A tragedia le ocurre lo contrario que a viaje. tragedia sigue su línea etimológica (tragoedia, tragoidía) con g, y viaje va contra su origen (viatge, voyage) con j, ambas fricativas sordas. En castellano, la distribución g/j (guijo) o c/z (cacé) responde a un doble criterio -etimológico o fonético fonológico- al que nos sometemos, ni por etimología ni por sonidos, por la costumbre de escribir. Lo vemos (no “lo escuchamos”) en la ka de kalle o en la -@ de cierto lenguaje inclusivo. Que cada uno estornude como Dios le ayude.
Bastante privilegio es acceder al selecto club de la escritura, para que encima nos machaquen (o machaquemos como profesores) con lo gourmet o máster chef de la ortografía. Debería estar prohibida la Academia, quiere decir toda aquella institución que se las da de autoridad para aplicar el tercer grado (universitario) a todo lo que se habla, se escribe o se menea en materia de lenguas que son gente, en materia de gentes que son tierras y son personas. No es tragedia la vida porque tragedia se escriba con ge o con jota.
De esto tendrían que aprender plataformas de “escribo como hablo” tan extendidas por el panorama andaluz. Ese escribo como hablo -por novador que fuese allá en el siglo 13, del castellano alfonsí, o 16, del Diálogo de la lengua, de Juan de Valdés– no tiene en 2021 la misma proyección y alcance. Y tan inútil es discutir du voyaje du bateau du roi con un francés, como de los zapatos de la Cenicienta o las sapatiyas de la Senisienta con una pedagoga andaluza.
También es de recibir esa tendencia que ve en las lenguas nacionales lenguas muertas (tan muerto el inglés de Shakespeare como el español de Cervantes o el francés de Ronsard), para el desguace o sacrificio de una sola lengua koiné o esperanto donde irán broadcastings, crowdfundings, podcasts, CEOs, celebrities, influencers, youtubers o tiktokers… No vean ustedes lo que se relaja nuestro impertinente corrector ortográfico, ese que fuimos y ya no somos aunque sigue dando recidivas.
Oferta válida para foros de castellano o español, catalán, Ley Celaá, más periferias peri lingüísticas como el andaluz, el portugués o el valenciano. ¡Éramos pocos, y parió la política!
Lectura recomendada:
Puedo estar equivocado, pero en Andalucía quizás sean los “políticos” los menos errados en el ámbito de los usos idiomaticos. No por “méritos” propios, sino porque cualquier iniciativa con pretensión de influir en la práctica supondría un riesgo que no interesa asumir.
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