errores de interpretación sobre lo que pasa en Estados Unidos


Thierry Meyssan, Errores de interpretación sobre la evolución de Estados Unidos, Red Voltaire, 2025


Por primera vez en casi dos siglos vuelve un presidente jacksoniano (por Andrew Jackson, 1829-45). Es cierto que Trump ya había estado en el poder cuatro años, pero sus mismo aliados republicanos le impidieron en muchos casos seguir su propia política, mientras que la prensa al servicio del Partido Demócrata nos aseguraba que Trump era un enfermo mental o un fascista.

La mayoría proyecta sobre Donald Trump debates políticos locales de sus propios países. La confusión se hace aún mayor desde que casi todos han adoptado la ideología que estaba de moda en Washington. Muchos ven aquella ideología como la doxa estadounidense, cuando en realidad era solo un momento de la historia.

La lucha contra la ideología woke

El wokismo (de woke, despierto) se describe generalmente como una reacción ante el recuerdo del esclavismo y de la segregación racial. Se considera que los descendientes de los colonizadores europeos tratan hoy de hacer algo para compensar aquel comportamiento de sus antecesores.

Estados Unidos partió de una colonia creada en Plymouth (Nueva Inglaterra, Massachusetts) por un grupo de puritanos calvinistas. El Lord Protector Oliver Cromwell los había enviado al nuevo continente como misioneros, pero no tanto para convertir a los pieles rojas como para convertir a los europeos católicos enviados por el rey de España. En las colonias que los puritanos creaban en Norteamérica las mujeres tenían que cubrirse la cabeza, la plegaria era obligatoria, los homosexuales eran castigados con latigazos. Aquellos fanáticos son los Padres Peregrinos (no los Padres Fundadores, que fueron juristas). Todavía hoy, les rinden homenaje el Día de Acción de Gracias.

En 2014, el término woke (despierto) comenzó a utilizarse para designar a las personas conscientes de las consecuencias sociales que todavía tienen en Usa el esclavismo y la discriminación racial. Al calor de las luchas, ese término se extendió a los reclamos vinculados a la orientación sexual e incluso al género. Al tratarse de un movimiento que buscaba la pureza, en el sentido religioso del término, sus seguidores comenzaron a exigir a la sociedad en general la imposición de prácticas correctas o buenas para combatir las discriminaciones, raciales u otras. El movimiento milita por la discriminación positiva como medio de favorecer a todas las minorías. El wokismo es, en definitiva, una versión moderna del puritanismo de los Padres Peregrinos.

Antes de que el Partido Republicano, asaltado por el trumpismo, se convirtiera en jacksoniano, el Partido Demócrata, bajo la influencia de Barack Obama y Joe Biden, se había convertido al wokismo. Todo eso ha dado lugar a numerosas confusiones ya que el conjunto de la clase política de Washington abandonó, por motivos ideológicos, su comportamiento tradicional, al que ahora comienza a regresar.

En su discurso de investidura, Donald Trump ya anunciaba el fin de las políticas de discriminación positiva y precisó que a partir de ahora el Estado federal reconoce solo dos sexos. Parece un cambio espectacular, pero se produce en un momento en que la gran mayoría de los electores estadounidenses ya están convencidos.

El excepcionalismo estadounidense

Estados Unidos es la luz sobre la colina, puesta allí por Dios para iluminar el mundo. Esa doctrina, también directamente surgida del ejemplo de los Padres Peregrinos, asegura que el viaje de los puritanos a Norteamérica es comparable al de los hebreos de la Antigüedad. Llegaron a Norteamérica como pueblo elegido ya que huían del faraón, habían atravesado el Mar Rojo y habían descubierto una tierra prometida. Todos y cada uno de los 47 presidentes Usa han abrazado y defendido esa mitología, tanto para justificar su rechazo de los principios del derecho internacional como su apoyo al Estado de Israel.

