Etiqueta: Juan Ramón Jiménez

confesiones de un profesor.

ZV la noche del alumbrao Feria 2019 (2)

Corre por ahí un vídeo de Antonio Muñoz Molina en exaltación de la enseñanza: maestros, profesores, libros.

Vaya por delante que, como dijo aquel[1], por sus frutos los conoceréis, y si el mundo, tal como está, le gusta a alguien, no seré yo quien presuma de mis frutos. Algo he tenido que hacer muy mal.

La enseñanza es aparato transmisor y reproductor de roles, conductas y saberes que obedecen siempre a un estado de cosas, a una ideología. Maestros y profesores, maestras y profesoras, lo mismo hemos transmitido verdades como puños que mentiras catedralicias.

Quien lo dude y quiera insistir en la copla de la importancia del libro, a ver si no es libro el corán que tanto daño ha hecho, por no citar biblias que puedan herir sensibilidades más próximas. Todo es conforme y según, Manuel Machado.

Vivimos un tiempo de creyentes que, por grupos de intereses, ligan un dios al que adoran a lo que es su oficio y en el cual medran, para que los demás al mismo dios igual lo adoren.

¿Qué va a decir Muñoz Molina de los libros, si él forma parte del libro? ¿Qué dirá el gremio de la enseñanza de su ejercicio? ¿No es la sanidad y ahí anda, contra el virus, por las nubes? ¿Dirá lo mismo el albañil de los ladrillos que coloca? ¿El fontanero, del grifo? ¿El repartidor, de su bombona? ¡Seguro que no! Y, sin embargo, para que Muñoz Molina esté en los altares de El País y BBVA, alguien le hizo la casa, la estantería, la cámara en que se está grabando.

Este pensamiento (que alguien dirá demagogia) me ha acompañado siempre y siempre he procurado motivar con él a mi querido público:

–Estudiad, para salir del hoyo.

Porque el hoyo está, lo diga el profesor o no lo diga. En esa conciencia, tal vez marxista, ha consistido mi lucha pero lejos de toda afectación y todo culto a la personalidad.

Es tarde. La clase va terminando. Uno se hizo profesor por evitar el andamio, por escapar del trabajo más duro. Para eso, uno ha tenido que nacer en un ambiente propicio; que no te hayan puesto a trabajar de chico en el campo, como a mi abuelo, o con pantalón corto ponerte a trabajar, como le pasó a mi padre.

Una vez profesor, puedes, una de dos: hacerte cómplice de la gran mentira o revelar quién eres y rebelarte en contra. Y que tu gente aprenda a administrar el bien que tiene en el estudio. Porque quien ingresa al aula es también un ser tocado por la varita mágica de la vida, es también un ser privilegiado.

A esta hora contemplativa de balance y resumir qué he sido, no se me ocurre más que dejarles a ustedes, mujeres y hombres, madres y padres, algunas ideas que pueden ser, además, mi agradecida herencia:

1.
Antonio Machado: «A mis maestros guardo vivo afecto y profunda gratitud.» Lo mismo digo, sin decir nombres. Saberse hilo conductor. ¡Cuidado con lo que transmitimos!

2.
Borges: «Que otros se jacten de las páginas que han escrito; a mí me enorgullecen las que he leído.» Cambiando libros por alumnos: “Que otros presuman de las clases que han impartido; a mí me enorgullecen las que he recibido y mi alumnado”.

3.
Juan Ramón Jiménez: «Los dioses no tuvieron más sustancia que la que tengo yo.» Soy don Quijote y Sancho. El Libro de Buen Amor lo escribí yo. Don Juan Manuel era un señorito.

4.
«No hay peor mentira que la que dicta un catedrático, porque esa viene con autoridad de fuentes y bibliografía.» [2]

5.
Juan de Mairena, a sus alumnos: «De mí sólo aprenderéis lo que tal vez os convenga ignorar toda la vida: a desconfiar de vosotros mismos.»

6.
«Un alma verdaderamente hermosa no alcanzaría la gloria, porque no la desearía.» La frase es de Yourcenar, y perdón por tanta cita: es como si uno necesitara la anti frase contra tanta majadería (quise decir muñozmolinería).

