Etiqueta: viajes

dos hermanas, una prima y una sobrina pasean por Sevilla.

Sevilla y Triana desde el puente.
(del 21 al 24 de febrero 2020)

La ciudad estaba para marcharse a Cádiz, más que para quedarse un fin de semana sobrecargado de turistas que aquí en Sevilla deben pensar que ya es Cuaresma, tanto como se anticipan ensayos, estrenos o representaciones previas en una ciudad que, incapaz de alzar un Carnaval potente como el de Cádiz, parece escudarse en la súper Semana Santa como pretexto o justificación.

La ciudad estaba para marcharse a Cádiz, pero quién añade más viaje para encontrarse Cádiz tan masificada o peor. La ciudad estaba para marcharse pero en Sevilla había que morir, se dijo el cuarteto de viajeras de Madrid.

Anfitrión o Cicerone de Sevilla (hombre o mujer), tienes dos posibilidades: o enseñar la ciudad de tu diario vivir: su barrio y sus bares o sitios señalaítos o asomar por los sitios claves y tópicos (Catedral, Santa Cruz, Parque de María Luisa), que estarían, previsiblemente, a tope. Como hay que cumplir elementales normas de agrado y cortesía, lo que pida el grupo visitante es lo que se impone y, junto a ello, ir metiendo rutas y sugerencias que aliviar puedan la bulla. Fue lo que hicimos.

Cuando, quien viene, viene tras años desde la última vez, revisitar la ciudad es revisar el pasado, como revival o remake de la última película que hicimos juntos. El tiempo, ya se sabe, no pasa igual para todos, no es moneda única y constante. En saber conjugar lo viejo y lo nuevo, el tal como estamos y el tal como éramos, consiste, supongo, el éxito de unos días que serán memoria hasta la próxima.

¡Buen viaje, hadas madrinas! Quedaos con esta inercia escrita entre Sevilla y Triana cuando apetece no tener que elegir ninguna:

FEBRERO EN LOS PUENTES DE EUROPA

Desde Triana hasta Praga,
por febrero tienen un aire los puentes de Europa.

Y cuando la breve tarde alarga las sombras,
la tuya y la mía,
que esperen los días y las otras orillas.
El Elba, el Rhin, el Mar del Norte.

Quedarse aquí. No tener que elegir
–un vino sí–
entre el Atlántico o el Malandar.

 

/ a Araceli, Azucena, Yolanda y Ruth, con Pilar del brazo /

 

Las fotos y los viajes.

mirador-en-grupo

Las fotos de viaje se dividen en dos: con personas y sin persona. Las sin persona suelen estar ya hechas. Usted busca en internet y encuentra miles de fotos de ese paisaje. Esas son las fotos prescindibles. Las imprescindibles son las fotos con quien conmigo va.

Al construir un álbum, los solistas se repiten; no por afán de figurar, sino por la propia lógica. Luego, en las de grupo, hay una máxima que nunca está de más: no hay foto, por mala que sea, o parecida a otra que aparezca, que no tenga alguna cosa buena o que alguien no quiera, por la razón que sea, guardar o vetar. El resultado es un consenso compartido. Esos son los álbumes de nuestra vida.

En nuestro último viaje al Puerto de la Cruz de Tenerife, diciembre 2019, hemos reafirmado la isla como destino privilegiado y la ciudad como su resumen. Tenerife es un mapamundi de geografías y climas, desde las nieves casi perpetuas del padre Teide hasta sus playas no menos perpetuas. Norte y Sur, Oriente y Occidente. España y América. Micro mundo y más que mundo.

Como en toda isla, puede que nos dé el mal de islas y echemos en falta la tierra firme continente. Bien está. Habrá que coger el barco o el avión y compaginar Canarias con la Península, para no morir de insularidad o para volver encantados con lo bien que se vive aquí.

Puerto de la Cruz, desde el Taoro o el Botánico hasta el Charco o la Ranilla, desde Punta Brava hasta Martiánez, es la Tenerife que lo tiene todo. Y aunque la curiosidad nos acerque en otra ocasión a otras islas y a otras ciudades canarias, volveremos siempre a Tenerife y a Puerto de la Cruz. Quien les puso Afortunadas puso también nuestro nombre,

Pilar y Daniel.

Enlace a fotos

Venecia en nevermore.

