Tanto que se habla del sector autónomo o de pequeña y mediana empresa como especies protegidas, parece mentira que nadie con voz en la cosa pública se haya planteado (más vale prevenir que curar) que autónomos, pequeñas y medianas empresas estarían mejor (la unión hace la fuerza) agrupándose en empresas de más grande tamaño: cooperativas, cuotas de mercado, líneas de negocio mayoristas minoristas.
Ocurre que autónomos, pequeña y mediana empresa dan votos y votantes procedentes de la cultura que presume de campañas de Comercio Justo, Compra en tu barrio o en tu tienda de proximidad, etcétera: clichés de pijos de la presunta izquierda donde además funciona el mito del alfarero contra Porcelanosa y centros comerciales. ¡Buena la hiciste, Saramago! [1]
El último reparo lo pone una sociedad que presume de país libre y de libre mercado, donde planes de concentración de alcance o planes quinquenales provocarían rechazos anticomunistas.
Si vamos al otro extremo, la clase obrera (esa mano de obra que no hace más que pedir trabajo, que del trabajo depende y en un trabajo fijo se quiere funcionarizar) se muestra hostil a lo que podría ser principio de su emancipación como clase: cotizar cada quisque por su trabajo autónomo.
Recientes debates sobre si la media hora del desayuno o del bocadillo sucede en horario laboral, no serían el debate que ahora son. Si admitimos que, yo‑empresa, pago por trabajo y objetivos, ¿por qué no vas a admitir, tú‑trabajador, pagarte de tu bolsillo tus días no retribuidos de vacaciones o tus quince minutos de cigarrillo?
Cuanto más autónoma cada pieza de la cadena productiva, menos explotación por cuenta ajena y menos dependencia.
Pasa que a la clase trabajadora le va la marcha, entre masoca y chollo, de la dependencia.[2]
Y a la empresa autónoma, pequeña o mediana le va la marcha del mi mí: mi quiosco, mi librería, mi tiendita de ultramarinos, mimí.
Está haciendo falta otra mentalidad al frente del Estado.
[1] Como si un quiosco o una tienda no pudiera formar parte de una cadena como ya son farmacias, estancos o puestos de la ONCE.
[2] Dependencia de la empresa, de la seguridad social y de los demás a través de impuestos y declaración de Hacienda y Presupuestos del Estado; Estado, por supuesto, del Bienestar.
