Las Carreras de Caballos por Sanlúcar de Barrameda, esta es la historia.

Las Carreras de Caballos por Sanlúcar de Barrameda, esta es la historia.


«Un pueblo que adora a su aristocracia es un pueblo vil»

(Pío Baroja, en boca de Aracil, en La ciudad de la niebla, novela de 1909)


La clave está en la fiesta, cómo ha acabado en fiesta algo que es coto privado prohibido o prohibitivo para muchos, corte de unos pocos: un mundo turf de apuestas y purasangres.

La respuesta no puede ser más que una. No es mundo turf todo lo que reluce, ni por la parte popular que trae la fiesta, ni por la minoriataria que traen las carreras de caballos de hípica inglesa.

Lo que en noviembre 1845 empezó siendo Sociedad para el fomento de la raza caballar andaluza (subrayado andaluza), de conocida utilidad para la agricultura de este país, subrayado agricultura (en tiempo de sociedades económicas de amigos del país), ha tenido 176 años para transfigurarse y dejarse ver como usted quiere que se vea: gran fiesta del Ayuntamiento de Sanlúcar de interés turístico nacional (1986) e internacional (1997).

Javier Cuevas Gonzálvez: Las CCS iban con sus altibajos hasta 1980, coincidiendo con el traslado del recinto de llegada, desde la playa de Bajo de Guía a la de las Piletas, año en que la temporada de carreras ha sido la más larga, nueve días en tres ciclos, para cuajar a partir del 81 en dos ciclos de tres jornadas. El G.P. Ciudad de Sanlúcar cuadruplicó su dote (a 300.000 pesetas para el ganador) hasta los 13.600 euros de este año 2021 (8.000 al ganador), uno de los mayores del turf español. Ese curso 80-81 se aprovechó a refundar la Sociedad de Carreras de Caballos.

Es decir, la fiesta es fiesta por voluntad municipal y política coincidiendo con la dación al turismo de la Andalucía que conocíamos, con la proclamación de la Autonomía como si se hubiera ganado la independencia, y bajo la hegemonía del Psoe en Gobierno de España, Junta de Andalucía y Ayuntamiento.

Aunque algunos de esos mimbres de alta política hayan caído, ya hasta el PP hablaba del Estado del Bienestar y ahí estaba la generación Podemos para creerse la trola que le contaran.

Plantear hoy cambios o mejorías para las CCS no deja de ser conversación para cuatro pirados. Cuando la sarna pica con gusto, lo más sensato es la sarna y rascarse. Contra ese bloque, el único argumento que nos queda antes de la hoguera, el único baile es elegir entre Eppur si muove o Sí, boana. Esta es la historia:

En 1845 Rafael Montaño cuenta a José Carlos García Rodríguez, que cuenta a José María Hermoso, en 2019 esta divertida noticia sobre la primera carrera de caballos por Sanlúcar de Barrameda:

«El animal que salió vencedor fue una yegua perteneciente a un conocido contrabandista del pueblo sevillano de Camas lo que causó un gran malestar entre los competidores.»

Desde la lucha libre a los juegos de mesa, todo juego tiene algo de disputa o competición y todos remiten a un lenguaje de la guerra (ganar a un rival, matar, se mata al ajedrez o al parchís). Los más peligrosos mentalmente (por la mente que los concibe y por las mentalidades que generan) son los de lidia o lucha contra uno mismo (Simone Biles contra Simone Biles), los juegos por dinero o juegos de apuestas, y los de carreras o luchas entre animales (lo que puede dar a crías específicas, como el toro de lidia como ser para la muerte). A todo eso añada usted el componente de clase, pues no será igual un “deporte de equipo” como el fútbol que “un equipo para el deporte de uno solo”, sea golfista o tenista.

En una sociedad de caballeros, la popularidad del caballo o de la fiesta del caballo debe hacernos pensar para no caer en ridículos. Ya que hay caballeros, reconocerlo al menos, de dónde viene la palabra, qué indica y qué supone. Y no dejarnos engañar por concejalías de fiestas. Las carreras de caballería son juego de nobles o terratenientes ganaderos que mueven o controlan un mundo de cuadras, yeguadas o sementales, veterinaria y cría, pedigrí y purasangres, con su equipo de flacos jinetes o jockeys, cuidadores, picaderos y gañanes, sin contar lo que mueve un hipódromo, jueces de carrera y negocio de apuestas. Ver ahí una fiesta o un espectáculo popular es tomarnos por idiotas.

