Mis plumas


la firma y la pluma. 

El nombre propio es en realidad mis nombres propios, y eso incluye, desde el hipocorístico en zona familiar o de intimidad, hasta el nombre con mi apellido o mis dos apellidos que seré en zona oficial y profesional, puede también que tenga un nombre «de uso» o un nombre «artístico» o un nombre «de guerra». Tomándome por caso y ejemplo, serán mis significantes desde mis abreviaturas por sigla (D.L.) o apócope (Dano o Dani), hasta mi Daniel Lebrato, en libros o en obras, o mi Daniel Lebrato Martínez desde el carné de identidad. Y todo debe caberme en mi firma como sistema de firmas con rúbrica (dibujo o garabato realizado siempre de la misma manera, que suele ponerse después de la firma y que a veces la sustituye). Las grandes plumas estilográficas o estilocaligráficas nos dejan siempre en buen lugar, y digo grandes porque funcionan a la primera y no nos manchan, tanto para un posit puesto en aviso sobre la nevera, como para una declaración de honor o de propiedad.

Lo primero que tiene uno que decidir como usuario ante la pluma, es qué clase de escritura quiere o va a querer, y en qué condiciones o circunstancias, porque plumas las hay fijas al tintero y a la mesa o móviles para el bolso o el bolsillo. Por decirlo en breve, como en glosario, la pluma de mesa se llama palillero o portaplumas [portapluma] y, la de bolsillo, estilográfica. La estilográfica consta de cuerpo y capuchón. El capuchón, liso o con clip, cierra la pluma a rosca o a presión. El plumín puede ser en punta fina o caligráfica. En todos los casos, si se escribe con el plumín del revés se escribe fino y si se escribe con el plumín normal se escribe normal. Los cartuchos de tinta pueden ser estándares o de marca, estos ligeramente más caros, aunque ningún gasto en tinta es excesivo, ni para plumas de lujo y colección. Cabe además la jeringa inyectable para recambios personales y de color.


Y el prudentísimo Cide Hamete dijo a su pluma: Aquí quedarás colgada desta espetera y deste hilo de alambre, ni sé si bien cortada o mal tajada péñola mía, adonde vivirás luengos siglos, si presuntuosos y malandrines historiadores no te descuelgan para profanarte.
(Quijote, al final)

Cervantista que he sido, plumas estilocaligráficas he usado toda mi vida adulta. Todavía hoy cuando salgo a la calle cuido que en el pequeño bolsillo interior de la chaqueta venga conmigo mi pluma, vaya que alguien me solicite, ¡poeta!, por un autógrafo para Tinta de calamar.

La palabra pluma no ha ahondado en sus significados ni en sus etimologías, así que solo por contexto o situación distinguimos de qué pluma hablamos, si de pájaro o ave, o si de pluma de escribir. El diccionario registra hasta una decena de sinónimos o afines: péñola, péndola, cálamo, portaplumas, plumilla, plumín, palillero, pluma de fuente, pluma estilográfica, estilocaligráfica, estilógrafo o lapicera.

Para mi apaño en mi taller de plumas, distingo las plumas fijas de mesa frente a las plumas móviles de bolsillo; las plumas de cartuchos de marca exclusivos frente a los cartuchos de carga universal; y las plumas de escritura normal frente a las plumas de escritura caligráfica, bien entendido que plumas a la inversa escriben fino y plumas en normal escriben normal.

La pluma de mesa o fija va ligada a su tintero sobre la mesa o su plumier, dicho también pupitre, escritorio, estudio, buró, escribanía, bufete o secreter. Su nombre escolar era para nosotros palillero por decir portaplumas o mango de pluma de escribir.

La pluma móvil estilográfica o de bolsillo, carga cartucho o depósito. Cualquier pluma, habíamos dicho, escribe fino y escribe normal. La pluma caligráfica o estilocaligráfica añade un juego de anchos de plumín para un resultado inconfundible, ideal para firmar o rubricar.