Washington nunca aceptará rendir cuentas ante absolutamente nadie, y eso incluye a la Onu y sus órganos o agencias. Es verdad que Washington protegió y utilizó a numerosos criminales en tiempos de la guerra fría y que ha asesinado cientos de miles de coreanos, vietnamitas, afganos, iraquíes, libios, palestinos, sirios, etc., pero en Washington se considera que ningún presidente Usa debe llegar a verse ante un tribunal internacional, sin importar lo que haya hecho.

Por ejemplo, se dice erróneamente que Donald Trump sacó a EeUu de los Acuerdos de París contra el calentamiento climático porque piensa que esos acuerdos son una idiotez. Y es cierto que Trump no cree que las opiniones del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (Giec) tengan verdadero valor científico. Pero, con Donald Trump o sin él, Washington no podía seguir siendo parte de una serie de acuerdos que ponen los actos de EeUu bajo el escrutinio de otros. Obama y Biden abandonaron la tradicional posición Usa. Trump, ahora, adopta una posición conforme a la tradición estadounidense, que además corresponde a su propia ideología.

La libertad del Far West

En 1776, trece años antes de la Revolución Francesa, los Padres Fundadores no estaban de acuerdo sobre la concepción de la libertad y de los derechos humanos. Para los Padres Fundadores la libertad era poder hacer lo que uno quiere en su patio. Por eso los estadounidenses son alérgicos a las cotizaciones sociales obligatorias.

Esa manera de pensar está llena de inconvenientes. La concepción Usa de los Derechos Humanos está en contradicción con la concepción francesa de los Derechos del Hombre y del Ciudadano. Desde el punto de vista anglosajón, se trata únicamente de protegerse de la razón de Estado. Desde los revolucionarios franceses, la libertad no es tanto tener la garantía de protección contra algún eventual abuso del Estado como tener derecho a participar en la elaboración de las leyes. El británico Thomas Paine, de la guerra de independencia estadounidense, fue diputado a la Convención Nacional francesa de 1792 y se negó a votar por la ejecución del rey Luis XVI porque estimaba que atribuir a un solo hombre la responsabilidad por todas las injusticias podía poner fin al proceso de transformación de la sociedad.

En 1833, en aplicación de la Indian Removal Act, los pieles rojas de la Nación Cherokee dejaban sus tierras ancestrales, al este del río Misisipi, en manos de los colonos de origen europeo para ir a instalarse al oeste del Misisipi. Entre 4 mil y 8 mil miembros de la Nación Cherokee murieron de frío, hambre o fatiga extrema durante aquel desplazamiento de población, que pasó a la historia como el Sendero de Lágrimas. Los cherokee de hoy son el único pueblo originario que conserva parte de su cultura. Aquella deportación masiva inspira la visión de Donald Trump sobre el conflicto israelo palestino.

La administración Biden, siguiendo el punto de vista woke, consideró que tenía la responsabilidad de informar al público sobre los peligros del covid y salvarlo de la enfermedad. Prohibió cualquier forma de debate científico y censuró toda opinión disidente.

Donald Trump no ha tratado de negar que hay miembros de la especie humana que no reúnen las características cromosómicas que definen al sexo masculino, ni tampoco al sexo femenino. Solo criticó el hecho que el Estado federal había impuesto a la sociedad una supuesta necesidad de organizarse como si esas excepciones fuesen la regla.

El regreso del sudismo

Estados Unidos fue simultáneamente sudista y federalista. En realidad, al principio de la Guerra de Secesión ambos bandos eran esclavistas y al final los dos bandos eran abolicionistas. Pero la Guerra de Secesión fue en realidad una guerra por el control de las aduanas, por determinar si las aduanas iban a depender de las autoridades locales de cada Estado o si estarían bajo el control del Estado federal, o sea del gobierno central con sede en Washington. Los jacksonianos, precursores de los sudistas, querían un Estado federal mínimo, y pusieron numerosas competencias en manos de los diferentes Estados. Eso fue lo que hizo Donald Trump durante su primer mandato, cuando apoyó que el tema del aborto pasara del Estado federal a las autoridades locales de los diferentes Estados. A título personal, el propio Trump no parece tener una opinión definida sobre la cuestión del aborto. Su adversaria, Kamala Harris, presentó a Trump como un reaccionario en un país donde la mitad de los Estados federados autorizan la interrupción voluntaria del embarazo.