/ os querré siempre /

[1] Mateo 7.16

[2] Esta cita sé que no me la he inventado: la he leído en alguna parte antes del servicio de citas y frases célebres por internet. Al buscar yo ahora su autoría, Google no me responde; así que puede que sí: me la habré inventado. La arrastro hace cuarenta años.

acudid, héroes, a la derrota (sobre el lenguaje de géneros).

platero y yo

No está bien hacer leña de quien viene detrás, por edad o formación. El castellano español de la equis (X) o de la arroba @habiendo el de la -e y otras manerases, quince años después, parque jurásico donde han quedado como fósiles, alumnado o aprendices a quienes un día inculcamos –yo, el primero– el lenguaje de la coeducación (también llamado de géneros, inclusivo o elegetebeí). Ahora es hora de aconsejarles:

 –Quilla: déjalo ya.

Y, sobre todo, a los varones:

–Quillos: dejadlo ya, que ya sabemos que sois feministas declarados.

(Pues toda ideología esconde su soberbia.)

Piénsenlo y repórtense al idioma que aprendieron en el cole leyendo Platero y yo. Porque también Juan Ramón Jiménez, como el venezolano Andrés Bello, como el argentino Domingo Faustino Sarmiento o el peruano Manuel González Prada, lo intentó, lo intentaron, levantando sus estilográficas contra la Academia. Y tampoco pudo ser.

No pasa nada porque fracasaran en el esperimento (como escribiría Juan Ramón). El Yo de Platero y Yo nos sigue encandilando vestido de luto, «con su barba nazarena y su breve sombrero negro que debía cobrar un estraño aspecto cabalgando en la blandura gris de Platero».

Acudid héroes a la derrota es un precioso título de Carmelo Guillén Acosta (Sevilla, 1955). Y aunque alguien nos aburra a todos y todas con su todos y todas, sus tod@s y todxs, sabemos que algo ha cambiado, y, al menos, lo intentamos, y eso suena a victoria.

/ honor a quienes en su vida
aceptaron sus equis
y murieron por sus arrobas /

Otro día hablamos del castellano de la K, donde parece que okupa ocupa más kontra la sociedad de konsumo.


–enlace a LA NACIÓN.com

5 aportaciones al español de la ‑e


contra la vanidad: html.

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CÁLCULO DEL NIÑO DIOS
(arte y artistas)

¿A quién pertenece el arte, la creación? Porque mientras la obra no artística solo aspira a un valor de uso y un valor de cambio, la obra artística aspira a un valor inmaterial universal. Desde el “ande de mano en mano a quienquier lo pidiere”, del Arcipreste a su auditorio, al Manuel Machado de “las coplas que no son coplas hasta que las canta el pueblo y ya nadie sabe el autor”, todo arte aspira (como azucarillo) a su disolución.

Y desde que concebimos el Patrimonio del Estado con sus museos y bibliotecas nacionales, conjuntos históricos, parques nacionales, bienes inmateriales, etc., y desde que las naciones disputan qué patrimonio o cultura es mayor (si la francesa con la Chanson de Roland o la española con el Cantar de Mío Cid; si España, con Cervantes, o Inglaterra, con Shakespeare), el copyright de obras gigantes en manos de descendientes o editoriales particulares debería preocuparnos. Por hacer una autopista, se expropia y se indemniza y ¿no se va a expropiar el Corominas, el Casares o el María Moliner? ¿Para qué el Estado, entonces?

Otra forma de verlo. El poeta escribe gracias a los oficios que fabricaron su casa, su cuarto de estudio, su lámpara o su ordenador. ¿No será su poema, cuando lo termine (y si es que acertó a escribir algo de mérito, que se publica mucho churrete) también un poco propiedad de esos oficios? ¿Hubiera escrito el poeta sin albañiles, sin fontaneros, sin electricistas? O, más aún: ¿devolvería el autor el dinero ingresado si su cliente lector no queda satisfecho?

Queden ustedes con una interpretación del niño dios Juan Ramón Jiménez, con algo de Bécquer.

CÁLCULO DEL NIÑO DIOS

Yo tengo escondida en mi casa,
por su gusto y el mío, a la Poesía.

Se empieza en mientras haya algún misterio
para el hombre, no para la mujer
que posa por hermosa o fastuosa
de tesoros. No es un misterio a voces
el campo, la vendimia y los jornales,
el largo ajuar que bordan las muchachas.
Se sigue con que siempre habrá poesía
–incluso sin poetas dios existe–,
su altar será la sociedad de autores.
Y acaba uno encerrándose en la casa
que fueron levantando por su gusto
y el suyo antepasados y albañiles,
con muy pocas visitas, las precisas,
y viendo, apasionado, cosas raras.

