PROSTITUTAS Y PROSTITUCIÓN

pinza de tadega

PROSTITUTAS Y PROSTITUCIÓN

En 2009 la Junta de Andalucía o alguna de sus dependencias hizo una campaña que apelaba a la sensibilidad de la clientela para dignificar la prostitución. Aquella campaña daba a entender que hay un puterío digno y otro indigno y abría el paso a la legalización del sexo de pago (eLTeNDeDeRo, 2009). Ahora Amnistía Internacional, al pedir la despenalización, se deja caer por la misma senda. Nada de esto pasaría si hubiera una ley de trabajo digno (o al menos una ley de trabajo digno en nuestra cabeza). Sus principios serían los siguientes:

1º. Las actividades humanas se dividen en productivas e improductivas, negocio y ocio. El tiempo de negocio es el de producción y el tiempo de ocio es el de consumo. Todo el mundo debería trabajar al menos una vez en su vida en el sector negocio y nadie debería vivir toda su vida del ocio. Las leyes deben combatir, no reforzar, esa injusticia histórica. El sexo se realiza en tiempo de ocio y, por tanto, por muy pagado que sea, por muy consentido, por muy “si a ellas les gusta”, el sexo no admite categorías laborales. Lo cual no quiere decir que haya que penalizarlo: erradicar sería lo adecuado, combatir de raíz sus bases sociales.

2º. No basta pagar por algo para que ese algo sea un trabajo. Da trabajo pero no es trabajo (digno) montar y desmontar cada año una portada de feria que podría ser fija y la misma y dedicar el monto de esas horas a trabajos sociales. Da trabajo pero no es trabajo el ejército. El crimen organizado. La trata de personas.

3º. Las desigualdades e injusticias del sistema se hacen crónicas consagradas por la división social del trabajo. Al no haber apenas movilidad laboral, la escala social es siempre la misma y siempre los mismos los beneficiados. Ese sector primermundista es el que habla por boca de Amnistía, de políticos como Ada Colau, alcaldesa de Barcelona, de ciertas oenegés y de la alta escala del puterío de lujo. Llamamos prostitución a muy diversas clases sexuales, sociales, raciales, económicas y profesionales que solo en un punto coinciden: el sexo es ocio y no se puede añadir otro falso oficio del ocio a los que ya hay. Por un trabajo digno.

Daniel Lebrato, Ni cultos ni demócratas, 13 del 8 de 2015

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