«Ahora atardece el mármol de la acrópolis, como si un junco antiguo se quebrase la voz, los labios en el agua, gélido el rostro, inútil su cabello de nácar y de tiempo.» Estas palabras de José Antonio Moreno Jurado en Fedro (1979, doce poemas; el último, el que termina con este endecasílabo que sonará a ustedes: “libres al fin del mal que nos envuelve”) explican o generan estas otras palabras de Daniel Lebrato en Historias de la literatura (2014), treinta y cinco años después: «Bajaban de la acrópolis turistas de dos en dos, en grupo, gente sola. Y Fedro, el descreído, duda, como el albatros, de sus alas: si es él, no un dios, quien hasta el mundo baja.» Sobre esta base, textual, Daniel Lebrato trama alrededor de otras hilachuras biográficas y compartidas con Moreno Jurado ‑como escenario, la librería Padilla‑ una intriga donde se mezclan una sextina libelada, una epístola moral a Fabio, un poema de Baudelaire, desde las ruinas de Grecia hasta Santiponce, por Sevilla, por Lisboa, por Mazagón, José Antonio otra vez bajando a la memoria, ahora porque se lo pide su amigo el impostor. Esta es la historia: Fedros, Fabios y Albatros.