Daniel Lebrato, Historias de la literatura

Mañana [eLTeNDeDeRo] les pasa más originales a disposición en lenguaje html (no pdf) en la revista libro [eLSoBReHiLaDo]. Antonio Delgado Cabeza y José Luis Macías Rico aportarán luz en tiempos oscuros.

histrión, histriónico, histrionismo.

Daniel Camaleón en grande (2)

Me pregunta Álvaro Martín si soy algo exhibicionista. Le respondo que no. Que exhibicionista (macho) es quien se abre la gabardina (no lleva más ropa debajo) y enseña a las adolescentes de instituto lo que él llama su muelle de las delicias, su cosita. El episodio está en Hacia (1999) y recrea a un tipo real, entre voyeur y exhibicionista, que por los años 70 se descubría desde el Parque de María Luisa ante las niñas del Instituto Murillo (femenino) cuando éste radicaba enfrente, en el Pabellón de Argentina al final del Paseo de las Delicias, comienzo de la Avenida de la Palmera. A aquel tipo, enfermo de soledad, yo le hacía decir: «Rechaza imitaciones, que es calidad, chiquilla. Bajo mi gabardina, el auténtico, el único muelle de las delicias.» Soy tímido -sigo diciéndole Álvaro- y nada exhibicionista. Lo que sí soy: histriónico.

Daniel Lebrato firmando ejemplares ajenos en la feria del libro foto Pepe Morán 19 05 2017

histriónico [334.000 gugles] de histrión (1613), latín histrio, comediante, actor, mimo. Sustantivo y adjetivo. 1. Actor teatral. 2. Persona que se expresa con afectación o exageración propia de un actor teatral o que resulta falso o efectista. Me molesta su comportamiento histriónico. Sinónimos: exagerado, fingido.

histrionismo. Trastorno de la personalidad no tan grave ni tan raro de encontrar, que consiste en ver el mundo como un escenario donde el sujeto actúa. El exhibicionista presume de una mercancía que le gusta enseñar; el histrión ejerce con más profesionalidad y quizás con menos ego, su defecto es la sobreactuación, extremo que el verdadero actor profesional repudia y teme. El exhibicionista es parecido a Narciso; el histrión sería como el bufón, un enano entre gigantes que es enano todas las horas del día y por eso interpreta le toque o no actuar: de todas formas, se van a reír de él; digamos que su naturalidad es su artificio, que en lo falso consiste o encuentra su verdadera autenticidad.

Daniel Lebrato en la foto de la Generación del 27 (1)
El impostor, en la foto de la Generación del 27.

En su libro Hacia, publicado en Sevilla por Qüasyeditorial en 1999, y desde entonces disponible en Internet, tres episodios autobiográficos dan cuenta del histrionismo según Daniel Lebrato. Arranca con cinco citas de autoridad que conviene recordar aquí:

A veces me tropiezo sin querer con el que fui y apenas me saluda.
(José Antonio Moreno Jurado)

¿Soy yo o soy el mendigo que rondaba mi jardín?
(Juan Ramón Jiménez)

Con la barba afligida, sin afeitar y feo.
(Miguel Florián)

Lo más profundo que de ti conoces: la piel.
(Juan Cobos Wilkins)

A la larga, la máscara se convierte en rostro.
(Marguerite Yourcenar)

[AFTER SHAVE]

Lo has leído en autores más sabios y respetables:
el aire de extrañeza de quien se mira al espejo
y no se reconoce, como dudando si es él
quien tose, quien asoma tras las ojeras. La idea
no está mal. Sin embargo, tú cultivas sin escrúpulos
la impostura que alguna vez -Manolito y el lobo-
será más cierta, y haces del espejo un camerino.
Negándote, te afirmas: no se visten los actores,
se disfrazan. Quien no te conoce piensa: «de otro»,
y no: no hay más papel que al que das vida, el que detrás
del vaho te devuelve y te sostiene la mirada.
Celebras los chalecos y el sombrero y el bastón
que presumido eliges antes de que todo sea
verdad, verdad el lobo.

[SEGUNDO AUTORRETRATO]

Afeitado. Duchadito.
Con el pelo y las uñas
impecables, a prueba
de fotógrafos.
El traje, ni más ni menos
que la etiqueta exige.
Saber llegar.
Que los tuyos te reciban
como suyo.
No pudo César
morir de otra forma.

