Cursaba yo el bachillerato, cuando el profesor de latín nos dio a traducir fragmentos del De amicitia, tratado sobre la amistad, de Cicerón: «La amistad no tiene por qué durar para siempre».[1] Leyendo El inmoralista (L’Immoraliste), de André Guide (1902), me quedé con esta otra … Continúa leyendo de amicitia.
Dos narrativas andan devorándose por ahí, como lo que son, éxitos de ventas. El infinito en un junco, de Irene Vallejo, sobre la invención de los libros, y Línea de fuego, sobre la batalla del Ebro, de Arturo Pérez-Reverte. Irene Vallejo sale en defensa del … Continúa leyendo en el tiempo: de El infinito en un junco, a Pérez-Reverte.
Corre por ahí un vídeo de Antonio Muñoz Molina en exaltación de la enseñanza: maestros, profesores, libros.
Vaya por delante que, como dijo aquel[1], por sus frutos los conoceréis, y si el mundo, tal como está, le gusta a alguien, no seré yo quien presuma de mis frutos. Algo he tenido que hacer muy mal.
La enseñanza es aparato transmisor y reproductor de roles, conductas y saberes que obedecen siempre a un estado de cosas, a una ideología. Maestros y profesores, maestras y profesoras, lo mismo hemos transmitido verdades como puños que mentiras catedralicias.
Quien lo dude y quiera insistir en la copla de la importancia del libro, a ver si no es libro el corán que tanto daño ha hecho, por no citar biblias que puedan herir sensibilidades más próximas. Todo es conforme y según, Manuel Machado.
Vivimos un tiempo de creyentes que, por grupos de intereses, ligan un dios al que adoran a lo que es su oficio y en el cual medran, para que los demás al mismo dios igual lo adoren.
¿Qué va a decir Muñoz Molina de los libros, si él forma parte del libro? ¿Qué dirá el gremio de la enseñanza de su ejercicio? ¿No es la sanidad y ahí anda, contra el virus, por las nubes? ¿Dirá lo mismo el albañil de los ladrillos que coloca? ¿El fontanero, del grifo? ¿El repartidor, de su bombona? ¡Seguro que no! Y, sin embargo, para que Muñoz Molina esté en los altares de El País y BBVA, alguien le hizo la casa, la estantería, la cámara en que se está grabando.
Este pensamiento (que alguien dirá demagogia) me ha acompañado siempre y siempre he procurado motivar con él a mi querido público:
–Estudiad, para salir del hoyo.
Porque el hoyo está, lo diga el profesor o no lo diga. En esa conciencia, tal vez marxista, ha consistido mi lucha pero lejos de toda afectación y todo culto a la personalidad.
Es tarde. La clase va terminando. Uno se hizo profesor por evitar el andamio, por escapar del trabajo más duro. Para eso, uno ha tenido que nacer en un ambiente propicio; que no te hayan puesto a trabajar de chico en el campo, como a mi abuelo, o con pantalón corto ponerte a trabajar, como le pasó a mi padre.
Una vez profesor, puedes, una de dos: hacerte cómplice de la gran mentira o revelar quién eres y rebelarte en contra. Y que tu gente aprenda a administrar el bien que tiene en el estudio. Porque quien ingresa al aula es también un ser tocado por la varita mágica de la vida, es también un ser privilegiado.
A esta hora contemplativa de balance y resumir qué he sido, no se me ocurre más que dejarles a ustedes, mujeres y hombres, madres y padres, algunas ideas que pueden ser, además, mi agradecida herencia:
1.
Antonio Machado: «A mis maestros guardo vivo afecto y profunda gratitud.» Lo mismo digo, sin decir nombres. Saberse hilo conductor. ¡Cuidado con lo que transmitimos!
2.
Borges: «Que otros se jacten de las páginas que han escrito; a mí me enorgullecen las que he leído.» Cambiando libros por alumnos: “Que otros presuman de las clases que han impartido; a mí me enorgullecen las que he recibido y mi alumnado”.
3.
Juan Ramón Jiménez: «Los dioses no tuvieron más sustancia que la que tengo yo.» Soy don Quijote y Sancho. El Libro de Buen Amor lo escribí yo. Don Juan Manuel era un señorito.
4.
«No hay peor mentira que la que dicta un catedrático, porque esa viene con autoridad de fuentes y bibliografía.» [2]
5.
Juan de Mairena, a sus alumnos: «De mí sólo aprenderéis lo que tal vez os convenga ignorar toda la vida: a desconfiar de vosotros mismos.»