Los anchos de plumín van por tallas: extrafino, fino, medio, grueso y extragrueso; con sus etiquetas EF (extrafino), F (fino), M (medio), B (grueso) y BB (extragrueso).

Las reinas de mi plumerío son o han sido, por orden cronológico: Parker (1881), Janesville, Wisconsin; 1888, Newhaven, East Sussex, UK. Montblanc (1906), Hamburg, Alemania. Sheaffer (1913), Fort Madison, Iowa, vendida por Bic a Cross, Providence, Rhode Island. Pilot (1918), Tokyo. Lamy (1930), Heidelberg, Alemania. Todas han sido mis marcas con sus afanes que me regaló el amor, más veinte mil juegos de caligrafía infinita que yo me hurgué por ahí.

Al final de tanto escaparate, las que más y mejor me sobreviven han sido plumas baratijas de todo a un euro, en las rebajas de comercial papelería Argüelles, o clónicas por diez euros compradas en Bellas Artes Casa Carreras, calle Amor de Dios, 27, junto al Cine Cervantes y casi frente al Instituto San Isidoro de Sevilla 41002.

Parker, Sheaffer y Lamy cargan mochila de cartuchos exclusivos de marca propia. Montblanc y Pilot, en cambio, cargan cartuchos estándares de venta y uso internacional. Los cartuchos de Lamy valen para Parker, pero no al revés.


El invento de la pluma es disputado, como el de las bicicletas. Dice la Wiki que al árabe Al-Tamimi se le atribuye el invento de la pluma de fuente (año 973) y que con él empiezan los registros de plumas estilográficas. Cabe reservar su invención al grabador español Francisco de Paula Martí a comienzos del siglo 19. Años después el estado francés concedió una patente al inventor rumano estudiante en París Petrache Poenaru, por la primera pluma con cartucho de tinta reemplazable, mayo de 1827. A comienzos de 1850 hubo una aceleración de patentes. Solo después de la introducción de dos inventos claves, las estilográficas se convirtieron en un instrumento popular. Estas invenciones fueron el plumín de oro con punta de iridio y la ebonita para la manufactura del cuerpo. Por 1870, Duncan MacKinnon, canadiense en Nueva York, y Alonzo T. Cross de Providence (Rhode Island) crearon plumas estilográficas con un plumín hueco y un alambre como válvula. Los productores dominantes en Estados Unidos eran Waterman, Plumingo, Wirt y Bloomsburg. Waterman se mantuvo como líder de mercado hasta los años 1920. En Europa, el alemán Günther Wagner Ruperstinky introdujo la pluma Pelikan en 1929, basada en patentes adquiridas de plumas estilográficas de tinta sólida de la factoría de Slavoljub Eduard Penkala, en Croacia. Las siguientes décadas trajeron más avances tecnológicos, como el celuloide, que permitía crear plumas con un rango de color y diseño más amplio. Durante los años 1940 y 50, aparecieron modelos clásicos como la Parker 51, la Sheaffer Triumph y la Eversharp Skyline. En los años 1960, los bolígrafos comenzaron a dominar el mercado de la escritura. Empresas como Montblanc, se dirigían a un mercado más selecto, creando plumas como objetos de lujo.

En el centro de plumín existe un pequeño agujero, denominado respiradero, que permite el intercambio de aire por tinta en el depósito. Las plumas anchas de caligrafía pueden tener varias hendiduras para ayudar a distribuir la tinta por todo el borde. El plumín suele terminar en un punto redondo o en otras formas, como oblicuo, oblicuo reverso, itálico, etc. Después de los rellenadores por cuentagotas vino el relleno por vacío, que usaban un depósito de goma. El depósito era comprimido y luego se liberaba para absorber la tinta desde un tintero por émbolo, vacío o a tornillo. Los cartuchos pueden ser fácilmente rellenados desde un tintero mediante el uso de una jeringa con aguja hipodérmica. Y nada más, y que ustedes lo escriban bien.


Pluma de ave (escritura)

Pluma estilográfica

Sobre el plumín perfecto

De la escuela al despacho

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