Cuando Donald Trump anunció la creación de un Department of Government Efficiency (Doge), es porque quiere poner fin a un sistema de gobierno en el que una administración federal decide desde Washington cómo debe vivir cada estadounidense. El objetivo de Trump no es reducir la cantidad de empleados del Estado federal basándose solo en el liberalismo que promovía Ronald Reagan. Trump plantea la disolución de numerosas agencias federales no porque cuesten caro sino porque las considera ilegítimas.

El expansionismo estadounidense

Estados Unidos contaba 13 Estados. Hoy son 50 estados federados, un distrito federal y 6 territorios. Los Estados federados no han completado su crecimiento. Desde 1930, los Estados de la Unión aspiran a absorber todo el territorio de la plataforma continental norteamericana, lo cual incluye no solo Canadá, sino también Groenlandia, Islandia e incluso Irlanda, además de México, Guatemala, Nicaragua, Costa Rica y Panamá, sin olvidar todo el Caribe.

Desde ese punto de vista, cuya existencia no se debe a Donald Trump, no es extraño que Trump anunciara en su discurso de investidura que su país denominará el Golfo de México como Golfo de América (horas después, firmó un decreto en ese sentido). Finalmente, Donald Trump no anunció anexiones de Canadá, Groenlandia o del Canal de Panamá sino la colonización del planeta Marte.

A pesar de lo que se dijo en la prensa europea, Donald Trump nunca habló de conquistar la plataforma continental norteamericana recurriendo a la fuerza militar, aunque mencionó un eventual desarrollo de bases militares en Groenlandia. Como seguidor de las ideas de Andrew Jackson, Donald Trump prefiere comprar esos territorios, incluso parece que está negociando con Dinamarca, de manera ciertamente agresiva, la cesión de Groenlandia a EeUu en materia de defensa. Nótese igualmente que la administración Trump reitera sus amenazas contra Cuba pero no hacia Venezuela, país situado fuera de la plataforma continental norteamericana.

Teniendo en cuenta la proximidad ideológica entre los dos pueblos elegidos, la administración Trump aborda la cuestión de Israel como si los palestinos fuesen los indios que atacan diligencias en las películas de vaqueros. En su época, el presidente Andrew Jackson decidió poner fin al conflicto con los pieles rojas o amerindios negociando tratados con las diferentes tribus. Fueron muy pocos los tratados que llegaron a aplicarse, pero el gran éxito de Jackson fue con el pueblo cherokee (o cheroqui), que fue reubicado al sur del Misisipi. A pesar del sangriento episodio del Sendero de Lágrimas, los cherokee fueron la única población amerindia que se plegó totalmente a aquellos acuerdos. La aplicación de aquel método jacksoniano a los palestinos no puede funcionar, ya que el pueblo cherokee no se ve a sí mismo como propietario de la Madre Tierra (los cherokee siguen sintiéndose cherokee donde quiera que estén). Al contrario de los cherokee, los palestinos sienten apego por su tierra y perciben que su cultura perecerá con ellos si pierden esa tierra.

Sustituir la guerra por el comercio

La sustitución de la guerra por el comercio es el último punto importante para los jacksonianos. Donald Trump piensa que la mayoría de las guerras son masacres inútiles, que las guerras son solo una manera de manipular a las masas para alcanzar objetivos inconfesables. Según su visión, si las guerras suelen ser finalmente originadas por cuestiones de dinero, hay que sustituir las guerras por el comercio. Pero también hay guerras que surgen por motivos muy complejos, que nada tienen que ver con objetivos comerciales. En esos casos, el jacksonianismo no funciona. Y en ese caso se halla la guerra en Ucrania.