6.
«Un alma verdaderamente hermosa no alcanzaría la gloria, porque no la desearía.» La frase es de Yourcenar, y perdón por tanta cita: es como si uno necesitara la anti frase contra tanta majadería (quise decir muñozmolinería).
[2] Esta cita sé que no me la he inventado: la he leído en alguna parte antes del servicio de citas y frases célebres por internet. Al buscar yo ahora su autoría, Google no me responde; así que puede que sí: me la habré inventado. La arrastro hace cuarenta años.
Escrito en Tinta de calamar: En 2008 una hija de Emilio Silva, luchador por la Memoria Histórica, estudiaba cuarto de primaria. En su libro de sociales o ciudadanía la chiquilla lee que las primeras elecciones democráticas con voto masculino y femenino se habían celebrado hacía más o menos 75 años. El padre echó la cuenta. A 2008 le quitas 75 y, lo sabía, ¡1933! ¡Cierra la muralla! Fecha invisibilizada.
Igual que hay conquistas de la República de las que no se habla, hay currículos maquillados. Quien ocupó un cargo o prosperó en la inmediata posguerra lleva un vencido invisible a su lado. El Fernán Gómez, maestro represaliado, de La lengua de las mariposas, dejó una plaza vacante en su colegio que alguien vino a ocupar. Lorca y el 27 dejaron hueco en los libros de texto que está por ver si los Panero y los garcilasistas hubieran merecido. Sirve también el celebrado autor de El por qué de los dichos, José María Iribarren. En 1936 el general Mola lo nombró su secretario. Iribarren tenía un vencido invisible que le sirvió de asistente, le llevó fichas y carpetas para El por qué de los dichos (1955).
Mas vengamos a lo de hoy, con un actor y un realizador recientemente desaparecidos a los que la muerte, esa inmortalidad, no hace, por muertos, ni mejores ni peores: [1]
Junto al actor Arturo Fernández otros florecieron en parecidas fechas y sobre parecidos muertos, exiliados o represaliados, pero qué distintos sus inútiles combates. [2]Narciso Ibáñez Serrador, esa máquina de hacer tele, no admite comparaciones porque el medio no existía en República y primer franquismo. Para dejar al hombre del Un, dos, tres en su lugar, hay que ver y evaluar su escuela secuela: concursos donde pobres luchan entre sí ante pobre audiencia por el millón o el coche. La gente o necesita la suerte en la España del Cupón y de la Lotería o necesita Saber y ganar demostrando unos conocimientos que manifiesten que merecen mayor reconocimiento (que parece venir de ‘reconozco’ que ‘miento’).
Recordarán ustedes las películas El show de Truman (cuyo anticipo en Chicho fue el mediometraje La cabina, 1972) o Slumdog Millionaire, donde se extreman el Un, dos, tres y el Saber y ganar y el Responda otra vez hasta la extenuación. La vida no puede pender de un cástin.
Vean el clip I am Dive, The Fog (La niebla), intensa pieza visual de apenas cuatro minutos dirigida por Pablo Ruiz para el repudio de la mirada del otro. Y escuchen a Manu Sánchez, como Íntimo Vilima que es, a nada que Álvaro Martín le ponga el íntimo micro por delante. Otro Manu Sánchez es posible. Sin amiguito invisible cuya plaza ocupe, sin renunciar a sus dotes de creactor, Manu Sánchez demuestra que se puede hacer reír con humanismo, y no alienación, sin eludir el qué hacemos aquí en el mundo de la artistía. Pónganse los cascos, este es el enlace, y escuchen, mientras hacen sus labores, Íntimo Vilima Manu Sánchez.
En la foto de portada, tres con sentido del humor y un serio: Rafa Iglesias, Manu Sánchez, Álvaro Vilima y, de pie, Daniel Lebrato.
[1] Dicho en Jorge Manrique: «No curemos de saber / lo de aquel siglo pasado / qué fue de ello; / vengamos a lo de ayer, / que también es olvidado / como aquello.»
[2] Ahora, por Yourcenar y su Alexis o el inútil combate.
