la objeción de conciencia, esta es la historia.

Entre el individuo y el Estado, la mano que mece la objeción de conciencia pacta para el estado por diferentes grados de nacionalidad o ciudadanía. Entre quienes en todo se identifican con el estado nación o patrón, o quienes, por cuestiones de ideas o confesión o cultura, se sienten a veces o en parte fuera de las definiciones de la ciudadanía o nacionalidad. El derecho del estado reescribe entonces sus obligaciones como «estado de derecho» y que nada quede por valentía del militante político. Salvo lo que se objeta contra el servicio militar como en desobediencia civil, todo cabe en motivos personales ante unas causas en sociedad: mi irpf para fines sociales antes que a la Iglesia porque, según creo, la Iglesia prevarica y no debería prevaricar, o contra el aborto o la eutanasia porque, según creo, debo responder en modo religión como respondo ante ciertos tratamientos médicos o laborales que no encajan con mi ciudadanía parcial y no total.

la objeción de conciencia, esta es la historia

David Boulton, Reclutamiento obligatorio y objeción de conciencia en Reino Unido, Revista Por la Paz

En enero de 1916 el gobierno británico aprobó una ley del servicio militar que establecía que todo hombre soltero de entre 18 y 41 años de edad podía ser reclutado para el ejército. Una segunda ley amplió el reclutamiento obligatorio a los hombres casados. El servicio militar se había convertido en un elemento más de la vida nacional, apoyado tanto por la derecha como por la izquierda, pero la creencia de que debía ser voluntario era casi universal. Desde el partido conservador habían empezado a apoyar el reclutamiento obligatorio durante la Guerra de los Bóer (1880-1902) y en 1902 se había creado la Liga del servicio nacional, que sostenía que Gran Bretaña debía tomar ejemplo del Káiser por un militarismo sano y masculino. Pero el partido liberal, en el gobierno desde 1906, siguió oponiéndose a toda obligatoriedad con el apoyo de laboristas y del movimiento socialista. ¿Qué motivó el cambio radical en 1916? Que la guerra, que iba a acabar a final de 1914, no había terminado y que el reclutamiento voluntario no daba lo suficiente. Tras la coalición de emergencia de guerra, por conservadores y liberales, la presión por la obligatoriedad se incrementó. Una propuesta inicial de los conservadores fue el reclutamiento obligatorio únicamente de caballeros, un ejemplo para las clases inferiores descrito como el ejemplo más rotundo de los ricos sirviendo a los pobres. Pero la idea no despertó demasiado entusiasmo entre las clases acomodadas. A finales de 1915 los del reclutamiento obligatorio marcaban la pauta. El primer ministro Asquith terminó cediendo y la primera ley de servicio militar obligatorio obtuvo la sanción real el 27 01 1916, con la sola oposición de 38 parlamentarios. Desde el principio se creyó necesario establecer exenciones para los empleados en sectores civiles vitales, como agricultura y minería. Mientras el proyecto ley se tramitaba, un pequeño grupo de parlamentarios liderados por Arnold Rowntree y Edmund Harvey (cuáqueros) propuso una cláusula de conciencia que ampliara las exenciones a los hombres que pudieran demostrar una objeción moral al servicio militar. Pese a haber sido redactada con prisas y llena de ambigüedades (que complicarían la aplicación de la ley los siguientes tres años), la cláusula obtuvo el apoyo de la mayoría parlamentaria y Gran Bretaña fue primera del mundo en legislar la objeción de conciencia. Para diferenciar a los auténticos objetores, de vagos y espabilados o cobardes, el Gobierno asignó una red de tribunales por todo el país con hombres mayores y respetables de cada comunidad: alcaldes, sacerdotes y clérigos y un representante militar. La mayoría de solicitudes eran rechazadas o quedaban a que el solicitante se alistara en el recién creado cuerpo militar no combatiente o a que aceptara efectuar trabajos alternativos de apoyo a los esfuerzos bélicos. Eso tuvo como efecto la creación de dos clases de objetores: aquellos cuya conciencia les permitía aceptar un servicio militar en unidades no armadas y otros cuya objeción a participar en la guerra era absoluta. Estos últimos eran los que planteaban mayores dificultades a las autoridades civiles y militares. Cuando los asignaban a cuerpos no combatientes, estos objetores se negaban, por