[DE LA SINCERIDAD DE LA INFANCIA
retratada según se entra en la Poesía]

Se nace o se pace, pero a casi
todos da tiempo a manipular el
borrador y a falsear las pruebas
del alma, sus recuerdos. Son cromos
de un álbum de otra vida, no nuestra
vida, y son también una coartada.
Hagan juego o poesía, los dados
-manda el crupier- van a su imán, van a
su ayer y a los ayeres supedi-
tados a condición de la bío-
grafía que, como un crimen, preme-
dito. Podéis dudar del que fui,
no del que soy: maté a los testigos,
borré las huellas, me di a la fuga.

Daniel Lebrato, Hacia (1999)

O sea que, al final, mi puesta en escena es buscada, rebuscada, un miedo a la vejez y a la muerte como otro cualquiera y una manera, acaso digna, de no contribuir a la fealdad de este mundo.

/ a Fernando Mansilla,
 autor y actor y nada histriónico /


histriónico en Wikipedia

Así habló Zaratustra. En el desarrollo de la obra, la segunda y tercera parte se centran tanto en las conductas del personaje como el matiz histriónico de la doctrina.

Cesário Verde. Une a ambos autores la temática urbana y el interés por la vida bohemia; les separa, en cambio, el tono, frecuentemente exaltado y casi histriónico en Baudelaire, reposado e irónico en Verde.

Charles Laughton. Durante este tiempo, el trabajo en el cine de Laughton pasó a un plano secundario, y a veces, como en The Strange Door actuó de modo deliberadamente histriónico.

Debra Paget. Quedó encasillada en papeles de mujer exótica, delicada, debido a su gran belleza muy particular y su carácter histriónico.

Dmitri Shostakóvich. En la n.º 9 adopta en máximo grado la actitud de bufón o, dicho menos claramente, el uso histriónico, humorístico y sarcástico de la música. La Novena de Shostakóvich parece ser interpretable en clave de burla, no sabemos si de la muerte, de los políticos del Kremlin, de la comunidad mundial de compositores o quizá de todos ellos.

Entre bobos anda el juego. Don Lucas del Cigarral es un personaje histriónico y estrafalario, al que adornan todos los rasgos negativos que puedan imaginarse: retraso mental, fealdad, avaricia, necedad y masoquismo.

Fausto (película). De igual importancia, la técnica fotográfica y de imagen, la utilización necesaria del blanco y negro y del contraste fuerte entre las zonas ensombrecidas y las iluminadas, para destacar el dramatismo histriónico e incluso los cambios climáticos.

Francisco Franco. Personaje histriónico que fundó la Legión a imagen de la Legión Extranjera francesa, reclutando a proscritos sin importar su nacionalidad, a los que les redimiría su permanencia en la Legión: «Os habéis levantado de entre los muertos, porque no olvidéis que vosotros ya estabais muertos, que vuestras vidas estaban terminadas.

Hay que nombrar el histriónico Mundo Idiota (Neat Stuff. Fantagraphics, 1985-89) de Peter Bagge, donde se critican despiadadamente los modelos sociales.

Hermanos Marx. Chico fue un excelente e histriónico pianista, y Groucho tocaba la guitarra.

Ian Keith. También tuvo facilidad para la comedia, y su rico retrato del histriónico actor Vitamin Flintheart en Dick Tracy.

John Travolta. Ha desarrollado papeles muy diversos en multitud de géneros, lo que le ha dado la reputación de actor extremadamente histriónico y versátil.

José López Portillo. Lloró frente a millones de mexicanos y golpeó impotente con su puño el atril de la tribuna principal del Palacio Legislativo aceptando su responsabilidad personal al fallarles; un despliegue histriónico que conmovió a muy pocos, enfureció a los más y fue motivo de parodias y burlas.

Mala Rodríguez. Un álbum que empieza con el desparpajo histriónico y existencialista de Esclavos y llega la infecciosa melodía de Hazme eso.

Narcisismo. Así se incluyen también en este grupo el trastorno límite de la personalidad, el trastorno histriónico de la personalidad y el trastorno antisocial de la personalidad.

Necrorama. Juego de rol independiente (Javier Arce, 2007). Sus pilares son el pulp, el cine negro y el humor ácido e histriónico.

Peter O’Toole. Aportó un elemento histriónico que constituye a la vez su principal virtud y su mayor defecto.

Trastorno histriónico de la personalidad. Trastorno de la personalidad del grupo B (desórdenes dramáticos, emocionales, o erráticos).