Quien parte del principio que Rusia solo quiere anexar Ucrania, puede pensar que solo basta negociar para darle a Rusia al menos algo que satisfaga su apetito. Pero si Moscú desea sinceramente finiquitar el pasivo de la Gran Guerra Patria (en otras palabras, solucionar definitivamente los problemas no resueltos durante la Segunda Guerra Mundial), o sea vencer a los nazis y a los nacionalistas integristas (los banderistas) que han logrado llegar al poder en Ucrania, entonces una simple negociación comercial no bastará para detener el conflicto. Ahí reside el talón de Aquiles de la administración Trump. El móvil de la guerra en Ucrania no es económico, aunque eso es lo que repiten los políticos occidentales. Moscú exige la desnazificación de Ucrania. Estados Unidos tendrá que aceptar esa realidad, o asumir la posibilidad de un gravísimo enfrentamiento. Si Estados Unidos reconociese el reclamo ruso, todavía habría que enfrentar un segundo problema. Rusia es un territorio inmenso. En aras de garantizar la seguridad de sus 20 mil km de fronteras, Moscú exige tradicionalmente que sus vecinos sean neutrales. Ahí reside el malentendido sobre la Otan: Rusia reconoce, en la Declaración de Estambul de 2003, el derecho de cada país a ser miembro de una coalición militar, pero rechaza que esa adhesión abra el camino al despliegue de armas de un tercer país en los territorios de sus vecinos. Y es totalmente cierto que, en tiempos de Boris Yeltsin y pese a las repetidas advertencias rusas, los gobiernos estadounidenses forzaron la incorporación a la Otan de los diferentes Estados postsoviéticos menos Rusia, que también quiso convertirse en miembro de esa alianza.

Para Donald Trump, es evidente que EeUu no tiene ninguna razón que justifique su implicación en el conflicto de Ucrania, así que su intención es poner fin a la guerra mediante la eliminación de toda subvención al régimen de Kiev. La UE ve en esa política de Trump una invitación a asumir el peso de la guerra en lugar de Estados Unidos.

En cuanto a la guerra comercial, los no estadounidenses vieron con desagrado el uso que el presidente Donald Trump da a los aranceles. Los no estadounidenses piensan que ese tipo de impuesto solo tiene sentido cuando se trata de proteger algún sector económico, pero para los jacksonianos la imposición de aranceles es también un arma política.

Por ejemplo, Donald Trump impuso a los productos colombianos un arancel de 25% y anunció que en una semana lo elevaría al 50% si el gobierno de Colombia seguía negándose a aceptar la expulsión de los migrantes colombianos ilegales que Estados Unidos quería devolver a ese país. La medida estuvo en vigor solo unas horas, ya que el mismo Trump la anuló cuando el gobierno colombiano se plegó a recibir los deportados.

Trump hace ahora lo mismo cuando impone a Canadá y a México un arancel de 20% y de 10% para China. Tampoco alega en esos casos argumentos económicos sino de naturaleza política. Considera que China vende a los cárteles del narcotráfico los compuestos químicos necesarios para la producción de drogas y que México y Canadá permiten el tráfico hacia EeUu.

El caso de la UE es diferente. La administración Trump quiere reequilibrar la balanza comercial y podría imponer aranceles de 10%, pero solo para ciertos productos. Se trata de un uso convencional de los aranceles aunque es difícil ver cómo podría Washington conciliar esas medidas con los compromisos que contrajo al incorporarse a la Organización Mundial del Comercio.

