Las feminastas de generación sobreactuada insisten una y otra vez en la teoría descabellada de que el idioma es un constructo ideológico del patriarcado cuyo objetivo último consiste en invisibilizar a la mujer y reproducir patrones de pensamiento y conducta machistas.
Si esto fuera así, no se entienden la dejadez y torpeza de los malvados varones, pues olvidaron que los elementos conceptuales profundos del léxico se expresan en género femenino: la humanidad, la vida, la libertad, la inteligencia, la justicia, la filosofía, la ley, la igualdad, la fraternidad, la solidaridad, la religiosidad, la fortuna, la democracia, la virtud, la independencia; también al mundo de las cosas, como la naturaleza, la tierra, la ciencia, la tecnología, la medicina, la salud, la prosperidad, la física y todas las ciencias de la medición, la riqueza; así como sus contrarios: la pobreza, la enfermedad, la muerte. Y no satisfechos con este despliegue, los taimados hombres idearon femeninas retahílas de conceptos universales: la administración, la confianza, la autoridad, la instrucción, la representación, la delegación, la dirección, la magistratura, la sanidad, la enseñanza, la navegación, la agricultura y la cultura misma.
Asunto distinto son los aparentes usos machistas del idioma que denotan determinadas expresiones, sobre todo si se compara el significado de las mismas cuando se aplican a hombres o a mujeres. En el Diccionario la palabra zorro, referida a un hombre, lo señala como persona astuta, ladina, mañosa; por el contrario, en femenino y dicho de una mujer, zorra, la define como lianta, artera o, directamente, prostituta.
El idioma no es una construcción ideológica, ni un fenómeno cultural. Restringir esa capacidad, tal como hace el idioma desdoblado, el famoso todos y todas del que tan partidarios son los fanáticos de la ingeniería lingüística, supone un atentado sin excusa contra la facultad de pensar libremente y por nosotros mismos, no a través de filtros ideológicos.
Cuando alguien coloca el lenguaje desdoblado en una conversación, en puridad lo único que hace es identificarse y hablar de sí mismo. Quienes inculcan a la población, desde la infancia, en la escuela, el absurdo del todos y todas, los niños y las niñas, lo que están haciendo es enseñar a pensar ideológicamente, imponiendo el filtro de la doctrina a la expresión humana.