Buscando un dictáfono, descubrí que lo que necesitaba se llama, en realidad, máquina de dictar (inglés voice typing), nombre que recuerda la máquina de trovar de Jorge Meneses/Machado. La máquina de dictar, dicha también dictadografía, mecanografía al dictado o mecanografía por voz o de voz, es una fantástica herramienta personal anti deditos porrones. En este cortísimo vídeo podéis ver cómo dictarle a Google Docs, en Drive, y cómo, sin reconocimiento de voz ni más trámites, las palabras van mecanografiándose en pantalla obedientes una a una a la voz de su amo. Luego a ese texto se le hacen las oportunas correcciones de puntuación y ortografía y se exporta a Word o se deja en Google Docs que, encima, no pesa ni cuesta nada. Aún más ágil y directo es dictarle al Bloc de Notas del teléfono (o smartphone), que cabe en el bolsillo y admite dictados de ideas que nos vengan al vuelo.
La máquina de dictar o dictadografía es útil en clase para que el alumnado verifique y mejore su vocalización (práctica recomendada por Proyecto Aula) y para superar discapacidades manuales o de personas ciegas.
En mi caso, yo tenía que digitalizar un viejo texto de 1.523 palabras (según las cuentas de Word: 9.072 pulsaciones, entre caracteres y espacios). Se lo leí a mi teléfono, el teléfono me escuchó (no como otros, Dios) y me lo pasó a letra escrita copiable por impresora y, ahora, en la Nube: A vosotros que sois, un odioso relato de 1984. Y, todo, gracias a ‑o por culpa de‑ la máquina de dictar. Otro día hablamos de la máquina de pensar (en fase experimental).
*
Molt bé
Me gustaMe gusta