Trump y Musk, Canadá, Panamá y Groenlandia, una vieja historia

Donald Trump, hizo declaraciones sobre la anexión hipotética del Canal de Panamá, Canadá y Groenlandia. Se trata de un proyecto delirante que ya en 1941 aparecía en un mapa trazado por un adepto del movimiento tecnocrático. Por cierto, fue la rama francesa de ese movimiento la que inventó el transhumanismo que tanto defiende Elon Musk. Su abuelo fue responsable de la rama canadiense del movimiento tecnocrático.

Todos se han quedado boquiabiertos al oír las declaraciones de Donald Trump, quien afirma que se propone comprar Groenlandia y anexar tanto Canadá como el Canal de Panamá.

Ningún dirigente occidental había dicho algo parecido desde la Segunda Guerra Mundial. Pero la clase dirigente estadounidense ha visto perfilarse en esas declaraciones una nueva frontera, o sea la perspectiva de adquirir nuevos territorios, donde Estados Unidos podría continuar su progresión.

Esas ideas no son nuevas, datan de la crisis de 1929 y corresponden a un corpus ideológico coherente que tenía como único defensor al multimillonario Elon Musk, quien destacaba como un gran admirador del ingeniero serbio Nikola Tesla y un ferviente adepto del transhumanismo.

En un mapa realizado por Maurice Gomberg en 1941 (El mundo como debería ser después de la Segunda Guerra Mundial), EeUu abarca Canadá, Panamá y Groenlandia

Criticando la lectura tradicional de la oferta y la demanda, el economista estadounidense Thorstein Veblen se interesó en las motivaciones de los compradores y mostró que quien puede permitirse ciertos lujos en realidad lo hace para confirmar su superioridad social mostrando a los demás que puede hacerlo. Según Veblen, los lujos o los placeres no son una forma de pereza, sino que expresan el consumo improductivo del tiempo. Mientras más aumenta el precio de un bien, más aumenta también su consumo, según la paradoja de Veblen. En definitiva, no son los precios sino los comportamientos de grupo y las motivaciones individuales los que dictan la economía.

El pensamiento iconoclasta de Thorstein Veblen dio origen, entre otros, al movimiento tecnocrático de Howard Scott. Este ingeniero Usa estimaba que el poder no debía estar en manos de los capitalistas ni de los proletarios sino en manos de los técnicos.

El transhumanismo de Jean Coutrot prefigura el transhumanismo de Elon Musk. El objetivo de Coutrot era utilizar la técnica para ir más allá del humanismo. Para Elon Musk se trata más bien de utilizar la técnica para cambiar al hombre.

Durante la Segunda Guerra Mundial, el responsable de la rama canadiense del movimiento tecnócrata, el quiropráctico Joshua Haldeman, fue arrestado porque defendía la neutralidad hacia la Alemania nazi. Haldeman era, efectivamente, prohitleriano y antisemita. Después de la guerra, atraído por el régimen del apartheid, Joshua Haldeman se instaló en Sudáfrica. Elon Musk es nieto de Joshua Haldeman.

Algunos miembros del movimiento tecnocrático dieron gran importancia a un proyecto presentado en 1941 bajo la forma de un mapa de cómo debería ser el mundo posterior a la Segunda Guerra Mundial. Aquel mapa, trazado por un autor anónimo, bajo el seudónimo Maurice Gomberg, proponía una división del mundo basada en las civilizaciones. De esa manera, Estados Unidos debía abarcar la totalidad de Norteamérica e incluir en sus territorios numerosas islas del Pacífico y del Atlántico como las Antillas, Groenlandia e Irlanda. Como la mítica Sinarquía francesa, aquel mapa se mencionó mucho en los medios conspiracionistas. Pero, según el historiador Thomas Morarti, citado por la prensa irlandesa, aquel mapa encontró un eco en la voz del presidente Franklin D. Roosevelt, cuando éste pronunció su Discurso de las cuatro libertades (de expresión, de religión, contra la escasez y contra el miedo), el 6 de enero de 1941. En 1946, en el mismo orden de ideas, el presidente Harry Truman propuso que las tropas Usa que habían liberado Groenlandia se mantuvieran allí y que Washington comprara aquel territorio en 100 millones de dólares.