Venecia marca de agua

Nevermore, nunca más, suena a noviembre y en noviembre fuimos a Venecia cuando nadie va a Venecia. Inconvenientes: el amplio equipaje contra el frío y la lluvia. Ventajas: acceder a los santos lugares de la foto obligada sin guardar cola. No quieran entrar en la Basílica ni en el Palacio Ducal llevando mochila. Las requisan en consigna, protocolo antiterrorista. Sin bolso de mano o con bolso y, muy importante, katiuskas o zapato antideslizante por la humedad de los suelos, por si les pilla el agua alta, como allí llaman a las pleamares invasivas, y porque habrán de subir y bajar a góndolas y vaporetos donde es fácil resbalarse.

Los viajes se dividen en dos. Viajeros que buscan nuevas experiencias y viajeros que buscan su imagen y semejanza. Yo soy de estos, dando por sabido que allí Cruzcampo no hay. No creo que en ningún lugar me esté esperando algo o alguien que puedan sacarme de mi arraigado escepticismo o incultura o descultura. Quien como yo porta el lema de que la civilización es hija de lo abominable, no ve más que barbarie donde la mayoría, bellas artes o paraísos perdidos o antropológicos. A las tabernas, pues, a las calles de ropa tendida y a los sitios donde el aspecto del paisanaje nos dice: esta gente es de Venecia, este sitio es de uso interno y no para turistas.

Joseph Brodsky placa en Venecia

Con lo que se ha dicho y cantado sobre Venecia, mi lectura recomendada es Marca de agua de Joseph Brodsky (1899‑1996), firmada en noviembre de 1989. Otro nevermore. Marca de agua son 51 episodios breves (un libro de apenas 40 páginas) donde el profesor Brodsky cuenta sus vacaciones de invierno fijas en la ciudad de Venecia desde 1975. Venecia es de esos lugares donde se va a conquistar o a dejarse conquistar. Entre don Carnal y doña Cuaresma, extremos que aquí están confundidos todos los días del año, raro es ‑en una breve estancia‑ atender los dos frentes. Esas parejas en viaje de novios para al final no salir apenas de la habitación. A Venecia se vuelve. A los novios, tal vez.

–descarga Marca de agua de Joseph Brodsky en formato Kindle

–descarga Marca de agua en pdf en Escueladeruso.com

–descarga Marca de agua en pdf en Ignacio Darnaude

álbum de fotos

 

San Isidoro y el Santo Grial o lo mal que está el servicio.

Urna-de-San-Isidoro-Colegiata-de-San-Isidoro-León Foto Pregunta Santoral
Urna de San Isidoro de Sevilla en León. Foto Pregunta Santoral.

Kierkegaard alertó que la peor pamplina es la que se dice ex cátedra porque se sostiene con autoridad y bibliografía. Toda especulación sobre el Santo Grial, que esté o deje de estar en San Isidoro de León, es cierta y es falsa. Cierta, en tanto el cáliz está ahí y, falsa, en tanto el relato es posterior, cuando las pruebas y los testigos se pierden o ya se han ido y empieza el turno del mito, de la leyenda o del folclore. Ese proceso natural, que vale para el Cid o Juana de Arco, vale también para Jesús de Nazaret: persona primero y personaje después. Vean, si no, lo que ha tardado y costado a la Iglesia redondear la biografía del personaje Jesús: ese padre, San José, que duda como marido del embarazo de María por un ángel, duda vigente entre la cristiandad hasta el siglo 16, se dice pronto.[1]

Del grial como palabra ‑no como objeto vaso o plato‑ no hay noticias hasta el siglo 12 y, como ustedes comprenderán, qué comisión del Consejo Superior de Investigaciones Científicas iría a buscarlo. Lo que sí es cierto: la cristiandad adoptó el Santo Grial como leyenda piadosa y con fines literarios, comerciales, viajeros, guerreros o peregrinos. Con el Grial en su poder, cualquier lugar, orden o monasterio, generaría otro Camino como el de Santiago o el del Rocío, que su buen dinerito dejan y, más, en tiempos de crisis.

