norma y vulgarismo

vulgarismo

NORMA Y VULGARISMO
PALABRAS AMIGAS Y FALSOS AMIGOS

De los tecnicismos lingüísticos, ninguno tan bipolar, tan contradictorio como el concepto de norma. Norma es lo normal (en lengua, la regularidad [andé no anduve] y, en habla, la ley de la calle, como hablan mis vecinos). Y norma es la norma académica de obligado cumplimiento. La norma se da por selección (dentro del paradigma) y por combinación o contacto (dentro del sintagma). Por contacto, el hablante tiende a escribir *osea, por la misma razón que escribe encima. Un contacto entre una palabra fuerte, de mucho uso, y otra en desuso, puede salvar al término débil, como en agua de borrajas o en caer de bruces, gracias a lo cual ‑aunque nos hagamos daño‑ bruces (de buces, bozo, boca) sigue viva y su luz no se apaga. Borrajas, bruces, horcajadas, mujeriegas: palabras huéspedes o palabras inquilinas (no parásitas, porque no hacen daño a la anfitriona), hospedaje que empieza en la frase hecha[1] y en epítetos y epítetos épicos, blanca nieve, negro carbón, cid campeador, pertinaz sequía, inflación galopante, merecidas vacaciones. Cuando oímos que una bandada de golondrinas emigraron,[2] se está priorizando la proximidad de golondrinas pero si oímos la banda, la mitad se dispersaron cuando sonó la alarma, el singular banda se percibe como un plural de individuos fugitivos. Todo demuestra que el acto de habla se mueve por simpatías que son concordancias sintácticas (tenidas por cultas) o semánticas, ad sensum (populares, conforme les van saliendo al hablante) entre palabras que se atraen y se repelen como en un sistema solar. En literatura, proximidades son la métrica, el paralelismo y todas las llamadas figuras de repetición. En estilística, la proximidad o lejanía gradúa los demostrativos (o deícticos) de discurso, Pedro y Pablo, representado aquel por las llaves y éste por la espada o Trataba de vivir sin recuerdos ni previsiones; los primeros le importaban menos que las últimas[3]. La proximidad fomenta la regularidad (yo no lo he *hacido, dice por imitación de otros participios el crío al que reñimos por hacer algo mal) y, a la larga, la parataxis (coordinadas y yuxtapuestas) contra los peligros de la subordinación (o hipotaxis).

ALGUNOS CASOS DE APLICACIÓN DE LOS CONCEPTOS NORMA Y VULGARISMO

–vulgarismos por etimología popular por semejanza entre objetos, que suele ser semejanza fonética y léxica, *altobús, *mondarina, *esparatrapo,

–vulgarismos por falso oído, *contra más, *contri más, o falso cálculo de escritura o representación gráfica, *ect, por etc[4],

–vulgarismos sintácticos, *cayó el vaso de leche, semánticos, decir dar clase quien las recibe, o mixtos, *el atenuante en vez de la [circunstancia] atenuante,

–normas gramaticales localmente aceptadas por afinidad o coincidencia en el discurso. En andaluz, la segunda persona ustedes contagia al verbo hacer en ustedes, ¿qué hacéis ahí?

–vulgarismos con justificación en la norma o por tendencia a la norma:

1) por proximidad por repetición morfológica. De tanto amé, eché, conté, la académica anduve lucha con andé, hasta que un día…

2) por proximidad sintáctica decimos son la una. La concordancia con la estructura (ausente o profunda) de las demás horas impone el plural a la única que debe ir en singular. La proximidad sintáctica explica también el dequeísmo. De tanto tener el pensamiento de tal o cual idea acabamos *pensando de que y construyendo frases como *pienso de que esto es un rollo. Entre la morfología y la sintaxis está el laísmo (*la dije a ella), el femenino ama los finales ‑a. La pasiva refleja, se venden flores, debió ser un puro error de concordancia que un maestro corregiría pues ¿cómo las flores van a ser sujetos y no objetos de la venta?, dirá la señora florista, de pronto castigada a forma de complemento (o sujeto) agente.

Y aunque la estupidez periculta diga que la etimología, el latín y el conocimiento de idiomas nos libran de muchas, no es tan fácil ermita y ermitaño cuando las dos palabras son herméticas, con hache, ni nos ayuda el francés a saber por qué garaje se debe escribir con jota. Es la lucha entre la norma obligación y la norma lo normal. Y es la lucha que divide a la humanidad entre quienes hacen y no faltas de ortografía. Otro día hablamos del vulgarismo culto de quien no acierta a escribir Nietzsche o Schopenhauer o de quien se pasa de reflejos y prefijos y transcurre una noche a la *interperie. De momento, que no sea el vulgarismo un pretexto de fobia o de rechazo al otro por querer pertenecer yo al grupo de quienes hablan bien.

[1] Giros o frases hechas: poner el grito en el cielo, doblar esquinas. ¿Quién negará las parejas de hecho en español que forman poner y cielo, doblar y esquina?

[2] Citado como ejemplo por La Fundéu.

[3] La espera en El Aleph (1949)

[4] la primera [t] de etcétera, en posición implosiva, apenas suena, y el hablante cree que tiene que escribir la segunda.


2 comentarios en “norma y vulgarismo

  1. ¿Es cierto que la Academia admite el uso de «andé»? Hace años oí decir que era así pero no he podido encontrar información «oficial » sobre eso

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  2. Lo admite como vulgarismo igual que «asín» me imagino, ¿no?
    Sin embargo este término sí aparece en el diccionario de la RAE mientras que «andé» no. Al menos yo no doy con él.
    ¿Su uso sería válido entonces? Siempre me gustó más. Jeje. Gracias de antemano.

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