lo que eran arrestados y considerados soldados. No obedecían las órdenes y sufrían un trato cruel y degradante en la cárcel o bajo detención militar. En 35 casos, como mínimo, fueron condenados a pena de muerte, que les fue conmutada en el último momento. Casi un centenar de hombres murieron como consecuencia de la brutalidad a que fueron sometidos en el ejército o en la cárcel y muchos más padecieron problemas de salud física o mental de los que nunca se recuperaron. Entre 16 mil y 20 mil hombres se declararon objetores. La mitad serían miembros de iglesias tradicionales o testigos de Jehová. El grupo más numeroso era el de los cuáqueros (si bien un tercio se incorporaron al ejército y otros se unieron a la unidad de voluntarios de ambulancias). El mayor grupo de objetores políticos fue el de miembros del partido laborista independiente, fundado por el socialista pacifista Keir Hardie, quien, en abril de 1913, escribía: «Los trabajadores del mundo no tienen motivo alguno para luchar entre ellos. No tienen país. El patriotismo es un término que no tiene ningún significado para ellos». Muchos socialistas, como Keir Hardie, eran socialistas cristianos y muchos jóvenes cuáqueros eran miembros del partido laborista independiente. Los marxistas se codeaban con los metodistas en los vibrantes movimientos inconformistas británicos. La objeción religiosa y política se integró en la asociación contra el reclutamiento obligatorio (No Conscription Fellowship, N-CF) y el comité de servicio de la sociedad de amigos, la organización que hacía el seguimiento de cada objetor, publicaba informes sobre malos tratos y brutalidades y hostigaba al Ministerio de Guerra para que fueran liberados miembros encarcelados por segunda o tercera vez. A la cabeza de la N-CF estaban dos hombres del partido laborista independiente, Fenner Brockway y Clifford Allen, a quienes pronto se unió el filósofo Bertrand Russell, editor de la revista de la asociación, titulada The Tribunal. Contaban con mujeres cuáqueras y sufragistas, entre las que destacaba Catherine Marshall, una excepcional organizadora, quien lideró la campaña cuando todos los hombres fueron encarcelados. El eje religioso y político queda ilustrado a través de los comentarios del ateo Bertrand Russell, quien describía a sus camaradas encarcelados como hombres llenos de auténtica religión cuyo objetivo era traer el reino de los cielos a la tierra. En la campaña hubo situaciones divertidas. Cuando algunos miembros de la N-CF fueron procesados en virtud de la Ley de Defensa del Reino, el fiscal de Estado, Archibald Bodkin, que más tarde sería Sir, en un momento de irritación, se quejó en voz alta de que la guerra sería imposible si todos los hombres opinaran que la guerra era un error. La N-CF confeccionó pósteres con las palabras de Bodkin y eso provocó que el gobierno denunciara los pósteres, con lo que la N-CF solicitó el arresto de Mr. Bodkin como autor de las palabras subversivas. The Tribunal planteó que el deber patriótico de Mr. Bodkin era procesarse a sí mismo y la N-CF se ofreció para ocuparse de la manutención de su mujer y sus hijos mientras él estuviera en la cárcel. Las autoridades tuvieron que desistir. Al término de la guerra, la N-CF celebró un congreso final con la participación de dos mil refractarios a la guerra recién liberados de la cárcel o del servicio no combatiente. Clifford Allen les dijo: «Ninguno de nosotros osaría comparar nuestro padecimiento con el de los hombres que realmente participaron en la guerra. Muchos de ellos están muertos. Nosotros, en cambio, todavía tenemos las oportunidades que nos brinda la vida». Y Bertrand Russell añadió: «La N-CF ha alcanzado una victoria absoluta en su defensa de la libertad de no matar o no participar en matanzas. Todo el poder del Estado no ha podido obligar a los miembros de la N-CF a matar o a ayudar a matar. Obteniendo esta victoria, habéis obtenido una victoria aún mayor: habéis obtenido una victoria del sentido del valor de la persona, de la realización del valor de cada ser humano. Es esto, por encima de todo, lo que debemos reivindicar y plantear al mundo». Un siglo más tarde, es un mensaje que deberíamos seguir proclamando a los cuatro vientos.

David Boulton, Reclutamiento obligatorio y objeción de conciencia en el Reino Unido, Revista Por la Paz


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