Límites y paradojas del feminismo.

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Octavia Spencer

La película Figuras ocultas (Hidden Figures, 2016, Talentos ocultos en Hispanoamérica) cuenta la historia de tres mujeres negras que compiten con éxito y suben en la escala social de los varones. Una dio sus cálculos al vuelo de John Glenn, primer astronauta usa en dar la vuelta a la Tierra (1962). Otra fue la primera mujer supervisora de IBM y otra, la primera ingeniera aeroespacial de EEUU.​ Eran los años de la guerra fría y del anticomunismo interior en un país obsesionado con un ruso bajo la cama y mentalmente muy militarizado. Aquella loca carrera armamentística todavía dura y, mientras, nos ha dejado: el acoso a todo lo que no les gusta (Urss, China, Corea, Vietnam, Cuba, Chile, Venezuela; Israel, gendarme del mundo árabe); Guerras del Golfo, Torres Gemelas, terrorismo yihadista, es decir, un panorama desolador también por obra de mujeres luchadoras por sus derechos civiles. Es lo que pasa cuando pides igualdad sin resolver antes a qué te igualas: que la consigues y dejas el mundo peor que estaba, como pasará el día que la Iglesia equipare a curas y monjas. Quien lo dude, tome ejemplo de la moda o de la mujer objeto. La igualdad ha consistido en machos héteros y homos que se pintan las uñas, que se ponen pendientes y zapatos de tacón, lo cual: el cuerpo objeto continúa. Límites y paradojas. Si un límite lo pone un mundo varón que al feminizarse se perpetúa, otro límite lo pone un mundo hembra que al expandirse vuelve a su origen: el feminismo como componente de la conciencia contemporánea comparable al ecologismo, al animalismo o a las virtudes de la dieta mediterránea, que es muy difícil no participar de ellos. La paradoja la pone el tapadismo por obediencia islámica. Las mujeres feministas que conozco, cuando les sacas el tema, se salen por los cerros de Úbeda de la cultura, de la pluralidad, de la diversidad o de la convivencia como si el tapado no fuera varón varón y quienes lo llevan (por su gusto o a la fuerza, qué más dará), hembras de vida fastidiada con el visto bueno del feminismo occidental.

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