Debemos al Maestro Liendres la incorporación al idioma del último y muy lúcido neologismo: capilitear. Al principio parece errata por capillitear, de capillita, como decimos de la persona de procesiones y semanas santas. Y no. capilitear, con ele: de cap capi, cabeza, y litos, piedra, para significar dos en una sola palabra: 1. la cabeza de piedra o la poca cabeza que se tiene o se quiere que los demás tengan (esto es: “para no pensar”, frecuente en la clase política) y 2. la erección de monumentos ‑normalmente hechos en piedra‑ con ánimo de ir en cabeza de encuestas y estados de opinión con reflejo electoral. En la reciente política, el capilitear del alcalde de Sanlúcar, del Psoe (psoecialista, otro neo), recuerda al capilitear del alcalde de Cádiz, de Podemos (o Pudimos), y el lío que se ha hecho con la Virgen del Rosario. Ambos alcaldes ignoran que Roma (la Iglesia) no paga traidores: llegada la hora, el capilleo y el facherío siempre votan PP, que les pilla más cerca, no Psoe ni Podemos, que a ver por dónde nos salen. Queden ustedes con la Longa noite de pedra, libro y poema de Celso Emilio Ferreiro en 1961 que dice así:
LARGA NOCHE DE PIEDRA
El techo es de piedra.
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O teito é de pedra.
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Celso Emilio Ferreiro (1912‑79)
traducción Editorial Santillana
fuente: poética digital