Un tranvía llamado Deseo (teatro). Por primera vez en la historia del arte histriónico norteamericano se abordan temas antes considerados tabúes.

XDComics. Monroe ha ido volviéndose más histriónico con el tiempo, este hecho sumado al de creerse por encima de todo tipo de convención social y mejor que cualquier humano, le han convertido en un tipo que no necesita al resto de la sociedad, con cierta reciprocidad por parte de ésta.

Daniel Lebrato por la Avenida de Sevilla 22 05 2017 (Foto Antonio Mateu) (2)

arte y artistas.

Cuestiones palpitantes sobre piratería, derechos de autor o el llamado iva cultural nos llevan a una previa o derivada: ¿a quién pertenece el arte, la creación?[1] La invención es del inventor y será este, hombre o mujer, quien se quede con las plusvalías. Pero mientras la obra no artística solo aspira a un valor de uso y un valor de cambio (en términos de la mercancía marxista), la obra artística o cultural aspira a un valor inmaterial universal,[2] lo que choca con la transmisión de derechos a herederos cuyo mérito es ninguno. Desde que concebimos el Patrimonio del Estado como bien común[3], el © de obras grandiosas en poder de un descendiente o de un sello editorial debería preocuparnos. Se expropia y se indemniza por una autopista ¿y no se va a expropiar y a indemnizar por el Corominas, por el Casares o por el María Moliner? Otra forma de verlo. El poeta ‑aunque diga otra cosa‑ escribe gracias a los oficios y personas que fabricaron su casa, su cuarto de estudio, su pluma o su ordenador. ¿No será su poema también un poco propiedad de esos oficios? ¿Hubiera escrito sin albañiles, sin fontaneros, sin electricistas? Si el autor ‑al rebufo de leyes proteccionistas‑ se hace el interesante, qué menos que nosotros (cuerpo lectoral) bajarlo de la pamplina, torre de marfil o pedestal, a donde fue llevado. Dejo a ustedes con una interpretación del niño dios Juan Ramón Jiménez.


CÁLCULO DEL NIÑO DIOS

Yo tengo escondida en mi casa,
por su gusto y el mío, a la Poesía.

Se empieza en mientras haya algún misterio
para el hombre, no para la mujer
que posa por hermosa o fastuosa
de tesoros. No es un misterio a voces
el campo, la vendimia y los jornales,
todo el ajuar que cargan las muchachas.
Se sigue con que siempre habrá poesía,
incluso sin poetas dios existe:
su altar será la sociedad de autores.
Y acaba uno encerrándose en la casa
que fueron levantando por su gusto
y el suyo antepasados y albañiles,
con muy pocas visitas, las precisas,
y viendo, apasionado, cosas raras.
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*
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Daniel Lebrato, de Historias de la literatura, 2013

 

[1] Y, en sentido amplio, el saber, la ciencia, la investigación.

[2] Desde el “ande de mano en mano a quienquier lo pidiere”, del Arcipreste a su auditorio, hasta el Manuel Machado de las coplas que no son coplas hasta que las canta el pueblo y “ya nadie sabe el autor”, todo arte aspira ‑como un azucarillo‑ a su disolución.

[3] Con sus museos y bibliotecas nacionales, conjuntos histórico artísticos, parques nacionales, bienes inmateriales, etc. Y desde que las naciones disputan qué patrimonio o cultura es mayor, si la española con Cervantes o la inglesa con Shakespeare, por ejemplo.

Decid, hombres, el hombre

Titánic

DECID, HOMBRES, EL HOMBRE

A los hijos de corazón empedernido, les dirás:

Así dice el Señor. (Ezequiel 2:4)

Intelijencia, dame,

el nombre exacto de las cosas. (J.R.J.)

No duerme nadie por el cielo. (F.G.L.)

1.

No digáis las mujeres

y los niños primero

ni pongáis por delante

a mujeres y niños

como escudos humanos

en las redes sociales

y en los telediarios.

Decid, hombres, el nombre

exacto de las cosas:

hombre. ser racional.

frases la explotación

del hombre por, etcétera.

No se salva aquí nadie

sin que todos se salven.

2.

Mientras tenga misiles

apuntándole al mundo,

no digáis que qué bien

una woman al mando

en Estados Unidos.

Ni digáis que qué mal

lo que sufren los críos

y crías que nos miran

con ojos de campaña

o anuncio de oenegé.

Femenino y varón,

gigantesco y enano,

un hombre solo es todos

los hombres ‑dijo Borges‑.