Lástima que semejante estrategia eclipse la integridad del hombre de mérito que está a su lado: San Isidoro de Sevilla (556‑636), primero de los grandes compiladores medievales, padre del enciclopedismo y patrono católico de Internet, ahí puesto por el papa Juan Pablo II en 2001. Honor a San Isidoro y paciencia con el Santo Grial que verdadero es, no cabe duda: de un auténtico acto de fe. Si ni el evangelista más próximo a Jesús y al grial (ese Mateo dos o tres generaciones posterior) cuenta qué pasó con el célebre vaso, ¿qué autoridad daremos a una chica CSIC en 2017 y al relato doctoral que pueda hacernos? Más quisieran ella y la Iglesia ‑y Turismo de León, ya de paso‑ que hubiese una criada o un camarero recogido y guardado para la posteridad la sagrada vajilla y los sagrados manteles. El propio Jesús se quejaría: ¡Cómo está el servicio! Y nosotros, de su ilustrísima, a lo Faemino y Cansado: Qué va, qué va, qué va. Yo leo a Kierkegaard.

[1] Véase Gómez Manrique en su auto o Representación del nacimiento de Nuestro Señor (1476).


 

de la necesidad de ideas sostenibles y de un centro de interpretación de nosotros mismos.

Daniel Lebrato en Ave clase preferente Madrid Sevilla 31 05 17

En viaje por España se me han juntado tres conversaciones o llantos: llanto por pueblos y aldeas que se vacían, llanto por pequeñas tiendas y oficios que van desapareciendo y llanto por la fuga de cerebros o titulaciones que se subemplean o emigran porque no encuentran trabajo en lo suyo.

Como no podemos vivir del tópico ni quejarnos de lo que no tiene remedio, y hoy que tanto se lleva lo sostenible y hay un centro de interpretación (turística) para cualquier cosa, aconsejo una interpretación de nuestras vidas y de la vida en general bajo principios sostenibles. Así no nos contamos películas ni caemos en romanticismos. Un principio básico es la economía: las ideas son gratis pero no la política entendida como la llevada a la práctica de las ideas. Y otro principio es asumir la responsabilidad personal de manera que cada quien defienda las ideas y la vida que se pueda costear. Seguro que entonces ya no tendríamos opiniones patrióticas nacionalistas y embotelladas y fáciles de echar al mar de las conversaciones en sobremesa.

Aunque se puedan reinventar con nuevos motivos ‑por ejemplo, el turismo o la ecología‑, pueblos y aldeas y oficios se cierran por motivos económicos irreversibles. Llámenle progreso. Y la universidad española peca de engañosa ambigüedad desde el comienzo: con dinero público se quiere formar un personal que luego, si puede, se forra por la privada: en la Habana, médico y, en Miami, millonario, vida mía. Ese juego no nos podía emocionar y, ahora en España, si tienes que irte al extranjero, te vas, mi vida. Distinto caso sería la fidelización o funcionarización de las titulaciones universitarias, algo que ya sucede con las academias militares, donde ingresar significa egresar para el ejército español. Ese automatismo podría darse en medicina o ingeniería cuando ingresar signifique, primero, que esa plaza de trabajo la necesita España y, después, que usted va a ejercerla si no toda su vida como funcionario público, al menos el tiempo suficiente para devolverle a España el dinero que España invirtió en su formación.

Al final, hablábamos de nosotros mismos y del pie por donde cojeamos. Pero eso en dialéctica da para poco. Saramago en su novela pudo echar a pelear al alfarero contra Porcelanosa. En la vida real, no.


de la necesidad de ideas sostenibles y de un centro de interpretación de nosotros mismos.

En viaje por España se me han juntado tres conversaciones o llantos: llanto por pueblos y aldeas que se vacían, llanto por pequeñas tiendas y oficios que van desapareciendo y llanto por la fuga de cerebros o titulaciones que se subemplean o emigran porque no encuentran trabajo en lo suyo.

Como no podemos vivir del tópico ni quejarnos de lo que no tiene remedio, y hoy que tanto se lleva lo sostenible y hay un centro de interpretación (turística) para cualquier cosa, aconsejo una interpretación de nuestras vidas y de la vida en general bajo principios sostenibles. Así no nos contamos películas ni caemos en romanticismos. Un principio básico es la economía: las ideas son gratis pero no la política entendida como la llevada a la práctica de las ideas. Y otro principio es asumir la responsabilidad personal de manera que cada quien defienda las ideas y la vida que se pueda costear. Seguro que entonces ya no tendríamos opiniones patrióticas nacionalistas y embotelladas y fáciles de echar al mar de las conversaciones en sobremesa.