En el caso de Sanlúcar, El cuento chino de Las Carreras de Caballos, el truco consiste en democratizar una fiesta de irresistible clase alta y conformar sus exigencias a lo que a las clases medias y actuales mentalidades pueda parecer tolerable. Téngase en cuenta que hay que secuestrar un espacio público de primer orden turístico, como es la playa de Sanlúcar, un veinte por cien de días de agosto para que pasen unos caballos volando como el rayo destino a una instalación, el hipódromo, donde la guardia civil y empleados de seguridad nos van a impedir el paso o a exigir una acreditación que no tenemos. Eso exige una fábula, y ese es el cuento chino que nos están contando:

«El origen de estos festejos se encuentra en las competiciones informales que realizaban los vendedores de pescado para llegar los primeros a los mercados», dice en su página la Sociedad de Carreras. Chapó. Imposible de superar. De paso, le guiño un ojo al turismo gastronómico y le hago propaganda al pescado y al mercado, que me estarán agradecidos. Pero como el señorito no puede disimular su condición de señorito y caballero, al final el cronista tiene que reconocer que ese origen en los abastos de pescado no está documentado (es cuento chino de un pueblo que fabula una leyenda tradicional) y lo que sí es: feria de muestras entre las casas del marco de Jerez y El Puerto, de orientación inglesa, que verían en la desierta playa de Sanlúcar, de 1840 y tantos, un arenal perfecto donde, por cuatro reales de salida a meta, poder medir sus cuadras y sus cabalgaduras.

Era un tiempo de doble moral donde las carreras y las apuestas podían estar tan mal y tan bien vistas como las peleas de gallos o los desafíos de honor, ese algo siempre entre lo legal y lo ilegal. España está al inicio del reinado de Isabel II y por Sanlúcar está al caer el pájaro Montpensier. La palabra pueblo o llamar popular a lo que Valle-Inclán retrataría como Ruedo Ibérico y Corte de los Milagros, es mezclar churras con merinas, significados desiguales aprovechando que el significante pasaba por allí:

«Es una de las competiciones hípicas más antiguas de Europa, en concreto las segundas carreras de caballos de estilo inglés que se reglamentaron en España, las primeras en la Alameda de Osuna (Madrid) en 1835. El origen documentado de las primeras carreras en las playas de Sanlúcar de Barrameda, se encuentra en los estatutos fundacionales de la Sociedad de Carreras de Caballos y datan del 31 de Agosto del año 1845.» (Historia de la Real Sociedad de Carreras de Caballos de Sanlúcar)

La actual Sociedad de Caballos evita hablar de purasangre, tipo o raza de caballo de origen inglés, desde el principio concebido para uso deportivo (hípica, saltos, carreras) para nada ligados al trabajo de carga o transporte. Es de notar la semejanza o paralelismo entre el caballo de pura sangre (o purasangre) y otras especies singulares vinculadas a la trata y al negocio que se han hecho especie protegida para la fiesta aristocrática: galgos, toros bravos, bueyes para el simpecao del Rocío.

Hay tanta distancia del mundo gentleman al gañán que le lleva la brida y le ensilla, que concejales y cabildos tuvieron que vérselas para atenuar tanta brecha de clase social, clase alta que, encima, se apoderaba de lo único que empezaba a ser democrático o de clases medias a finales del siglo 19 cuando se expandía el veraneo de playa: Quítense ustedes, que unos diítas de agosto la playa va a ser nuestra, que vamos a echarnos unas carreras y unas apuestas de nada.

Al pueblo bajo le dieron, con la complicidad de padres y madres, el invento de las casetas de apuestas infantiles, que iniciaba a la infancia a la ludopatía. Todo lo demás ya es estéril. Ni saldrán sanluqueños jinetes (como tenistas salen de recogepelotas). Ni mejora o aumenta la cabaña de caballos. Ni el niño de mayor apostará más que al cupón o la quiniela. Ni a la Sociedad entraremos por mucho baile de sociedad. Ni la monta que canta Salmarina de jinetes por Doñana tiene nada que ver con la monta de jockeys escuchimizados.

Lo cuenta José María Hermoso (Licenciado en Historia), 1845: Aquellas primeras carreras de caballos en Sanlúcar. SanlúcarCiudad.com, 09/08/2019.

Cartel del año de la pandemia 2020, obra de Luis Gordillo

Crónica de José María Hermoso sobre la primera carrera, año 1845

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