3.

No habrá un niño que sufra

cuando no sufra el padre

ni mujeres al frente

cuando el frente no exista.

Sin armas, sin soldados,

sin guerras, no habría infancia

ni adultos ni países

jodidos o jodiéndonos.

(Tampoco esta dudosa

prosía que ahora escribo.)

Decid, hombres, el hombre

‑los hombres también lloran‑.

Moved su corazón

y el vuestro empedernido.


 

El poeta pide a su amor que le escriba

Lorca

EL POETA PIDE A SU AMOR QUE LE ESCRIBA

Amor de mis entrañas, viva muerte,
en vano espero tu palabra escrita
y pienso, con la flor que se marchita,
que si vivo sin mí quiero perderte.

El aire es inmortal. La piedra inerte
ni conoce la sombra ni la evita.
Corazón interior no necesita
la miel helada que la luna vierte.

Pero yo te sufrí. Rasgué mis venas,
tigre y paloma, sobre tu cintura
en duelo de mordiscos y azucenas.

Llena pues de palabras mi locura
o déjame vivir en mi serena
noche del alma para siempre oscura.


 

La poesía y la obra de Federico García Lorca se dividen en dos, según el poeta reconociera o no su homosexualidad, y en tres tipos de voces. Primera voz. Obras en verso en voces de personajes. El poeta habla por el jinete, el gitano, la monja o Soledad Montoya, del Romancero Gitano. Segunda voz. Obras de teatro desde la perspectiva de las mujeres. El poeta habla por Doña Rosita la sotera (la mujer que espera casar), Bodas de sangre (la casada contra su voluntad), Yerma (la que quiere ser madre) o Adela contra Bernarda Alba (la mujer que ya enviudó). Digamos que en su teatro Lorca vertió su alma femenina, que no quiso hasta muy tarde declarar, en una tercera fase de su lenguaje (en teatro: El público y Así que pasen cinco años) en los Sonetos del amor oscuro. Él y su familia tuvieron tal tabú en el tema de la homosexualidad, que los sonetos no se publicaron hasta mucho tiempo después de asesinado el poeta (1983 y 1984) y en el periódico del bando golpista que mató a Federico: el ABC, que pagó un millón de pesetas por cada uno de los once sonetos a la familia que administraba y administra sus derechos de autor.


Cualquier comentario del poema tendrá en cuenta esta circunstancia, rara en nuestra literatura, pero no insólita: otras obras se publicaron póstumas (las Rimas de Bécquer) o fuera de control del propio autor (inéditos de Juan Ramón Jiménez y de otros autores consagrados), lo que plantea una reflexión sobre dos fechas: la de autoría o composición y la de edición o conocimiento al público lector.


Dicho lo cual, el soneto es lo que declara en el título (que puso el propio autor): el poeta [emisor] pide a su amor [receptor] que le escriba [contenido del mensaje o referente]. Es una carta con exposición del motivo [versos 1‑4], justificación [5‑11] y vuelta al motivo [12‑14]. A su vez, cada parte es dual. El motivo es primero expresión [versos 1‑2 y 12] y, luego, reacción (o amenaza) [versos 3‑4 y 13‑14]. Y la justificación va de lo insensible [versos 5‑8] a lo sensible, o sea a él, al yo del poema [9‑11]. Esta disposición va acorde con el género: pido algo (que me escribas) y, si no me lo das (si no me escribes), amenazo con algo, aunque ese algo se vuelva en mi contra: perderte [4] y vivir mi noche oscura [13‑14].