Aunque se puedan reinventar con nuevos motivos ‑por ejemplo, el turismo o la ecología‑, pueblos y aldeas y oficios se cierran por motivos económicos irreversibles. Llámenle progreso. Y la universidad española peca de engañosa ambigüedad desde el comienzo: con dinero público se quiere formar un personal que luego, si puede, se forra por la privada: en la Habana, médico y, en Miami, millonario, vida mía. Ese juego no nos podía emocionar y, ahora en España, si tienes que irte al extranjero, te vas, mi vida. Distinto caso sería la fidelización o funcionarización de las titulaciones universitarias, algo que ya sucede con las academias militares, donde ingresar significa egresar para el ejército español. Ese automatismo podría darse en medicina o ingeniería cuando ingresar signifique, primero, que esa plaza de trabajo la necesita España y, después, que usted va a ejercerla si no toda su vida como funcionario público, al menos el tiempo suficiente para devolverle a España el dinero que España invirtió en su formación.

Al final, hablábamos de nosotros mismos y del pie por donde cojeamos. Pero eso en dialéctica da para poco. Saramago en su novela pudo echar a pelear al alfarero contra Porcelanosa. En la vida real, no.

geografía humana.

Daniel Lebrato en Ave clase preferente Madrid Sevilla 31 05 17.jpg
Si se fijan, asiento y vagón son de clase Preferente y el viajero pagó billete Turista.

Lo primero es vivir y buscarse la vida y, lo segundo, contarnos la vida. Autobiográficos y repetitivos, todos somos escritores. Y donde nos han nacido es uno de los argumentos de la obra. A ese pequeño mundo se vuelve siempre como al lugar del crimen: con disimulo o apasionamiento. Volvemos también a donde fuimos felices o a donde nos sentimos importantes algún día. El trabajo, el amor, los hijos nos van gastando como cantos rodados. Ya somos de muchas partes y de ninguna. No remováis entonces un color de identidad más que otro, que será el de vuestro vecino. Y si vuestro vecino se empeña en eso que se llama nacionalismo, no hagáis caso a quienes echan a pelear unas patrias con otras. En el colegio aprendimos que hay mapas de geografía física y mapas de geografía política. El nacionalismo es política ‑también el vuestro, si lo exageráis‑ pero el corazón con ser patria de las patrias tiene suficiente. La geografía física, incluso perforada por ingenierías como el tren de alta velocidad que ahora nos lleva ‑antes fueron los romanos en Las Médulas‑, permanece más menos inmutable. Y lo que debe preocuparnos es el mapa de geografía humana. Que otros presuman de la patria donde han nacido. A mí me enorgullecen las que he vivido. Lo piensa un sevillano nacido entre santanderino y extremeño en Barcelona, Cataluña, un 31 de mayo de 1954, hace 63 años, cumplidos volviendo de León, patria querida solo por que alguien de allí me dio sus ojos. Gracias, Casa de León en Sevilla, por vuestra mirada.

Daniel Lebrato, 31/05/17.


a una joven guía del Imserso

A UNA JOVEN GUÍA DEL IMSERSO
en viaje sénior Sevilla‑Alta Extremadura

Esta que veis aquí fue luz y guía
de un viaje cultural a Extremadura.
Se presentó con: –¡Hola, mis traviesos!
Se hizo querer con: –¡Bien, mis atrevidos!

‑ante hombres y mujeres que tenían,
quien menos, sus sesenta y su cultura;
nada, frente al currículo y los méritos
de ella en arte, historia y criptoegipcio‑.

Entre la guardería y Wikipedia,
nos contó, de Sevilla, la tocata
y fuga del Cruel y del Tenorio,

de Carmen, pero nada de Plasencia,
del Jerte ni la Ruta de la Plata
que anduvo Carlos Quinto el Siglo de Oro.

Se puso en lo esencial:
–Que sepan además
que ¡tengo novio!

the celtic spirit

Castro de Castrolandín.JPG

THE CELTIC SPIRIT

por Antonio Delgado Cabeza
01/12/16

Aprovechando el tibio sol de otoño, te escribo desde el asentamiento celta de Castrolandín, una aldea fortificada del final de la Edad de Hierro en la Galicia profunda, a mitad de camino entre Santiago y Pontevedra. Arqueológicamente recuperado hace poco, como otros cientos, este poblado forma parte de la denominada cultura castrenxe que se extendía entre los ríos Duero y Sella y que se dio por terminada cuando los romanos decidieron anexionar también a su imperio el noroeste la Península Ibérica.