En 1951, Dinamarca autorizó la instalación en Groenlandia de dos grandes bases militares de Usa y Otan, en Sondrestrom y en Thule (actualmente Qaanaaq). Desde aquella época, Estados Unidos ha desplegado allí ciertos elementos de su sistema de defensa antimisiles. En 2004, después de adquirir su estatus de autonomía, Groenlandia pasó a ser cofirmante del tratado en el que Dinamarca había autorizado la instalación de las dos bases estadounidenses.

En 1968, un bombardero estratégico de la US Air Force que participaba en una operación de rutina en el marco de la guerra fría se estrelló por accidente cerca de Thule, contaminando la región con una nube de uranio enriquecido. Posteriormente, en 1995, se supo que, en violación de las leyes danesas, el gobierno de Dinamarca había autorizado tácitamente a Estados Unidos a almacenar armas nucleares en su suelo.

Hoy Estados Unidos podría comprar Groenlandia sin desembolsar ni un centavo, bastaría que el Pentágono se comprometiese a garantizar la protección de Dinamarca.

Donald Trump Junior llega de vacaciones a Groenlandia

Como para dar cuerpo a lo que parecían ser solo palabras al viento, el hijo mayor de Donald Trump viajó a Groenlandia de vacaciones. Por supuesto, llegó en un avión de la familia y rodeado de un grupo de consejeros. En Groenlandia, al menos oficialmente, Donald Trump junior no se reunió con ningún responsable político. Pero, durante la visita, la oenegé Patriot Polling realizó un sondeo de opinión. El 57,3% de encuestas, aprobaron la idea de pasar a ser parte de Estados Unidos, un 37,4% se pronunció en contra y hubo un 5,3% de indecisos. Después de la publicación de esos resultados, el primer ministro de Groenlandia, Mute Egede, dijo en una conferencia de prensa en Copenhague (Dinamarca) que, aunque no había hablado con los Trump, él estaba abierto a discusiones sobre lo que nos une. Y agregó: Estamos dispuestos a conversar. La cooperación significa que se trabajará en la búsqueda de soluciones.

Cuando el movimiento tecnocrático planteaba la anexión de Groenlandia, recordaba que ese territorio es parte de la plataforma continental de Estados Unidos y se basaba en la importancia de sus recursos naturales. En efecto, en Groenlandia existen yacimientos de las llamadas tierras raras, así como de uranio, reservas de petróleo estimadas en miles de millones de barriles y grandes reservas de gas natural, antes inaccesibles pero que hoy lo son cada vez menos. Las tierras raras son casi una exclusividad de China, pero se han hecho indispensables en el sector de la alta tecnología, incluyendo la fabricación de los autos eléctricos de Tesla. Las reservas naturales de Groenlandia no están siendo explotadas debido a la tradicional oposición de la población autóctona de ese territorio, los inuit, que constituyen el 88% de la población.

Groenlandia es una carta estratégica que permitiría a Estados Unidos controlar la ruta marítima del norte, ahora navegable y bajo el control de Rusia y China. Si Groenlandia cambiara de propietario, eso transformaría la ecuación geopolítica. Es posible que estas referencias no tengan nada que ver con Elon Musk y con Donald Trump, pero habría que tenerlas en mente ante el posible desarrollo de los acontecimientos.


Thierry Meyssan. Presidente fundador de la Red Voltaire y de la conferencia Axis for Peace. Sus análisis sobre política exterior se publican en prensa árabe, rusa y latinoamericana. Última obra publicada en español: De la impostura del 11 de septiembre a Donald Trump. A nuestros ojos la gran farsa de las primaveras árabes (2017).

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