Me pregunta Álvaro Martín si soy algo exhibicionista. Le respondo que no. Que exhibicionista (macho) es quien se abre la gabardina (no lleva más ropa debajo) y enseña a las adolescentes de instituto lo que él llama su muelle de las delicias, su cosita. El episodio está en Hacia (1999) y recrea a un tipo real, entre voyeur y exhibicionista, que por los años 70 se descubría desde el Parque de María Luisa ante las niñas del Instituto Murillo (femenino) cuando éste radicaba enfrente, en el Pabellón de Argentina al final del Paseo de las Delicias, comienzo de la Avenida de la Palmera. A aquel tipo, enfermo de soledad, yo le hacía decir: «Rechaza imitaciones, que es calidad, chiquilla. Bajo mi gabardina, el auténtico, el único muelle de las delicias.» Soy tímido -sigo diciéndole Álvaro- y nada exhibicionista. Lo que sí soy: histriónico.
histriónico [334.000 gugles] de histrión (1613), latín histrio, comediante, actor, mimo. Sustantivo y adjetivo. 1. Actor teatral. 2. Persona que se expresa con afectación o exageración propia de un actor teatral o que resulta falso o efectista. Me molesta su comportamiento histriónico. Sinónimos: exagerado, fingido.
histrionismo. Trastorno de la personalidad no tan grave ni tan raro de encontrar, que consiste en ver el mundo como un escenario donde el sujeto actúa. El exhibicionista presume de una mercancía que le gusta enseñar; el histrión ejerce con más profesionalidad y quizás con menos ego, su defecto es la sobreactuación, extremo que el verdadero actor profesional repudia y teme. El exhibicionista es parecido a Narciso; el histrión sería como el bufón, un enano entre gigantes que es enano todas las horas del día y por eso interpreta le toque o no actuar: de todas formas, se van a reír de él; digamos que su naturalidad es su artificio, que en lo falso consiste o encuentra su verdadera autenticidad.
El impostor, en la foto de la Generación del 27.
En su libro Hacia, publicado en Sevilla por Qüasyeditorial en 1999, y desde entonces disponible en Internet, tres episodios autobiográficos dan cuenta del histrionismo según Daniel Lebrato. Arranca con cinco citas de autoridad que conviene recordar aquí:
A veces me tropiezo sin querer con el que fui y apenas me saluda.
(José Antonio Moreno Jurado)
¿Soy yo o soy el mendigo que rondaba mi jardín?
(Juan Ramón Jiménez)
Con la barba afligida, sin afeitar y feo.
(Miguel Florián)
Lo más profundo que de ti conoces: la piel.
(Juan Cobos Wilkins)
A la larga, la máscara se convierte en rostro.
(Marguerite Yourcenar)
[AFTER SHAVE]
Lo has leído en autores más sabios y respetables: el aire de extrañeza de quien se mira al espejo y no se reconoce, como dudando si es él quien tose, quien asoma tras las ojeras. La idea no está mal. Sin embargo, tú cultivas sin escrúpulos la impostura que alguna vez -Manolito y el lobo- será más cierta, y haces del espejo un camerino. Negándote, te afirmas: no se visten los actores, se disfrazan. Quien no te conoce piensa: «de otro», y no: no hay más papel que al que das vida, el que detrás del vaho te devuelve y te sostiene la mirada. Celebras los chalecos y el sombrero y el bastón que presumido eliges antes de que todo sea verdad, verdad el lobo.
[SEGUNDO AUTORRETRATO]
Afeitado. Duchadito. Con el pelo y las uñas impecables, a prueba de fotógrafos. El traje, ni más ni menos que la etiqueta exige. Saber llegar. Que los tuyos te reciban como suyo. No pudo César morir de otra forma.
[DE LA SINCERIDAD DE LA INFANCIA retratada según se entra en la Poesía]
Se nace o se pace, pero a casi todos da tiempo a manipular el borrador y a falsear las pruebas del alma, sus recuerdos. Son cromos de un álbum de otra vida, no nuestra vida, y son también una coartada. Hagan juego o poesía, los dados -manda el crupier- van a su imán, van a su ayer y a los ayeres supedi- tados a condición de la bío- grafía que, como un crimen, preme- dito. Podéis dudar del que fui, no del que soy: maté a los testigos, borré las huellas, me di a la fuga.
O sea que, al final, mi puesta en escena es buscada, rebuscada, un miedo a la vejez y a la muerte como otro cualquiera y una manera, acaso digna, de no contribuir a la fealdad de este mundo.
Así habló Zaratustra. En el desarrollo de la obra, la segunda y tercera parte se centran tanto en las conductas del personaje como el matiz histriónico de la doctrina.
Cesário Verde. Une a ambos autores la temática urbana y el interés por la vida bohemia; les separa, en cambio, el tono, frecuentemente exaltado y casi histriónico en Baudelaire, reposado e irónico en Verde.
