La contemplación del mundo nos divide y separa en conformistas e inconformistas: gente a favor y gente en contra de la herencia recibida. Quienes, por nuestra edad, alcanzamos el uso de razón durante el siglo 20, y bajo el poderoso influjo del marxismo (que sumaba dialéctica y progreso: dos potentes aceleradores de la historia), tuvimos el sueño de un mundo nuevo y no capitalista: socialista, comunista, anarquista, feminista o ecologista: cualquier solución pasaba por la superación del capitalismo, bien por la lucha de clases, bien por la conservación de la Tierra o por la abolición del patriarcado.
Cincuenta años después, el internacionalismo comunista está casi desaparecido y el viejo anarquismo heroico se confunde con lo que fue el movimiento jipi de porrito en mano con su toque de evangelismo cristiano y de oenegé mundialista que, se supone, darán alivio al mundo sin negar el sistema; capitalismo convertido, por obra de partidos socialistas como el Psoe, en democracia y bienestar, dos titulares indiscutibles que, si son malos (admitirlo es casi elegante en ciertos círculos), «son lo menos malo que se conoce».
En el siglo 21, el ecologismo ha ganado coherencia con el cambio climático y el feminismo se ha buscado la vida fácil como bandera de la igualdad: igualdad salarial, igualdad parental: basta ver y oír a la generación de Podemos: feminista es el movimiento de hombres embarazados; feminista es pintarle las uñas al hijo varón; feminismo, las hembras entrar en el ejército y, las niñas y las mujeres, tapadas en la escuela a título de interculturalidad con la civilización islámica. Más de lo mismo, o sea.
Mañana hablamos de cómo, entre tanto batiburri, el lenguaje de géneros o de inclusión no podía, contra la Academia, más que fracasar. Dicho lo cual: quien no escribe ¡Hola, amigues! (con –e que late bajo la equis de amiguxs o bajo la arroba de amigu@s), es porque no quiere. Igual, quien dice “los ciudadanos” en vez la ciudadanía o “A el que madruga”, en lugar de A quien madruga Dios le ayuda o “los asturianos y las asturianas”, en vez del pueblo de Asturias. Cuando tanto se oye decir Somos lo que leemos o Somos lo que comemos, no está de más recordar que, primero que nada, Somos lo que hablamos y por la boca muere el pez. No le echemos la culpa a que, puestos así, habría que retocar la Biblia y el Cumpleañosfeliz. A veces, para mantener la cordura, hay que salir del sentido común.
«La primavera ha venido, nadie sabe cómo ha sido» fue idea de don Antonio Machado.