si esto es el hombre.

En ciencias humanas caben dos métodos, que son dos visiones: diacronía y sincronía. La antropología y la filosofía que yo conozco siguen el eje diacrónico, que es la Historia o línea de tiempo, y es curioso cómo rehúyen el método sincrónico social o sociológico. La pregunta es: en qué momento y con qué materiales se construyó el hombre como concepto, la humanidad como conjunto y sujeto histórico. En un mundo de agravios y privilegios, ¿dónde queda el hombre? ¿Significa lo mismo la palabra hombre para mí, para un musulmán o para Donald Trump? ¿Es el hombre miss universo, la actriz en su pasarela? ¿Es el mismo hombre quien nos viene en patera o en yate y jugando al golf? ¿Es el hombre todo eso que llamamos personas, demócratas, creyentes? ¿Es el hombre el Papa que hurga en la pederastia?, ¿la indigente, en el contenedor de basura? ¿Son el hombre y, si lo son, bajo qué saltos o condiciones (y no me hablen de neandertales y cromañones) se rompió la unidad (si es que la hubo pero, al menos, como hipótesis de trabajo, admitamos que tuvo que haberla)? Sin esas respuestas, el discurso humanista alimenta cultura, civilización, ciencia y resultados probados: apaños para pillar bien el sueño. Si esto es un hombre (Se questo è un uomo, 1947) es un título de Primo Levi. La pregunta sigue.

Otro día hablamos de cómo el método diacrónico va hacia el pasado que fuimos para entender lo que somos, cuando debería ser al revés: ir a las causas, vistas sus consecuencias. No emprender con rigor ese viaje intelectual convierte a las humanidades en conservadoras y conservantes de un mundo feo, desigual e injusto.


 

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