Perennemente se oye pedir desde plataformas laicistas: “fuera la religión de la enseñanza pública”, cuando habría que acostumbrar los oídos al “fuera la religión de la vida pública”. La supuesta progresía del “fuera la religión de la enseñanza” recuerda la de pedir referéndum monarquía o república como si fuese una gran cosa. [1]
Con la Iglesia hemos dado y con el Islam, dos poderosas construcciones que la actual política en España no parece dispuesta a inquietar.
Y todo, en nombre de supuestas libertades individuales consagradas por la Constitución (¿libertad de enseñanza?) y por el “silesgusta” dueño y señor del pensamiento al uso. El Concordato (desde 1976) es la clave, y no se denuncia porque no se quiere. [2]
Si a la Iglesia (y resto de confesiones religiosas) le volviera la desamortización (empezando por la concertada; la privada religiosa hallaría otra más larga justificación), el país alcanzaría no solo unas aulas más laicas, sino unas calles y plazas más respirables.
Es la pregunta: si hay voluntad política.
[1] Cuando lo suyo sería: ¿para qué una Jefatura de Estado? ¿Un Macron? ¿Un renovado Manuel Azaña? Un Estado unicéfalo (56 en Naciones Unidas) y de parlamento único, unicameral (110 en todo el mundo), nos ahorrarían Jefatura del Estado (Casa Real incluida) y Senado.
[2] La falta de centros públicos como justificación para el concierto con la privada (la concertada), tendría valor, si lo tuvo, en 1982; desde entonces no se ha completado la red pública porque no se ha querido.