Años intenté luchar contra el sueño de los demócratas, ese ideal de vida que consiste en delegar la mayoría un voto en una minoría, que será la clase política, y que dará energía al invento mayor que han traído los siglos.
La democracia no es más que un montaje sobre un montón de pruebas falsas o amañadas a favor de un bien común para pocos (que será el dinero capitalista) y un mal común para todos (incluso para los propios capitalistas, que será el trabajo asalariado). A ese invento puso música antigua el Siglo Quinto griego y, letra, la Revolución Francesa con el Estado separación de poderes (el cuarto, será la libertad de prensa) bajo igualdad, libertad y fraternidad como lemas de cabecera, para la superación del súbdito en el ciudadano que dejará viejo al Antiguo Régimen con todo lo nuevo que nos venden libros de texto y de historia.
El caso es:
El pensamiento lúcido deja de serlo cuando ignora el contexto en que se mueve, ese paquete de ideas movedizas que se presentan como fijas inamovibles y esconden su carácter de ideología “de un tiempo, de un país”.
Valgan dos ejemplos de pensamientos flacos.
Uno es de Ramón Reig a propósito del nacionalismo y otro es Enzo Traverso sobre superar el comunismo que dice él que implica elaborar su historia.
Los dos autores ignoran en qué vehículo viajan.
—Enlaces a Ramón Reig y Enzo Traverso