Destaca la voz en tercera persona del título (el poeta pide), algo normal en los poemas en el siglo 20 pero también en las ediciones de la literatura clásica. Don Juan Manuel hablaba de sí en tercera persona y las Coplas de Manrique son a la muerte de su padre, no de *mi padre. Lorca se desdobla como poeta y como director, los dos a la vez, en obras como El retablillo de don Cristóbal. El vocativo bisexual o no marcado amor lo viene usando Luis Cernuda desde 1925. A Cernuda se debe el mérito de haberle dado voz a quienes no la tenían o no se atrevían a tenerla. Luis Cernuda sacó la poesía homosexual de su invisibilidad haciéndola aún más invisible: lo que desaparece es el femenino. El travestismo en la poesía se encuentra en la lírica tradicional y, en la poesía culta, en San Juan, a través del Cantar de los cantares, donde el emisor protagonista es femenino (que San Juan asocia a la Iglesia; y el masculino, a Dios, que sería el esposo). Aunque el detalle es personal, no modificaría nada y el estudiante no tiene por qué saberlo, ese amor pudo ser Rafael Rodríguez Rapún, secretario La Barraca, muerto en 1937, o el crítico de arte Juan Ramírez de Lucas (1917‑2010), mucho más joven que Federico (1898‑1936). Los sonetos se piensan escritos como cartas desde Argentina, donde Lorca estaba de gira, a su amor en España. Son, por tanto, de una honda sentimentalidad práctica. ¿Escribió el amor carta de vuelta? En cualquier caso, Cernuda y Lorca y otros como ellos acaban para siempre con el consabido: “autor: hombre > receptor: mujer”. Ya no vale decir como dijo Bécquer mientras haya una mujer hermosa, habrá poesía, lo que dejaba fuera de la experiencia poética a las mujeres, arrinconadas éstas como objeto, y no sujeto protagonista. En la literatura universal se atribuye la voz de los homosexuales a Walt Whitman (1819‑92), inventor del verso libre a quien Lorca dedica su Oda a Walt Whitman, dentro de Poeta en Nueva York (1929), y antes la ambigüedad se encuentra en los Sonetos de William Shakespeare (1564‑1616). Merece la pena recordar aquí las palabras de Lorca a los mariquitas en su Oda, donde el poeta da un repertorio léxico de los distintos nombres que se les daban: Pero sí contra vosotros, maricas de las ciudades, / de carne tumefacta y pensamiento inmundo, / madres de lodo, arpías, enemigos sin sueño / del Amor que reparte coronas de alegría. / / Contra vosotros siempre, que dais a los muchachos / gotas de sucia muerte con amargo veneno. / Contra vosotros siempre, / Faeries de Norteamérica, / Pájaros de la Habana, / Jotos de Méjico, / Sarasas de Cádiz, / Ápios de Sevilla, / Cancos de Madrid, / Floras de Alicante, / Adelaidas de Portugal. / / ¡Maricas de todo el mundo, asesinos de palomas! / Esclavos de la mujer, perras de sus tocadores, / abiertos en las plazas con fiebre de abanico / o emboscadas en yertos paisajes de cicuta. / / ¡No haya cuartel! La muerte / mana de vuestros ojos / y agrupa flores grises en la orilla del cieno. / ¡No haya cuartel! ¡Alerta! / Que los confundidos, los puros, / los clásicos, los señalados, los suplicantes / os cierren las puertas de la bacanal. Como se ve, la asunción del poeta de su propia sexualidad debió ser algo complejo y ambiguo, de doble uso o de doble moral: por un lado critico a los mariquitas y por otro soy uno de ellos. O precisamente porque soy uno de ellos, me permito criticarlos. Todo está ahí ante nuestros ojos asombrados. Lo que no podemos es permanecer ajenos a esa dualidad que atraviesa a Lorca y a su obra.


Decir por último que la imaginería del poema conjuga San Juan, Santa Teresa y Siglo de Oro (viva muerte, noche oscura del alma, vivo sin vivir, el soneto clásico) con surrealismo de influencia francesa y de Dalí (tigre, paloma, miel helada que la luna vierte). La idea de que el hombre sufre [versos 9‑11] y el resto no [versos 5‑8] la expresó antes Rubén Darío en Lo fatal (1905), aquel casi soneto que empieza Dichoso el árbol, que es apenas sensitivo, y más la piedra dura porque esa ya no siente, pues no hay dolor más grande que el dolor de ser vivo, ni mayor pesadumbre que la vida consciente. Lo que en Darío es existencial, en Lorca es pasión y erotismo (rasgué mis venas, mordiscos, locura). La última curiosidad la da la métrica en el verso 13, serena, cuando azucenas y venas acaban en ese. ¿Era Lorca el andaluz que ‘se come’ las eses finales? La rima consonante da a entender que sí. O se acogió al fenómeno, como licencia poética.

 

El poeta pide a su amor que le escriba, en Google Docs

los creyentes | dos poemas cristológicos y una reflexión.


