
magué [24.600 gugles, no en Dile] pretérito de amagar (1202), de origen incierto: a) del gótico af-maga, desamparar, y este magan, tener fuerza; b) del árabe ámag, caminar con aire amenazador.
amagar significa hacer ademán de herir o golpear, finta o engaño en el juego. amagar y no dar. Juego de muchachos como para dar a otro un golpe, sin llegar a dárselo. La amenaza del amago adquiría su flexión en pasado, amagué y, de ahí, a magué, jerga infantil.
El profesor José María Miura, criado en Triana, nos recuerda lo que era el juego (que hoy sería acoso) de –Un, dos, tres… ¡Un magué! entre niños que en régimen de cuatro contra uno y a la voz de ¡un magué! cogen a otro por las piernas y brazos y amenazan con estamparlo o lo estampan como ariete por la pelvis contra un árbol o contra un poste con ánimo castrante o anti libidinoso.
Ese un, dos, tres, se quedó en –¿Qué? –¡Un magué!, corte similar a cinco, [por el culo] te la jinco. Son variantes del premio que tenían palabras acabadas en ‑oya, ‑ón, ‑ones, ‑ajo y similares. En el esplendor de este afán poético, que se incubaba en los colegios al pasar lista el profesor, se llegó a sacar ripio o premio a cualquier apellido. Martínez: ¡atríncamela con calcetines! Es curioso, porque el masculino varón huía de contactos que pudieran parecer mariconadas o mariconerías. Sin duda, el centro de la vida era la polla y la polla, como un ídolo, había que adorarla y hacer que los demás le rindiesen pleitesía. ¡Una hermosura, la infancia!
