«libromante» designa a quien practica la libromancia, que es una manera de adivinación o de predicción basada en el libro de quienes saben leer. El término procede de libermanteia; del latín liber, ‘corteza de la planta con que se construía el papel’, más manteia, ‘adivinación’, por mantis, ‘adivino’.

Los libromantes fueron intérpretes de la buena vida mientras la gleba se desangraba el largo invierno de la cosecha. Con ayuda del libro manuscrito, un libromante conquistó la Iglesia y, con ayuda del libro en tipos móviles, otro conquistó la Biblioteca y los que leyeron se hicieron mester bajo el mester de clerecía: el cura, el profesor, el filósofo, el notario. Entre todos engañaron a Marx y a algunos hombres buenos comunistas que creyeron que era el trabajo la fuente de la riqueza, y que era la riqueza en trabajo lo que había que repartir para combatir la desigualdad.

«Mientras repartan o no repartan la riqueza –pensaron los libromantes–, nuestras artes de adivinación o predicción que llamaremos cultura no tienen por qué perderse ni por qué sufrir.»