Borges Los conjurado

CRISTO EN LA CRUZ

Cristo en la cruz. Los pies tocan la tierra.
Los tres maderos son de igual altura.
Cristo no está en el medio. Es el tercero.
La negra barba pende sobre el pecho.
El rostro no es el rostro de las láminas.
Es áspero y judío. No lo veo
y seguiré buscándolo hasta el día
último de mis pasos por la tierra.
El hombre quebrantado sufre y calla.
La corona de espinas lo lastima.
No lo alcanza la befa de la plebe
que ha visto su agonía tantas veces.
La suya o la de otro. Da lo mismo.
Cristo en la cruz. Desordenadamente
piensa en el reino que tal vez lo espera,
piensa en una mujer que no fue suya.
No le está dado ver la teología,
la indescifrable Trinidad, los gnósticos,
las catedrales, la navaja de Occam,
la púrpura, la mitra, la liturgia,
la conversión de Guthrum por la espada,
la Inquisición, la sangre de los mártires,
las atroces Cruzadas, Juana de Arco,
el Vaticano que bendice ejércitos.
Sabe que no es un dios y que es un hombre
que muere con el día. No le importa.
Le importa el duro hierro de los clavos.
No es un romano. No es un griego. Gime.
Nos ha dejado espléndidas metáforas
y una doctrina del perdón que puede
anular el pasado. (Esa sentencia
la escribió un irlandés en una cárcel.)
El alma busca el fin, apresurada.
Ha oscurecido un poco. Ya se ha muerto.
Anda una mosca por la carne quieta.
¿De qué puede servirme que aquel hombre
haya sufrido, si yo sufro ahora?

Jorge Luis Borges (1899‑1986)
Los conjurados (1985)


quiencomo

CRUCIFICCIONES (1992)

Corría el año del Señor. Seguramente
el imaginero discurre entre los tres o
cuatro clavos (Pacheco: Visiones de Santa
Brígida) sobre la tabla de la policro-
mía románica, más veraz que el triángulo
gótico. Duda que resistan radio y cúbito,
que verosímilmente pise el uno al otro
pie sin ir allá como miriñaque triste
tanto metatarso. No le ayudan los cuatro
evangelistas. No le sirven los apócrifos
y muy poco la versión siria del de Rábulas.
Cuando cree que termina, es nada, se equivoca:
a saber si la greña baja por derecho
o izquierdo lado, si aún conserva la corona
de espinas o qué lienzo disimularía
la mórbida cadera, el muslo mortecino.
Con ojos piadosamente yertos o en órbita
(como quien ya vislumbra concilios, vidrieras,
viernes santos), tal vez se da a ensayar futuras
iconografías, el fin. Ante esos ojos
dios y artista se confunden, pues a ninguno
de los dos le cabe la gloria en la cabeza
ni otro destino que inventar el paraíso.

Daniel Lebrato, ¿Quién como yo?  (1996)


En 1992 Daniel Lebrato escribió Crucificciones para Buly, siguiendo el borgiano título de una exposición de crucificados del pintor en Rincón de la Victoria. Buly le agradeció por carta a Daniel aquellas palabras que “sinceramente, no esperaba en verso”, y nunca las incluyó en catálogo. Años después, el episodio se zanjó en ¿Quién como yo?  (1996), publicado gracias a la invitación de la colección Juan Ramón Jiménez, que dirigía Juan Cobos Wilkins.


LOS CREYENTES

No era un problema la causa eficiente. La Tierra era redonda. Como el Sol. No era un misterio el hombre ni de dónde venimos. Las hembras parían al cabo de meses que los machos las montaban. Como el bestia a las bestias en celo. Con ternura o con rudeza. Rivalizando con otros machos de manada. No era un misterio de dónde venimos y a dónde vamos. A dónde íbamos a ir. A la caza, a los frutos, al río, y a morirnos de viejos y cansados. Aquello no era ni el paraíso ni lo contrario. Pasaban los inviernos. Pasaron los veranos. Crecían la prole y la cosecha. Una tarde, alguien volvió mirándose las manos como manchadas y diciendo algo parecido a la palabra culpable. Donde hay culpa, tiene que haber perdón. Cuando se dieron cuenta, hablaban del alma y de la salvación. Debió ser cuando levantaron la teoría de la causa primera, eficiente, de las cosas. Desde entonces, arrastran un pecado que jamás han cometido pero que están seguros de volver a cometer. Y aunque cantan aleluya y aunque se precian de profesar el amor, arrastran una tristura que no se les quita ni aun juntándose unos con otros alrededor del mismo fuego, del mismo libro o de los mismos oficios. Miran a los se quedaron fuera con rencor o con envidia, como sin entender. Cuanto más creen en Dios, menos creen en la humanidad. Se morirán igual que tú y que yo. Son los creyentes.