes que plantas y flores había que arreglar lo de primera necesidad y todos, incluso el jardinero, estuvieron de acuerdo. Solo por delicadeza, y por no darle un áspero No a la vecina ausente, en acta se puso: “se acuerda por mayoría aprobar únicamente la planta de especies autóctonas”. Y ahí quedó: Sí a lo que buena y espontáneamente crezca y Sí a no gastar ni un euro más en viveros. Cuál sería nuestra sorpresa cuando, a la mañana siguiente, antes de ayer, vimos al jardinero infiel plantando novedades (curiosamente, en el jardín que da vistas al balcón de la vecina ausente) con ayuda de otro vecino bien intencionado. Y cuál sería nuestra sorpresa cuando, ayer, la secretaria nos mandó una rectificación al acta a propuesta del vecino bienintencionado (?), que dice literalmente: “Don Jardinero informa de la planta de una adelfa y seis nuevas especies en el jardín que respetan, en todo caso, el principio de cultivar únicamente especies autóctonas”. No sé si lo han pillado: primero interpreta positivamente la voluntad negativa de la comunidad; después se salta y no consulta con la nueva presidencia y por último quiere hacer pasar por acuerdo de comunidad lo que nunca lo fue. Para ello cortó y pegó en Word, y donde decía “5º. Doña Vecina pide que todos los vecinos comprueben el funcionamiento de su telefonillo”, les coló a la secretaria y a la comunidad este nuevo punto 5º, que hemos leído. Dejo a ustedes de contar los puntos del 1º al 4º de prioridad de gasto: obras y trabajos aprobados y aún sin realizar, el drenaje de la entrada y paso de coches, la conectividad. La cuenta del jardinero es: prevaricación (siendo él jardinero, él hace jardinerías), suplantación (del jardinero de la comunidad y de la nueva presidenta), malversación (de fondos que no son suyos) y falsedad en documento público. Éramos dos bandos, los estéticos y los prácticos, y ahora somos tres: el tercero, el del jardinero infiel. Si usted ha llegado leyendo hasta aquí, a lo mejor le interesa saber su nombre. Mañana sale.
eLTeNDeDeRo, 26 del 8 de 2015