Charles Laughton. Durante este tiempo, el trabajo en el cine de Laughton pasó a un plano secundario, y a veces, como en The Strange Door actuó de modo deliberadamente histriónico.
Debra Paget. Quedó encasillada en papeles de mujer exótica, delicada, debido a su gran belleza muy particular y su carácter histriónico.
Dmitri Shostakóvich. En la n.º 9 adopta en máximo grado la actitud de bufón o, dicho menos claramente, el uso histriónico, humorístico y sarcástico de la música. La Novena de Shostakóvich parece ser interpretable en clave de burla, no sabemos si de la muerte, de los políticos del Kremlin, de la comunidad mundial de compositores o quizá de todos ellos.
Entre bobos anda el juego. Don Lucas del Cigarral es un personaje histriónico y estrafalario, al que adornan todos los rasgos negativos que puedan imaginarse: retraso mental, fealdad, avaricia, necedad y masoquismo.
Fausto (película). De igual importancia, la técnica fotográfica y de imagen, la utilización necesaria del blanco y negro y del contraste fuerte entre las zonas ensombrecidas y las iluminadas, para destacar el dramatismo histriónico e incluso los cambios climáticos.
Francisco Franco. Personaje histriónico que fundó la Legión a imagen de la Legión Extranjera francesa, reclutando a proscritos sin importar su nacionalidad, a los que les redimiría su permanencia en la Legión: «Os habéis levantado de entre los muertos, porque no olvidéis que vosotros ya estabais muertos, que vuestras vidas estaban terminadas.
Hay que nombrar el histriónicoMundo Idiota (Neat Stuff. Fantagraphics, 1985-89) de Peter Bagge, donde se critican despiadadamente los modelos sociales.
Hermanos Marx. Chico fue un excelente e histriónico pianista, y Groucho tocaba la guitarra.
Ian Keith. También tuvo facilidad para la comedia, y su rico retrato del histriónico actor Vitamin Flintheart en Dick Tracy.
John Travolta. Ha desarrollado papeles muy diversos en multitud de géneros, lo que le ha dado la reputación de actor extremadamente histriónico y versátil.
José López Portillo. Lloró frente a millones de mexicanos y golpeó impotente con su puño el atril de la tribuna principal del Palacio Legislativo aceptando su responsabilidad personal al fallarles; un despliegue histriónico que conmovió a muy pocos, enfureció a los más y fue motivo de parodias y burlas.
Mala Rodríguez. Un álbum que empieza con el desparpajo histriónico y existencialista de Esclavos y llega la infecciosa melodía de Hazme eso.
Narcisismo. Así se incluyen también en este grupo el trastorno límite de la personalidad, el trastorno histriónico de la personalidad y el trastorno antisocial de la personalidad.
Necrorama. Juego de rol independiente (Javier Arce, 2007). Sus pilares son el pulp, el cine negro y el humor ácido e histriónico.
Peter O’Toole. Aportó un elemento histriónico que constituye a la vez su principal virtud y su mayor defecto.
Trastorno histriónico de la personalidad. Trastorno de la personalidad del grupo B (desórdenes dramáticos, emocionales, o erráticos).
Un tranvía llamado Deseo (teatro). Por primera vez en la historia del arte histriónico norteamericano se abordan temas antes considerados tabúes.
XDComics. Monroe ha ido volviéndose más histriónico con el tiempo, este hecho sumado al de creerse por encima de todo tipo de convención social y mejor que cualquier humano, le han convertido en un tipo que no necesita al resto de la sociedad, con cierta reciprocidad por parte de ésta.
Vamos a ver. Si hay destino es porque alguien cree en una vida previamente escrita, antes de ser vivida, ese es el sentido que recoge la definición de la Academia: hado, fuerza desconocida, encadenamiento de sucesos necesarios y fatales. El Diccionario añade otras acepciones. En unas manda el azar (circunstancia de serle favorable o adverso a alguien o a algo el destino), en otras la finalidad (consignación, señalamiento o aplicación de una cosa o de un lugar para determinado fin), en otras el desempeño laboral (empleo, ocupación, lugar o establecimiento en que alguien ejerce su empleo) y en otras el acabamiento de algo (meta, punto de llegada). O sea, que el destino destino (sinónimos hado, sino, fatalidad, providencia, predestinación; todo lo contrario al azar, la suerte o la casualidad) es el que alguien desvela (es el factor adivino) y que se cumple o no se cumple. Y la tragedia consiste en que el personaje luche contra él y que esa lucha resulte inútil: es el inútil combate de Alexis o el tratado del inútil combate, de Marguerite Yourcenar.
