Inés o la alegría.

20180824_192038Yo iba leyendo Inés y la alegría, novela de Almudena Grandes (2010), y tuve una pesadilla grado 9 en la escala Richter. Octubre del 44. Invasión del Valle de Arán. Operación Reconquista. Intentona militar promovida por un PCE convencido de que el final de Hitler traería consigo el final de Franco. Mi pesadilla, que les cuento, fue de primero de psicología. Yo amanecía en casa extraña y no encontraba nada de lo que era mío: mis gafas, mi ropa, mi teléfono, mi yo. Cuando me desperté (no hay mejor despertar que a la salida de un mal sueño), me dije más no leo, ni mijita. Y es que esa noche me había quedado dormido en pleno encuentro entre Inés y el capitán Galán (página 181 en adelante), escena que sucede en casa del alcalde de Bosost. Y se ve que me había metido tanto en la lectura que, de madrugada y como sonámbulo, desperté en la cama del alcalde solo y sin besos de compañía, ¿cómo iba a encontrar mis gafas?

Desayunado lo cual, el género novela histórica en el tramo Guerra Civil Franquismo, con sus variantes Eta o víctimas, les está viniendo de maravillas a novelistas de izquierda (Denominación de Origen Protegida) que entre salvar una vida o sacarle una foto prefieren el Pulitzer. Lo curioso es que Almudena Grandes cuenta algo parecido en la página 98 de su novela sobre una “mujer que se sentó en una cuneta y se sacó un pecho flaco, vacío, para intentar aplacar al bebé que llevaba entre los brazos, no para que un fotógrafo norteamericano la encuadrara con su cámara”. «Al final, aquella foto dio la vuelta al mundo desde la portada del París Match. Fui tan tonto que ni siquiera le quité el carrete.» (Inés y la alegría en StudyLib proporcionado desde LeLibros).

Otro día hablamos del cuervo o buitre que, con tanta cultura, llevamos dentro las personas cultas y cómo gente (sin duda inteligente, honesta y bien intencionada) cuya trayectoria o cuya militancia o partido han traído a España hasta aquí (es decir: cómplices o transeúntes) se reivindica o pretende alcanzar otra dignidad a costa de la literatura comprometida o del arte denuncia; todo amparado por el copyright con Sociedad de Autores y un iva cultural más bajo que el del pan (para ello, citan a Lorca). De momento, para mí, lo que titula Inés y la alegría termina siendo Inés o la alegría, disyuntiva entre novelas y más novelas o arreglar de una vez por todas una España lamentable también por culpa de sus novelas y de su amnesia histórica.


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