1.
Seguro que les repugnan los casos de corrupción, y, dentro de la corrupción, más que la corrupción tipo caso Eres (donde el dinero faltaba) les repugna la corrupción que va de arriba a más arriba donde el dinero sobra, como la que producen y administran los Bárcenas y los Urdangarines y destapan los Villarejos. Ante todos los casos, el demócrata habitual se queda pasmado y no acierta a nada (como mucho, a cambiar su voto hasta la siguiente corrupción).
2.
Ahora imagínese usted una mente lúcida, iluminada, clarividente o, si se quiere, extremista por una idea, fanática por una causa. Usted, como fanático, no se limita al ritual “es que son todos iguales” (por decir PP y Psoe, Casa Real, etcétera), sino que usted va más allá: iguales, iguales, la España corrupta y la España que la sostiene (es decir, usted mismo, usted tiene una ética y no se salva).
3.
Ante la imposibilidad de prosperar por los métodos habituales (cambiando el voto o creando un partido y presentándose a elecciones, esa chorrada de cosas que ha visto usted hacer, sin ir más lejos, al que fue movimiento Podemos), usted concibe métodos de cambio extremo; extremismo que hay que entender como afán de que se extinga (o se muera, si es un ser vivo) aquello que usted piensa que tendría que desaparecer: el capitalismo, la patronal, la banca, el rey, se admiten ideas.
4.
Los ejecutores tipo Torres Gemelas o Charlie Hebdo estaban convencidos, como usted está convencido, de que el mundo occidental no tiene arreglo por la buenas y ha de ser destruido por las malas, aunque esa destrucción será tan, tan, beneficiosa para su causa que hasta merece que un ejecutor, usted, dé la vida por esa causa y, con usted, aquella pobre gente inocente que tan inocente no es puesto que trabaja para o de alguna manera sostiene el edificio que usted acaba de derribar en su imaginación, gente que con el voto, con el negocio, con el trabajo o con su presencia estando ahí el día de la deflagración sencillamente manifestaba con quién estaba.
5.
Hay, además, ejecutores creyentes en la otra vida y, si entre las víctimas inocentes de las Torres Gemelas y de Charlie Hebdo, cayeron personas inocentes y buenas, se habrán ganado el mismo cielo que sus ejecutores.
6.
Si tuviéramos que subrayar los ingredientes de la imaginería ejecutora, veríamos (hemos visto ya) ideas fuerza que son iguales, iguales, que las de la democracia de los demócratas: desde el todo por la patria y la justificación de la guerra con su daños colaterales, hasta la religión con la exaltación de otra vida con sus santos, sus mártires y su felicidad final.
7.
La cifra de víctimas inocentes caídas por la guerra del Islam contra Occidente todavía está muy lejos de Hiroshima y Nagasaki y de todos los muertos que se han muerto en un montón de perros apagados por disparos y bombardeos de los gloriosos ejércitos nacionales occidentales titulados, eso sí, de defensa y de misiones de paz, faltaría más.