Decir que el destino es la suma de todas las decisiones que tomamos en nuestra vida es confundir destino y biografía, carrera o currículo, y bien está: no hay destino. No hay que olvidar que el destino era privilegio de aristocracias bien nacidas y para un alto fin determinado mientras la plebe no tenía más que buscarse la vida. Es el antihéroe del Lazarillo y de quienes, como él, remando salieron a buen puerto. Y no hay que olvidar que el Destino es como Dios: se cree o no se cree.
En mi casa, la clase media que me trajo al mundo no tenía para mí más destino que estudiar o trabajar, ese era el dilema que nuestro padre nos planteaba continuamente. Dejo a ustedes con dos pinceladas más o menos poéticas alrededor del destino:
AMOR POR DESTINO
El cielo aún hasta hoy no ha querido
que yo ame por destino…
En el principio fue el destino. Fueron herencia y descendencia o patrimonio. Y amores de diván: Edipo, Electra. Vinieron enseguida los amores platónicos, humanos o divinos, siervos de amor o del amor cortés, hasta el morir de amor del héroe o santo. El sexo era el cantar de los cantares. Vinieron las novelas, vino el sí de las niñas, de la tragedia al drama y del destino al sino, aquel don Álvaro. Luego vendrán las bromas, don Friolera. La vida era otra cosa. Eso lo supo el buen amor, que siempre fue a lo suyo.
AMOR POR ELECCIÓN
...y el pensar que tengo de amar por elección es excusado. Marcela la pastora (Quijote, 14)
El destino es un club, se pertenece, y hay muchos corazones, corazón, a navaja en la historia de los parques. Romántica, oficialmente nacidos el uno para el otro, hasta ese orden caprichoso, la lista de la clase o de la compra que nos trajo aquí: tú por aquí, mi amor tuvo que ser. Con suerte, ves que vuelven las oscuras golondrinas. San Blas, San Valentín o Amores punto com, dan con mass medias naranjas. Hagan juego o naranjada, manda el crupier y gana el subconsciente. La audiencia indulta a Edipo el inocente.
Son primeros en la literatura culta. Y se dividen en tres, que son también tres miradas.
Hay héroes que están por debajo de nosotros, tipo soldado desconocido de una guerra mundial. Su género teatral sería el esperpento. Porque su ejemplo va contra la objeción de conciencia y anima a otros a enrolarse en guerras que no son suyas. Visto así, el héroe es un pringao.
Hay héroes que están al mismo nivel que nosotros, tipo el sacrificado bombero que dio su vida por los demás. Su género es el drama porque a nosotros podría pasarnos y mal asunto tener que elegir morir héroes o vivir cobardes. Que la vida no nos ponga en semejante trance.
Y hay héroes que están por encima de nosotros, los de la épica (el Cid, Ulises) o los del martirologio, verdaderos o literarios. Mediante ellos, se nos propone un modelo, un prototipo. Su género sería la tragedia, inalcanzable nivel que los confunde con dioses o semidioses que no seremos nunca[1]. A este tipo pertenecen los héroes contemporáneos fabricados por grupos de presión o de interés. Su prototipo es Gandhi, favorecido por Inglaterra por su doctrina de resistencia pasiva frente a la resistencia activa de inspiración marxista. Setenta años después de Gandhi, miren cómo está la India. Luther King o Mandela son héroes parecidos. Ninguno animó a la insurrección de sus pueblos y fueron engullidos por el establecimiento, llegaron a formar ‑como Gandhi‑ parte del sistema, piezas de culto.
Añadámosles Teresa de Calcuta, pionera del buenismo solidario que ahora se lleva. Quien se lo crea, que le rece y quien pueda imitarla, que la imite. Pero Teresa de Calcuta, el Papa Francisco y usted y yo, los cuatro, sabemos que un alma verdaderamente hermosa no alcanzaría la gloria porque no la desearía (Marguerite Yourcenar). O dicho en Mateo (6:3): que una mano no sepa lo que hace la otra.
[1] Los mártires hoy habitan en el suicidismo yihadista, no en coliseos donde el cristianismo se vea perseguido.
Descrédito del héroe (1977) es un libro de poemas de Caballero Bonald. Leánselo, si no lo han leído.