desconstrucción, antónimo de construcción y sinónimo de derribo, destrucción, voladuras o demoliciones (en empresas de obras), no es exactamente deconstrucción, concepto de Jacques Derrida, de aplicación al texto y al comentario de texto. Digamos des- o deconstrucción, todo será desmontar algo (concreto o abstracto, esencia o apariencia) con objeto de comprenderlo mejor.

Tal es el caso de grandes palabras de la cultura como cultura, arte, filosofía o religión. Todas soportan lo innombrable, todas esconden lo que son, palabras que escapan de su significado (la explotación del hombre por el hombre, base de lo real y del realismo), por ideas de colores concebidas, como en albañilería, para tapar los desconchones.

construcción / desconstrucción fue el caso de un amigo en Facebook, quien reprodujo esto ingeniosillo de Rafael S. Costa:

—Se puede dejar de escribir (y fácil no es) pero no se puede dejar de ser escritor, como no se puede dejar de ser alto, enano, de tener ojos pardos o verdes, no se puede.

Se me ocurrió intervenir:

—¿Escritor sin escribir? ¡El huevo y la gallina! ¡Valiente gilipollez!

—¡Oh! -respondió mi amigo entre grandes megusta de adhesiones de culto.

En obras o personas de arte, se etiqueta de culto, según la Fundeu, a dos fenómenos opuestos: y es de culto (de cultivar) la obra que alcanza un éxito, y es de culto (de cultura) la obra que una minoría culta sabe apreciar hasta el delirio.

En un mundo gurmet y máster chef, no hará falta que les diga lo bien que queda eso de no poder “dejar de ser escritor, como no se puede dejar de ser alto, enano, de ojos pardos o verdes”.

Como decía al cura Cassen el personaje de Manuel Aleixandre en Amanece, que no es poco:

—Me parece a mí que tenéis un cuajo…