Sin duda ha sido el poder omnímodo.

poder omnímodo

No soy el único con ideas previas. En el análisis de la actual pandemia, todas las opiniones proceden igual. Que usted lleva en primera la ecología: echará la culpa a la agricultura intensiva que pone en riesgo animales, personas, ecosistemas, gobiernos y hasta al propio sistema económico mundial. Que usted es del actual Gobierno como Estado del Bienestar: le echará la culpa al PP por la privatización del Sistema de Salud. Que usted es de ¡Arriba España! : aplaudirá la UME como si fuese causa militar o humanitaria, antes que sanitaria. Y así va todo. Y no siendo yo más santo que mis vecinos (Lázaro de Tormes), mis conclusiones provisionales son que, de una forma u otra, COVID19 es cosa del poder omnímodo. A lo cual se llega por dos premisas:

El humanismo dice que primero va el hombre y, con el hombre, su hábitat y alimentación. Si el planeta corre actualmente algún peligro, que sea por beneficiar, aunque artificialmente, a la familia humana. Echar la culpa de COVID19 a granjas intensivas (de murciélagos en la dieta china) puede ser apuntar pero no dar. Contra el hombre (ese constructo) ha estado siempre quien del hombre abusa y al hombre explota y mata. Los sistemas económicos históricamente conocidos han sido todos homicidas, cuando no asesinos: canibalismo (el vencedor se come al vencido como parte del botín), esclavismo (el canibalismo ya es un atraso: el vencido resulta más útil como mano de obra), feudalismo (vinculado a la tierra, el esclavo liberto rinde más y mejor) y capitalismo en sus tres fases: mercantil, (de la mercancía y del dinero), industrial (de la fábrica) y financiero (del puro y duro capital a través de la banca y la bolsa).

Del capitalismo hacia el socialismo, o compatibles con el socialismo, las etapas serían dos, que ya llamamos sociedades: la sociedad científico técnica (Radovan Richta, 1963), y la Aldea Global o sociedad de la información (Marshall McLuham, 1968), en la cual estamos, con sus pros y sus contra (debate entre la Galaxia Gutenberg y la Galaxia Internet, para entendernos).

Ocurre que, aprovechando el final del socialismo real (frente al de la socialdemocracia, tipo Psoe), a la caída del Muro de Berlín (1989) defensores del capitalismo sin fin han ido acuñando fases del capitalismo que no son etapas, sino lucubraciones para medrar autores y para ganar audiencias. Así, habrán oído hablar de capitalismo afectivo, burocrático, flexible, cognitivo, consciente, inteligente, de vigilancia, feminista, heteropatriarcal, gore, gerencial, humanista, inclusivo, jerárquico, liberal, de libre mercado, moderno, neoliberal, big tech, big data, pogresista, catastrofista, social, solidario, tradicional, utópico, verde, y hasta por la a de anarco, aparece un anarcocapitalismo y, por la zeta, un capitalismo zen: basura para ganar portadas, publicaciones, conferencias y actos pagados. Pero, en economía, lo que no tiene reflejo contable es pura ideología. La humanidad está en globalización y lo único que se discute es –como ha sido siempre– la propiedad y disfrute de los medios de producción: materias primas, mano de obra, mercancías: si seguirán en las manos de siempre (el poder omnímodo) o si las clases no capitalistas alcanzarán un día su parte en el reparto. Vuelta al botín, o sea. C’est tout.


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