Algunas familias procedentes de cercanos castros sobrepoblados osaron afincarse en este otero aún a sabiendas de que el trabajo iba a ser brutal. Explanaron la cima de la colina y con el material extraído construyeron parapetos defensivos y un foso alrededor. Fortificaron la loma con una doble muralla circular usando la roca más abundante en la zona, la piedra caliza, la misma con la que levantaron sus redondas casas.

Cada choza tenía anexos un espacio oval para el grano y otro para el ganado, con planta de piedra hasta media altura -que es lo que se ha conservado-, rematados con vigas de madera y una argamasa frágil de forma cilíndrica en los laterales y cónica en la techumbre de ramajes entretejidos, sujetado todo por un tronco central. En el interior, un rústico lar a ras de suelo para cocinar y calentar.

El motivo de establecerse aquí precisamente, se puede adivinar todavía hoy. Un espacio en alto, desde el que se domina toda la región, fácilmente defendible, con el frondoso valle del río Gallo por delante y un caudaloso arroyo por detrás, franqueado de bosques de robles, castaños, nogales y, sobre todo, encinas. La harina de bellota era la base de su alimentación. Había abundante caza mayor, menor y pesca. Existían ya explotaciones auríferas, férreas y plúmbicas. Qué más se podía pedir.

En la época no existían ni por asomo la unidad política ni la homogeneidad cultural ni religiosa, lo que concedía a los castros una independencia y autonomía difícilmente imaginable en el actual mundo globalizado. Las endebles estructuras defensivas y la ausencia de armas en las excavaciones, hacen pensar en unos habitantes pacíficos dedicados a la agricultura, la ganadería, la cantería, la minería, la metalurgia y algunos oficios más sofisticados y artísticos como la cerámica, la escultura y la joyería.

No hay edificios mejores que otros, ni tampoco templos ni cementerios y eso nos lleva a suponer una sociedad igualitaria, clanes muy poco jerarquizados y la ausencia de sacerdotes. Los ancianos eran la voz de la experiencia y en consecuencia sus opiniones eran sabias y respetadas. Que la transmisión fuera hablada permite especular mucho sobre los celtas, habiéndose llegado durante el romanticismo a inventar mitos y leyendas de los que a la gente le gusta oír y creer, con druidas, hadas y meigas de protagonistas, pero sin ninguna base científica.

Pero no he venido por cuarto día consecutivo a sentarme en las murallas de estas ruinas para contarte su historia. No. Lo que quiero transmitirte son mis sensaciones desde que crucé la puerta de entrada por primera vez. Eso es lo realmente inquietante, lo que me moviliza, me excita y hace meditar. El poblado está lejos de donde vivo. Qué fuerza magnética me atrae hacia aquí. Qué energía esotérica se apoderó de mí al entrar. Por qué me embarga esta emoción tan intensa desde que entré. Por qué tengo la sensación de haber estado antes aquí, de sentirme familiarmente como en casa. Por qué percibo presencias y sin embargo no tengo miedo en este lugar alejado y solitario en mitad de la nada.

Quizás, las respuestas la sepan las únicas testigos que han sobrevivido milenios y siguen aquí a mi lado revoloteando, silenciosas y expectantes. Las aves, que la espiritualidad céltica relacionaba con el regreso de las almas de los muertos.

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EL TURISTA ACCIDENTAL

hacia

EL TURISTA ACCIDENTAL

Cuando yo era más joven, de cada paisaje o estampa nueva para mis ojos sacaba una especie de poema, poemajes o poesajes que fueron a dar a un libro de sitios que llamé Hacia, [teoría de la ciudad] (1999). Ahora, que soy mayor, mis ojos no se dan por sorprendidos de la misma manera pero sigo con mi cámara y mi pluma para lo que caiga. El último fue un viaje a Lloret de Mar que me dejó este reportaje. The Accidental Tourist (en Argentina, Un tropiezo llamado amor) es una película de 1988 dirigida por Lawrence Kasdan.

reportaje Lloret y Tossa de Mar